Llega temprano, como nunca en su vida. Habla con Alberto Fernández de manera permanente, consulta economistas con obsesión y activa las videoconferencias con fondos de inversión de San Pablo y Nueva York.
Se siente parte esencial del 47% de los votos que obtuvo el Frente de Todos y así se lo reconocen Fernández, su compañera de fórmula y Kicillof.
Después de haberse perdido unos años en el shopping del antikirchnerismo, Sergio Massa está otra vez arriba de la escalera mecánica que lleva al poder. Se siente parte esencial del 47% de los votos que obtuvo el Frente de Todos y así se lo reconocen Fernández, su compañera de fórmula, Cristina Kirchner, y Axel Kicillof. Coinciden en que Massa se acopló a la campaña con una disciplina sorprendente, con apariciones en medios locales y predisposición para ocupar un rol secundario, aunque tal vez decisivo. En eso, les lleva ventaja a casi todos. Su primera campaña electoral fue hace exactamente dos décadas, cuando ingresó como diputado provincial, con apenas 27 años, en la boleta de Eduardo Duhalde y Ramón “Palito” Ortega. Desde entonces, casi no paró de ser candidato.
Animal político, obsesivo del poder, ambicioso hasta la médula, el ex jefe de Gabinete de Cristina Kirchner ya adivina el horizonte y piensa en una reconstrucción que lo deje bien parado para lo que viene, en todos los planos. Tiene un equipo reducido de incondicionales que lo sigue entre Tigre y el segundo piso de las oficinas de avenida Libertador. Malena Galmarini, Raúl Pérez, el histórico apoderado Eduardo Cergnul y Diego Bossio, el objetado sin piedad por CFK. Desde Barcelona, Antoni Gutiérrez Rubí no se despega de la Argentina opositora en la que prende su eslogan de la “nueva mayoría”. La diversidad, la promesa de no repetir errores del pasado, la convicción de que hace falta un gobierno amplio en serio para gobernar el país endeudado y atado al Fondo que deja Macri; todo eso forma parte del kit argumental del nuevo Massa.
CENTRO A LA CABEZA. Sus apariciones en los medios ya no son cruzadas individuales: forman parte de una estrategia mayor coordinada con el candidato a presidente que hasta hace unos años trabajaba a sus órdenes. Se reparten roles y tareas en una coalición panperonista donde su tarea -está claro- es ir a la caza del voto de centro moderado, el sector que sintió urticaria durante los últimos años del cristinismo en el poder y lo acompañó en sus inicios renovadores.
Massa se ve y habla de manera permanente con Emilio Monzó. Espera desde hace años la oportunidad de reencontrarse en un proyecto común.
Massa escucha especialmente a Miguel Peirano, el ex ministro de Néstor Kirchner que fue parte del primer Frente Renovador y siempre le transmitió una visión hipercrítica del macrismo económico. También Fernández tiene un buen concepto del economista que se fue del gobierno de CFK enfrentado con Guillermo Moreno.
El ex intendente ya empezó con la etapa post aluvión electoral. El mismo domingo a la noche habló con Graciela Camaño, su madre política que partió con todo el dolor del mundo. Confía en traerla de nuevo al universo de lo que fue el Frente para la Victoria después de las elecciones. Hay un lejano antecedente: aquellos primeros años del nestorismo donde el duhaldismo se acoplaba sin traumas a la nueva era.
También Marco Lavagna volvió a peregrinar por la zona de Retiro, como cuando no trabajaba para la candidatura de su papá. El puente que promociona Sergio no se agota en ellos. Siempre con el GPS prendido, Massa se ve y habla de manera permanente con Emilio Monzó y ni se le ocurre ya cruzar hacia la zona del Museo Ferroviario, donde resiste el vidalismo. Espera desde hace años la oportunidad de reencontrarse en un proyecto común con Emilio, el político marginado que el macrismo del entusiasmo dejó arrumbado en el Congreso. Tantas veces promotor de una confluencia de centro lejos de los extremos, el presidente de la Cámara de Diputados ahora es convocado por su amigo para el andamiaje del Frente de Todos.
Habemus foto espontánea. Después de seis años, en Malvina Argentinas, CFK y Massa, en el mismo cuadro.
