Tal como lo hizo Europa entre el conflicto franco-prusiano de 1870-1871 y la Primera Guerra Mundial, el Frente de Todos vive, a su manera, una "paz armada". Tanto para las figuras estelares de la saga como para quienes tratan de incidir justo por debajo de ellas, la reciente remodelación parcial del gabinete es un alto el fuego, apenas una parada en un camino que augura nuevos choques entre el cristinismo y el albertismo por el objetivo real de todos: más allá de algún enroque o de cierto recambio de nombres, lo que ambos sectores buscan es imponer su visión del rumbo político y económico que el país debe seguir después de las elecciones legislativas del 14 de noviembre.
El funcionario da pelea contra un destino que cuadros influyentes del oficialismo describen como inexorable y para lo que hablan de dos plazos: las elecciones o la firma de la refinanciación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Ambos hitos podrían volver a desatar la guerra por el nudo del conflicto interno, aunque es posible que venga con sordina y formas más ordenadas. Tal vez Alberto Fernández piense entonces que tomar la iniciativa es el mejor camino para evitar la percepción de que sigue órdenes. Tal vez.
El problema de Guzmán es que en noviembre será parte de un juego imposible de ganar. Si el Frente de Todos mejorara su desempeño de las PASO al punto de darlas vuelta o, al menos, de salir con una derrota más decorosa, la lectura sería que el éxito fue posible gracias al cambio de rumbo –parcial– que el cristinismo forzó con tanto dolor. Si, en cambio, el resultado fuera tanto o más ruinoso que entonces, la culpa sería de la política económica.
La vicepresidenta le lanzó a Guzmán la peor crítica que se le puede hacer a un funcionario peronista: la de haber realizado un ajuste, encima cuando las necesidades de la sociedad se hicieron máximas por las "dos pandemias". Varias veces "señalé que creía que se estaba llevando a cabo una política de ajuste fiscal equivocada que estaba impactando negativamente en la actividad económica y, por lo tanto, en el conjunto de la sociedad y que, indudablemente, esto iba a tener consecuencias electorales", dijo ella en su carta abierta. El ministro, en tanto, sorprendió esta semana al responderle públicamente.
"En la carta, ella considera que había un ajuste fiscal, (aunque) ella misma dice ‘que algunos me dicen que no’. Yo soy uno de los que dice que no: la realidad es que en la Argentina ha habido una política fiscal expansiva", en la que el gasto corrió "muy por encima de la inflación", incluso si se saca de la cuenta el extraordinario, motivado por el confinamiento de 2020, señaló.
En el entorno de Guzmán le dijeron a Letra P que la réplica a Cristina fue producto de la dinámica de la entrevista con Víctor Hugo Morales y que no fue premeditada. Destacan, además, que la referencia fue amable y que el ministro, introducido el tema por el periodista, no podía dejar de aclarar un punto en el que, hay que añadir, economistas de todas las tendencias le dan la razón. Por último, niegan que haya ejecutado una orden presidencial para que diera su versión del tema del momento. Lo cortés no quita lo valiente: el funcionario explicó que, de hecho, no hubo ajuste y que así lo manifiestan todos los economistas, sin distinción. En síntesis, que Cristina Kirchner se empecina en un error.
Como sea, Guzmán demuestra una vez más que trabaja para permanecer en su puesto a pesar de los augurios de que su ciclo tiene fecha de vencimiento. Tanto es así, que ya piensa en los escenarios posteriores a un acuerdo con el FMI, gestión que tendrá una parada que en Economía anticipan decisiva en la reunión que los ministros de Finanzas y titulares de bancos centrales del Grupo de los 20 mantendrán a fin del mes que viene en Italia.
Guzmán espera que en esa cita haya una definición más clara sobre la eliminación de los sobrecargos de hasta 300 puntos básicos que el Fondo aplica a las tasas de interés a los países con deudas muy abultadas y de larga data. "Si se salva eso, solo van a quedar detalles menores para firmar", le dijo a Letra P una fuente familiarizada con esa negociación.
"La agenda del aguante guzmanista va incluso más allá de la de un mero "ministro de deuda". Su próximo objetivo es atacar la informalidad laboral".
Uno de esos "detalles" es la espinosa cuestión de los plazos para devolver el capital –1.885 millones de dólares menor tras el reembolso realizado el último miércoles–. Argentina –algo en lo que ha insistido la vice y que Guzmán comparte– desearía un cronograma más desahogado que los diez años que contemplan los programas de Facilidades Extendidas (EFF). Eso, con todo, requeriría el consenso de los socios del organismo y una reforma. Así las cosas, dado que el futuro EFF no contemplaría grandes pagos por al menos cuatro años, "va a haber tiempo para volver a negociar en base a formatos nuevos que puedan surgir", añadió la fuente. Esta, por último, mencionó otro asunto en el que el ministro insiste: la entidad debería crear un "fondo de resiliencia" con los Derechos Especiales de Giro (DEG, la unidad de cuenta del FMI) que los países más ricos no utilizaron en la última distribución, de modo de ayudar a los más endeudados. "Después de firmar, Argentina va a estar en condiciones de esperar algunos años para mejorar la situación de esa deuda", dijo.
La agenda del aguante guzmanista va incluso más allá de la de un mero "ministro de Deuda". Su próximo objetivo es atacar la informalidad laboral, algo en lo que reconoce que "hay que avanzar más rápido". De hecho, la lectura del funcionario sobre el resultado de las primarias es que los ciudadanos y las ciudadanas no quieren la eternización de los planes sociales, sino empleo de calidad y salarios dignos.
Una digresión: haría bien el Gobierno en precisar este punto cuando el principal presidenciable de Juntos por el Cambio, Horacio Rodríguez Larreta, propone como una novedad el reemplazo de las indemnizaciones por un seguro, no se sabe si al costo de precarizar más el mercado laboral o de desfinanciar el sistema jubilatorio, que se alimenta de los aportes de empleadores y trabajadores.
Como se observa, Guzmán trabaja para quedarse y confía en que el tiempo –elecciones, fin de la pandemia, rebote económico sostenido desde el final del año y dólar bajo control mediante– le acomode el universo. Sin embargo, él no es el único que mira desde abajo la guillotina.
«"Tras la –¿primera?– reforma de gabinete, en los ministerios que cambiaron de conducción, la ratificación de los equipos de trabajo se dio a conocer internamente con un asterisco: 'después de noviembre se verá'".»
Otro es, como desde hace tiempo, el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, a quien el cristinismo adjudica la responsabilidad de que el rebote económico no haya llegado a la población más urgida y haya sido capitalizado, como denunció en su momento la vice, "por cuatro vivos". Aunque incondicional del Presidente, Kulfas sabe, desde la caída en desgracia de Juan Pablo Biondi y el desplazamiento de Santiago Cafiero a la Cancillería, que ya no hay intocables en el Gobierno.
Todos, mientras, velan las armas. Tras la –¿primera?– reforma de gabinete, en los ministerios que cambiaron de conducción, la ratificación de los equipos de trabajo se dio a conocer internamente con un asterisco: "Después de noviembre se verá".
El aire se corta con un cuchillo, porque una cosa es un cese del fuego y otra, la paz.