ELECCIONES 2021

Todo barbijo es político

La grieta impacta otra vez en la estrategia anticovid. “El Gobierno de la infectadura” abre, los custodios de la libertad individual ahora claman por cuidados.

La decisión del Gobierno de eliminar una amplia serie de restricciones sanitarias que permanecían en el marco de la pandemia y, en especial, la obligatoriedad del uso del barbijo en espacios abiertos, salvo en casos de aglomeración de personas, disparó una curiosa dinámica política. Según ella, los “enamorados de la cuarentena” y brazos ejecutores de la “infectadura”, según decían algunos, hoy se precipitan a abrir todo; aquellos críticos, que marchaban los sábados en defensa de sus libertades supuestamente cercenadas, fruncen el ceño y advierten que las medidas son demasiado audaces. Lo importante, se sabe, es la grieta por la grieta misma y mientras el virus SARS-CoV-2 y sus variantes sigan inquietando, todo barbijo será inevitablemente político.

 

 

Es cierto que la cantidad de contagios viene en baja desde hace 17 semanas, que los últimos datos diarios dieron cuenta de 2.034 nuevos casos y 106 muertes y que la temida variante delta, si bien ya está entre nosotros, ha encontrado hasta ahora obstáculos para su expansión en las restricciones que hoy se levantan, en las vacunas y en las mutaciones que le compiten. Sin embargo, la pelea dista de estar ganada.

 

Más realista fue la ministra de Salud, Carla Vizzotti. Esta defendió el desconfinamiento hard al afirmar que "la situación epidemiológica es indiscutible (…) y es realmente óptima”, pero aclaró que “no es momento para sacarse el barbijo. Solamente deja de ser obligatorio cuando vamos caminando por la calle o estamos al aire libre sin nadie alrededor”.

 

Atendió así a las críticas del vocero más serio de la oposición sobre la cuestión, el ministro de Salud de la Ciudad de Buenos Aires, Fernán Quirós, y las lanzadas por varios especialistas: el anuncio pareció triunfalista, dio una falsa sensación de seguridad, resultó ambiguo al hablar de “aglomeraciones” y es, en alguna medida, un piletazo audaz en una situación cuya evolución todavía se desconoce.

 

Lo que el Gobierno acaba de hacer no es más que la aplicación de lo que, al anticiparlo, Letra P llamó “plan primavera”: apertura, más actividad económica, restauración de la vida social, público en espectáculos culturales y deportivos y, en definitiva, alivio en la previa del 14-N.

 

A propósito, ¿cuáles serían los costos políticos para el Gobierno de una eventual marcha atrás en algunos meses?

 

Si de un lado de la grieta, los halcones de la salud pública de ayer mutan hoy en palomas, enfrente ocurre lo contrario. Aprovechando la vocería autorizada de Quirós –alguien elogiado hasta por Cristina Kirchner–, muchos viejos defensores de la libertad, aun cuando costara vidas, devienen ahora en cautelosos custodios de la sanidad.

 

"Vamos a ir viendo día a día y semana a semana en estos próximos diez días”, mientras se apunta a alcanzar un nivel de vacunación con doble dosis del 70% de la población porteña, explicó el ministro de Horacio Rodríguez Larreta. “A partir de ahí le vamos a proponer a la ciudadanía qué recomendamos nosotros y cuál es la mejor manera de cuidarnos. Lo que decimos es que, por ahora, sigamos con el barbijo un poco más”, agregó.

 

Además de la Ciudad de Buenos Aires, Córdoba y Salta, dos distritos que oscilan entre el no alineamiento y la oposición abierta, tampoco adherirán al abandono de los barbijos en espacios abiertos.

 

El giro se tradujo también en cambios en las líneas editoriales de varios de los principales medios de comunicación, con los que hasta ayer nomás hacían todo lo posible por minar la confianza pública en las medidas de prevención y decían que la única política sanitaria debía ser la responsabilidad individual, hoy advierten sobre los peligros de la apertura.

 

La política sanitaria funcionó bien mientras la dirigencia política logró saltar la grieta y actuar mancomunadamente.

 

Al contrario, cuando las conveniencias políticas de unos y otros metieron la cola, el país vivió la peor racha de la pandemia y hoy hay que reconocer que las 115 mil muertes que se llevan contabilizadas pone al país en una situación similar, en relación con la población, a la del Brasil de Jair Bolsonaro, alguien muy criticado por su desaprensión.

 

El voto castigo que el Gobierno sufrió el pasado domingo 12 permanece fresco en la memoria y hay que ver en qué medida el Frente de Todos puede beneficiarse de esta apertura. Si esta es percibida como sincera, las últimas medidas podrían significar el primer paso para remontar una cuesta electoral empinada; si, en cambio, se las entendiera como oportunistas o arriesgadas, el efecto podría ser el opuesto.

 

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