SEMANA SANTA FE

El juego de la silla

Lifschitz era el ordenador del no peronismo y dueño de la poltrona más pesada. Ahora el abanico se abre y son varios los interesados en sucederlo.

Miguel Lifschitz era el dueño de la silla del no peronismo santafesino. La más pesada, la más robusta y de mayor envergadura lo tenía como propietario desde que Omar Perotti lo sucedió en la gobernación de Santa Fe. Ahora, su muerte detona un juego de difícil resolución. Son varios, todos varones, los que quieren la poltrona que quedó vacía.

 

Lifschitz sintetizaba, ordenaba y contenía por igual. Por él y solo por él, la política santafesina no medía su vida en términos de grieta. Él rechazaba por el momento el armado de un gran frente opositor y sostenía el mapa de tercios en la provincia.

 

Ahora la cosa cambia y emerge una lista no reducida de actores que apuestan a ser el jefe de la oposición. Algunos serán candidatos este año y otros no. Entre los primeros asoman el diputado nacional Federico Angelini, el exintendente de Santa Fe José Corral  y el diputado provincial Maximiliano Pullaro. Entre los segundos lidera el intendente de Rosario,  Pablo Javkin.

 

Angelini quiere medirse, sacarse el traje de armador rosquero y ponerse por primera vez el de candidato. En rigor, ya lo fue en 2019, pegado a la boleta de Mauricio Macri, pero esa no cuenta: en la cancha sin padres se ven los pingos. Del ala extrema del PRO, buscará el tutelaje del propio expresidente, del jefe de Gobierno porteño,  Horacio Rodríguez Larreta, y la jefa del partido,  Patricia Bullrich, núcleo puro y duro amarillo.

 

A la espera de que el triunvirato del Frente de Todos (Fernández – Massa – Fernández) firme su designación como director del Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom), Corral estaba convencido de que Lifschitz no sería de la partida y que, en cambio, había que planificar una elección polarizada desde el vamos. El excandidato a gobernador por Cambiemos mantiene niveles de conocimiento, apuesta a una dupla con el concejal rosarino PRO Roy López Molina y, fruto de una buena sintonia con el capitalino, vende “larretismo santafesino”.

 

A Pullaro, por su parte, no le sobra tiempo para tomar decisiones. Empezó a mover rápido esta semana porque entiende que hay una reconfiguración de fuerzas en la Legislatura, que ahora no hay 28 bancas del Frente Progresista, sino que hay 14 del socialismo, 11 de la UCR que él conduce y tres de otros partidos. Eso no implica que vaya a romper su vínculo con el PS a la vuelta de la esquina, pero es una posibilidad. El diputado cree hace rato que la política vernácula se divide en peronismo – no peronismo y su pertenencia al Frente se explicaba solo en su relación con Lifschitz. Ahora le asoman dos opciones, pegar el salto, drástico y brusco a Juntos por el Cambio o insistir con el viejo y querido frente de frentes.

 

Dicho trío tenía decidido competir este año. Cada uno por sus razones, pero con la carrera hacia 2023 en la mira. Sin Lifschitz en el tablero, los ánimos se exacerban y los tiempos se acortan. Hay mucho ruido político en Santa Fe.

 

A Javkin, por el contrario, no le toca ser candidato este año. Tenía pensado cerrar con Lifschitz y alambrar Rosario y, ahora, la coyuntura le demandará otras tareas. El intendente pretende convencer a una opción progresista (¿Antonio Bonfatti?) para pulsear en la categoría senador nacional. A la larga, su plan político era de ocho años en Rosario y después le llegaba su turno. Ahora, los tiempos se aceleraron y el intendente se ve como un jugador clave del no peronismo.

 

El devenir de las cosas puso al arco opositor en ebullición. En lo electoral, con muchas cosas a resolver y poco tiempo. Lifschitz era una absoluta referencia. Ese lugar quedó vacío.

 

Tridente. El intendente de Santa Fe, Juan Pablo Poletti, con sus dos secretarios, Mastropaolo y Boscarol. 
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