EL OJO EN LA CERRADURA

Yo me equivoqué y pagué

Medida en la Ciudad y la provincia a la vez para 2021, Vidal fantasea con pelear la presidencia en 2023. El arrime a Monzó y la paz urgente de la trilogía PRO.

El horizonte inmediato de María Eugenia Vidal asoma despejado. Como mínimo, hasta marzo, no deberá tomar una decisión sobre dónde y cómo jugará en 2021 o si jugará o no; si las especulaciones sobre una suspensión de las PASO se confirmasen, la deadline se correría tres o cuatro meses más. Más allá de esa primera estación, el largo plazo le muestra otra, 2023. La exgobernadora bonaerense fantasea con pelear la presidencia, un plan sostenido en un montón de “y si”. ¿Y si Mauricio Macri sorprende y quiere pelear otro mandato y no hay acuerdo interno? ¿Y si el escenario electoral requiere más de una mujer que de un hombre? ¿Y si gana la provincia de Buenos Aires el año que viene? ¿Y si el plan presidencial de Horacio Rodríguez Larreta sufre un traspié y queda fuera de carrera? Demasiados “y si” para una proyección que, por ahora, no es más que una expresión de deseo.

 

Si se le pregunta a Vidal qué quiere hacer el año que viene, ella responde por la negativa: “No quiero equivocarme”. Si no está convencida de qué hacer, elegirá no hacer nada. Ese no hacer nada podría implicar, incluso, no someterse a las necesidades de Larreta para sentar un mojón en 2021. En el entorno de la exgobernadora, confían en que el jefe de Gobierno porteño tampoco la empujaría a un plan suicida, idea que se topa con la lectura que hacen en el larretismo, que ven en Vidal un comodín para condicionar el escenario electoral a uno u otro lado de la General Paz y el Riachuelo al servicio del jefe de Gobierno. “Horacio también necesita que María Eugenia no se equivoque”, avisan cerca de ella.

 

Mientras todos los croquis de lo que puede ser 2021 tienen el nombre de Vidal yendo de un lado a otro, en su entorno no sienten esa presión y le restan relevancia al impacto futuro de las elecciones de medio término. Piensan en los casos de Sergio Massa en 2013 y, más atrás, Francisco de Narváez en 2009, quienes parecían llevarse todo por delante por un triunfo en las legislativas en la provincia de Buenos Aires y, luego, terminó uno en un acuerdo con los sectores del peronismo que por entonces enfrentaba y, el otro, directamente retirado de la política. Hay ejemplos también por la contraria, pero cada uno encuentra los ejemplos que más y mejor se acomodan a su propia visión de las cosas. Un vicio de lo más común.

 

 

De lo que están convencidos es de que otra derrota ruidosa, como la que sufrió en 2019 a manos de Axel Kicillof, es algo de lo que la carrera política de Vidal difícilmente podría recuperarse. Sin embargo, la cosa es distinta si su retorno a las urnas acaba con una victoria del Frente de Todos, pero ajustada. Ahí encuentran otro ejemplo en el cual reflejarse: Cristina Fernández de Kirchner 2017. ¿Cómo sería el paralelismo? La hoy vicepresidenta perdió ese año contra Esteban Bullrich, pero dos años después puso ese balsa gigante de votos para desarrollar un plan que concluyó con la elección de Alberto Fernández como candidato a presidente. “Si Vidal pierde pero por poco y con muchos puntos, se sienta como accionista mayoritaria en cualquier mesa para 2023”, se entusiasman en el vidalismo, con una lectura que puede funcionar desde la matemática, pero la política no siempre es así de lineal.

 

UN PACTO PARA VIVIR. La posibilidad de un pacto con Emilio Monzó para armar algo juntos hacia las legislativas 2021 es algo que el vidalismo reconoce como posible, aunque todavía ve muy verde. El jueves 12 de noviembre fue la última cumbre, en casa del exjefe de Gabinete y operador político de Vidal, Federico Salvai. Por la exgobernadora también estaba el diputado Cristian Ritondo; Monzó llegó con el expresidente del bloque de diputados del PRO Nicolás Massot.