SUMA+. Massa sumó sus votos en la Primera sección electoral, el peso de sus diez intendentes en el interior y la voluntad de sus sin tierra que quieren quedarse con municipios vidalistas. El mapa de influencia que le mostró a Kicillof en aquel almuerzo en la parrilla Roldán, a principios de julio, respondió tal como se esperaba. De repetirse esos resultados en octubre, Massa habrá sumado seis diputados nacionales -incluido él- y nueve provinciales. Además, el ex socio de José Manuel De la Sota colaboró con Fernández en la Córdoba antikirchnerista y en la Jujuy de Gerardo Morales. La cuenta que se hace en las oficinas del Frente Renovador es lineal y generosa para el aporte del ex intendente. Resalta que, si se suman los votos que obtuvieron Daniel Scioli y Sergio Massa en las PASO de 2015, el resultado da 11.951.647: 329.627 votos menos de lo que obtuvieron los Fernández, 11.622.020. Es un aritmética discutible que deja de lado auge y decadencia del macrismo, que transformó a sus votantes de 2015 y 2017 en desertores. Pero da una idea de la percepción que tiene de sí mismo -y busca proyectar- el futuro diputado.
A cambio, recibió del retador de Macri un apoyo fuerte que incluyó la visita al búnker de los renovadores y los elogios para figuritas difíciles como Mirta Tundis, que rechazaban cualquier acercamiento con CFK. Fernández está convencido de que Massa aportó mucho en el voto de los jubilados y se cansó de felicitarlo por uno de los golpes que le entró a Cambiemos en plena campaña: el de haber señalado que el Gobierno escondía al Presidente en la campaña. También la Cristina de la conciliación elogió a los Massa, apenas llegada para la famosa foto en Malvinas Argentinas. A Malena, por “lo lindo que tiene el pelo”; a Sergio, por su mensaje hacia las pymes en San Martín.
LA ÉPOCA DEL PODER. Como el resto del Frente de Todos, Massa sabe que tiene que apretar los dientes y llegar a octubre. Después, se abrirá un nuevo escenario de corto y mediano plazo. Acostumbrado a tomar decisiones, el ex intendente prefiere un cargo en el Poder Ejecutivo, pero dice estar a disposición para lo que Alberto quiera. Sabe que Fernández no será títere de nadie y apuesta a sellar una alianza fuerte con él. Sin embargo, en el comando del massismo residual hoy no hay intención de ir a una confrontación con el cristinismo, esa postal fratricida que deleita a los formadores de opinión que hasta el domingo pasado militaban la reelección de Macri.
Los que acompañan a Massa dicen que está consciente de la nueva etapa y preparado para lo que venga. “Sabe que tiene que esperar”, dicen.
Los elogios de Máximo Kirchner a Massa la noche de la victoria, en el escenario del búnker opositor, fueron más que una formalidad. El líder del Frente Renovador, que tenía entre sus muletillas de campaña el golpe fácil a La Cámpora, ahora exhibe una sintonía fina con la agrupación que lidera el hijo de CFK. Los gestos son recíprocos y, según afirman, en uno y otro lado existe una fuerte afinidad “generacional”. No sólo pesa MK, también lo hace el orfebre Eduardo “Wado” De Pedro.
La ganancia para Massa ya se empieza a notar. Los sondeos marcan que salió del incómodo pasillo del medio, donde lo linchaban macristas y kirchneristas. Ahora, su nivel de rechazo -que había subido a niveles preocupantes- se reduce y le permite reconciliarse con sectores que le habían picado el boleto. Quedan, por supuesto, algunas viudas del macrismo que sienten que un “amigo” pasó a las filas del “enemigo”. Se puede decir que el ex intendente fue frontal: comunicó su decisión de sumarse al andamiaje del Frente de Todos en la alfombra de un foro organizado por el Grupo Clarín.
Atrás va quedando el error de cálculo que lo llevó a apurar por lo menos ocho años su candidatura presidencial, por una combinación de factores externos, ambición propia y -tal vez- presión de algunos sponsors. Los que acompañan a Massa dicen que está consciente de la nueva etapa y preparado para lo que venga. “Sabe que tiene que esperar”, dicen.
El salto de Massa desde la coreografía inviable de Alternativa Federal hasta el Frente de Todos reactivó algunas alianzas y dejó otras en el camino. La reconciliación con Cristina vía Fernández lo devolvió a la senda del poder, una adrenalina que lo pone en movimiento como a pocos. Con abstinencia durante los últimos años, con una avenida del medio que no existe más, los que le anunciaban la muerte política empiezan otra vez a marcar su teléfono. A su lado, afirman que se prepara para volver al poder y que ya huele el aire de un cambio de época. En Comodoro Py, sostienen que el juez federal Claudio Bonadio dejará finalmente su juzgado después de toda una vida de compromiso cívico. Hasta el papa Francisco, según dicen, envió desde el Vaticano su perdón celestial.