“¿A qué nivel puede llegar la grieta? ¿Quieren cavar la Zanja de Alsina en la General Paz?”
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“¿A qué nivel puede llegar la grieta? ¿Quieren cavar la Zanja de Alsina en la General Paz?”
La ironía del gobernador Axel Kicillof durante la conferencia del jueves grafica el abismo que separa al oficialismo de la oposición en la lucha contra la pandemia, mientras una sociedad indefensa contempla, atónita, la avalancha de contagios que amenaza llevarse puesto el sistema sanitario y la vida.
Llama la atención la falta de criterio unificado entre dos gestiones que gobiernan ese conglomerado demográfico único, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y los 40 municipios del conurbano bonaerense. Y resulta llamativo que la guerra haya estallado por la suspensión de las clases presenciales. Ante la dimensión del desastre, ¿cuánto más golpea al proceso de enseñanza/aprendizaje ya hecho añicos abandonar las aulas durante diez días? (en rigor, cinco días, si se contempla el sistema rotativo de presencialidad por alumno dispuesto para cumplir con las burbujas).
Con su decisión de adherir al DNU presidencial, Kicillof se ajusta a la fórmula encierro pausa contagios, la única herramienta que demostró efectividad en el año y pico de pandemia en un mundo carente de vacunas. Al mismo tiempo, oxigena lo que podría ser su principal activo electoral: una gestión sanitaria que muchos catalogan como buena en el contexto de la catástrofe mundial toda vez que, a diferencia de lo sucedido en muchos otros países, en Buenos Aires aún no ha colapsado el sistema. El gobernador busca ganar tiempo y espera con ansiedad el lote que le corresponde del millón y medio de vacunas que llegarán este domingo al país; más de medio millón de Sputnik V y 964.000 de Oxford/AstraZéneca.
No parece descabellado el argumento del oficialismo: suspender la presencialidad para achicar la circulación de personas. ¿Miente o exagera el gobernador cuando dice que el 37% de la circulación se explica en la actividad escolar?
La oposición con responsabilidad de gestión, encabezada por Horacio Rodríguez Larreta y un puñado de intendentes del conurbano, aduce que en las escuelas no se producen los contagios. Bajo ese argumento, un funcionario de la mesa chica amarilla dijo a Letra P que la decisión anunciada por AF es una “maniobra electoralista” para mancarle el caballo de la educación al jefe de gobierno porteño. “Tienen la garganta fatigada de tanto defender el rincón educativo del que intentan adueñarse después de destruirlo”, chicanearon en un despacho peronista del conurbano sur.
Intendentes amarillos consultados por este medio hablan de “intencionalidad política” y “postura ideología” en la toma de decisiones del gobierno bonaerense. Y denuncian el “armado de un proceso de demanda de cierre” del que participaron gremios docentes “afines” para suavizar el impacto de la decisión. “Ganó el ala kirchnerista del gobierno”, dicen y critican que Kicillof no los haya convocado a la reunión que mantuvo con jefes comunales oficialistas horas antes del anuncio presidencial.
Sospechan que la decisión no fue tomada en la Casa Rosada sino en el ala kirchnerista de la coalición gobernante, y más precisamente en La Plata, con anuencia de Cristina Fernández de Kirchner. El gobernador, asesorado por el ministro Daniel Gollan y el viceministro Nicolás Kreplak, estaba decidido a un cierre más duro, pero sabe que ninguna medida sirve si no es acompañada por la Ciudad. Así se explicaría el metro adelantado en el que quedaron el ministro Nicolás Trotta (Educación) y la ministra Carla Vizzotti (Salud).
Decidido a encabezar la contienda, el gobernador fue a fondo contra Larreta y ubicó a toda la oposición en la misma bolsa, aunque en ningún momento nombró a los intendentes. Ya no más halcones y palomas, dijo. Esa postura, replicada luego por jefes comunales de su espacio y miembros de su gabinete, parece ser parte de la estrategia del FdT en el arranque del año electoral para diluir el dialoguismo opositor en la figura de Mauricio Macri y Patricia Bullrich. La imagen de la exministra junto a un grupo de manifestantes frente a la Quinta de Olivos le sirvió al oficialismo y enojó a algunos dirigentes amarillos.
Kicillof, en llamas. Macri incitando al desacato. Fernández acusando a Larreta. Bullrich caceroleando frente a Olivos. Larreta yendo a la Justicia. Como dirían los pibes, esta semana tuvimos una grieta nivel Dios. Mientras tanto, 30.000 contagios.