La foto con Elisa Carrió en su chacra de Exaltación de la Cruz no pudo haber caído en peor momento. “Con Horacio (Rodríguez Larreta) están más cerca que nunca, por eso sorprendió”, cuenta un estrecho colaborador de Mauricio Macri de su relación actual con el jefe de Gobierno porteño. Igual la bronca ya pasó, la alianza opositora finalmente se alineó en una estrategia única por el caso Rafecas y el expresidente, con la interna presuntamente aplanada, volverá a su rutina habitual de reuniones, reales y virtuales, con empresarios y dirigentes de Juntos por el Cambio (JxC), muchos de los cuáles no tenían acceso directo a él cuando era el inquilino de la Casa Rosada.
Para Macri, el vínculo con quien fuera su jefe de Gabinete durante los ocho años que estuvo al frente de la Ciudad pasa por un gran momento. Hablan casi todos los días, discuten la actualidad y también el futuro y lejos quedaron los resquemores por la estrategia electoral de 2019, cuando el ingeniero le entregó la llave de la campaña a Marcos Peña y la Casa Rosada le impidió a María Eugenia Vidal desdoblar las elecciones bonaerenses. La misma sensación de armonía transmiten desde las cercanías de Larreta.
Un llamado entre ellos y una videollamada de la mesa nacional de Juntos por el Cambio puso paños fríos a la escalada de tensiones que disparó la posición de Carrió con respecto al pliego de Daniel Rafecas en el Senado. Macri dice que subestimaron el ruido que iba a generar ese cuadro campestre y luminoso en el ala ultra de JxC, primero, y en el sistema político, después. Aunque parezca difícil de creer, el expresidente elige pensar que no hubo allí dobles lecturas ni un aval implícito al plan de Lilita. Es decir, piensa exactamente lo opuesto a lo que interpretó la política.
Sí, claro, hay una tensión latente entre los dos. Cada vez que da una entrevista, Macri se encarga de posicionarse por encima del resto, incluido Rodríguez Larreta. ”Valoro que todos tengan vocación, que todos quieran ocupar un cargo, que todos los curas quieran ser papa”, le dijo hace tres semanas a Infobae, asignándose a él mismo el rango de pontífice -con algo de lógica: fue presidente- y a todos los aspirantes a sucederlo, el de cura.
En otra nota, le bajó el precio a Larreta: lo puso en el mismo nivel que otros y otras dirigentes como Vidal, pero también como Patricia Bullrich, Alfredo Cornejo o hasta el diputado mendocino Omar de Marchi. En ese mismo reportaje con La Nación, celebró el “crecimiento de Horacio” en “su primera experiencia de no estar debajo de mi paraguas”. Vaya aliento. En las oficinas de Macri en Olivos, le encuentran una explicación a esto. “Mauricio no puede empujar abiertamente a Horacio porque, si lo hace, complica la alianza y, si complica la alianza, complica el plan presidencial de Horacio”, relató un habitué de la intimidad macrista.
MI PANA MIGUEL. Nadie entró tan bien y tan rápido al círculo de confianza de Macri como Miguel Pichetto. El acceso que consiguió quien fuera presidente del bloque de senadores kirchneristas en los 12 años de Néstor y Cristina Kirchner es solo comparable con el que ostenta el exsecretario general de la Presidencia Fernando de Andreis o el que alguna vez tuvo Marcos Peña.
Si hubiese que armar un podio, el tercero en la nómina de favoritos detrás de De Andreis y Pichetto sería Hernán Lombardi y no Bullrich, quien, si bien mantiene excelentes relaciones con Macri, nunca se ganó la llave a la intimidad del día a día. Igualmente, la presidenta del PRO es una pieza clave en la mesa de negociaciones de Macri para 2021. Puede serlo también el propio Pichetto, quien todavía no definió con el expresidente cómo y dónde jugará en las legislativas del año próximo, pero todos los números apuntan a la provincia de Buenos Aires. Él, ya dijo, no será candidato el año que viene.
Completamente fuera de ese círculo quedaron Emilio Monzó y Rogelio Frigerio. A diferencia de lo ocurrido con Larreta, las fricciones con respecto a lo ocurrido en 2019, lejos de saldarse, se agigantaron. La responsabilidad que Macri les cargó por las relaciones con el peronismo durante su gobierno terminaron de romper lo que ya estaba roto. “No eran un objetivo, no fue premeditado”, asegura un dirigente muy cercano al expresidente. Incluso, dicen que, tras la entrevista, hubo un reproche a su amigo entrevistador, Joaquín Morales Solá, por meterlo en ese lío. La respuesta del periodista la mantienen en reserva.