 

Según la versión vidalista, fue Monzó quien se acercó a recomponer las relaciones que habían quedado muy dañadas luego de que, en el armado de las listas 2019, el entonces presidente de la Cámara de Diputados se fuera con un gusto agrio en la boca de la reunión que mantuvo con Vidal, dueña de la lapicera bonaerense ese año, ya que se llevó casi nada de lo que había ido a buscar. Este conflicto parte de una lectura iniciática contrapuesta: mientras Monzó se adjudica la autoría intelectual de “mudar” a Vidal a la provincia de Buenos Aires, Vidal no reconoce ese padrinazgo. Por necesidad y urgencia, ese desacuerdo parece haber quedado en el olvido.

 

 

 

LOS DOS NIVELES. La relación entre lo que fue la trilogía empoderada del macrismo, integrada por Macri, Vidal y Rodríguez Larreta, se transformó en un vínculo que ninguno de los tres quiere quebrar. Lo cuidan porque lo necesitan. Ese trabajo por evitar quiebres hace que, muchas veces, paguen justos por pecadores. La bronca de Vidal se concentró en Marcos Peña cuando la Casa Rosada le bajó el pulgar al plan de desdoblamiento de las elecciones bonaerenses del año pasado; Macri enloqueció con Salvai, a quien le adjudicaba ser el diablo que le metió esa idea en la cabeza a su aliada. ¿Lo cierto? La que quería desdoblar era Vidal y el que dijo que no fue Macri.

 

Esa foto refleja los dos niveles de esas interrelaciones: la buena convivencia garantizada entre los liderazgos baja en formato de internas a las segundas y terceras líneas. Esa convivencia escribió su última página la semana pasada, cuando los tres se vieron en la casa del expresidente, en Acasusso. Fue una ronda de repaso de la agenda de Juntos por el Cambio a nivel alianza y un nuevo baño de tranquilidad de Macri a quienes fueran sus funcionarios en el Gobierno de la Ciudad: como dijo públicamente y como insiste en cada charla hacia adentro, ratificó que no tiene ningún interés en ser candidato en 2021.

 

Lo que no termina de aclarar Macri es qué pedirá a cambio de ese corrimiento o cómo se cobrará su cuota parte en la alianza opositora. En la Ciudad, esperan que, además de por Patricia Bullrich, pida por alguien más para la lista de aspirantes a diputadas y diputados nacionales; en la provincia de Buenos Aires, creen que el delegado del riñón macrista será Miguel Ángel Pichetto.

 

LA REGLA DEL AMBA. Vidal no ve antinatural su retorno al territorio porteño, el cual pisó como ministra y vicejefa de Gobierno antes de ser la que rompió la hegemonía peronista en la provincia de Buenos Aires. Se apoyan en una interpretación libre del efecto coronavirus. “Nunca jamás se interpretó a la provincia y la Ciudad como una misma cosa como en la estrategia sanitaria. Hasta Kicillof estuvo todo el año diciendo que el AMBA (Área Metropolitana de Buenos Aires) es una sola cosa”, desarrolló un hombre muy cercano a la exgobernadora.

 

Dan por descontado que el Frente de Todos alentará de alguna manera una lista de Consenso Federal en la provincia de Buenos Aires para garantizarse una avenida del medio que chupe votos de Juntos por el Cambio. En eso ya trabaja Monzó, que entre las rondas de reuniones que viene sosteniendo habló con Juan Manuel Urtubey, exgobernador de Salta y por ahora dirigente de ese espacio que, en 2019, llevó a Roberto Lavagna como candidato a presidente y a Urtubey como vice.

 

Si la cancha se embarra mucho en la provincia y el riesgo de ir a un calvario electoral se acrecienta, Vidal tendrá dos opciones: volver a competir por la Ciudad o postergar su relanzamiento a 2023. Para lo primero, la competencia es feroz: ocho bancas consiguió Cambiemos en 2017 con casi el 51% de los votos. Son las que debe renovar ahora. Ahí pretenden colar nombres Macri (quiere a Bullrich y uno más), Elisa Carrió, la UCR y hasta Graciela Ocaña.

 

Con todo este menú de posibilidades enfrente, Vidal se abraza a esa idea: su prioridad será no equivocarse. Tal vez, cree, el cosmos juegue un partido extraño y la posicione como presidenciable, algo hoy inverosímil. En el larretismo, no están ni cerca convencidos de eso y, por el contrario, le auguran otro destino. “¿Te imaginás una fórmula Larreta-Vidal en 2023? ¿No la votás?”, se entusiasmó un alto funcionario porteño en un llamado con este cronista, quien se reservó su opinión.

 

Patricia Bullrich, presidenta del PRO.
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