LO QUE VIENE | CAMBIEMOS

Partidos x el Cambio

La alianza saliente se dispone a bifurcarse. De un lado, la ancha avenida de la generación moderada. Del otro, los viejos del rencor. Coroneles, tropas y dos mujeres para la pelea 2021.

Si se confirman los resultados de agosto, como piensa la mayor parte de Cambiemos que sucederá, en dos semanas la alianza que sirvió para ganarle las elecciones al kirchnerismo dejará de estar unida por el poder. El 28 de octubre comenzará a darse de manera frontal una discusión que hoy ya se percibe a través de gestos, declaraciones y movimientos.

 

Salvo Mauricio Macri, Marcos Peña y los funcionarios que se cuentan entre los feligreses del #SíSePuede”, el resto de la dirigencia piensa que nada será igual. Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Diego Santilli, Alfredo Cornejo, Martín Lousteau, Emilio Monzó y Rogelio Frigerio conforman un arco heterogéneo que se unifica en contra de la escuela del optimismo permanente. Del otro lado, el Presidente y el jefe de Gabinete apenas cuentan con Elisa Carrió y dos figuras de cultura peronista que se pegan al efecto Bolsonaro, Miguel Angel Pichetto y Patricia Bullrich.

 

Macri y Peña apenas cuentan con Elisa Carrió y dos figuras de cultura peronista que se pegan al efecto Bolsonaro, Pichetto y Patricia Bullrich.

“La elección va a poner a cada uno en su lugar. Una cosa es que la estrategia dé resultado y entres al balotaje. Otra, que te peguen una paliza fenomenal”, le dijo a Letra P uno de los dirigentes que ya advierte una tensión inevitable a partir del lunes siguiente a la elección.

 

En el ala moderada del actual Juntos por el Cambio dicen que hoy el debate entre los distintos sectores está postergado, pero admiten que por abajo todos piensan en el día después. Si Larreta logra retener el botín de la Ciudad, quedará habilitado para ser uno de los vértices de una construcción que deberá velar al padre, después de cuatro años de fracaso estrepitoso en la economía y una derrota electoral que en las PASO resultó apabullante. El duro Cornejo y el ambicioso Lousteau también se ubican entre los que dicen que hace falta constituir “un grupo homogéneo” que “piense en el mismo sentido”, “que construya colectivamente” y que no deje huérfanos a los entre ocho y diez millones de votos que se ilusionaron con la aventura de Cambiemos.

 

 

En la misma sintonía aparece por ahora Monzó, el marginado de Peña que termina el ciclo amarillo como el único que parece a salvo de la catástrofe. Con el manual del buen perdedor, el presidente de la Cámara de Diputados tragó saliva y dejó que decantara el resultado electoral, pero no se apuró a hacer leña del árbol caído. A Monzó lo llaman desde el Frente de Todos, pero -dicen cerca de él- todavía permanece en el intento de ordenar los restos de la alianza y no cede a los que le plantean que la alternancia que viene se dirime dentro del ancho peronismo. Bajo su ala herida, militan los que, como Nicolás Massot, llaman a terminar con la “farsa” de un rejunte que sólo sirvió para ganar elecciones, a caballo del antiperonismo. Son los que entienden que no hay manera de estirar la vida de la coalición. “Cambiemos está terminado. No podés reconstruir un fracaso”, le dijo a Letra P un peronista que hace rato perdió la ilusión del #SíSePuede”.

 

 

 

LA GENERACIÓN MODERADA. Frente al ala ultramontana que lideran Carrió, Pichetto y Bullrich, los moderados de Cambiemos ven dos escenarios posibles. Uno, el menos probable, el de un kirchnerismo revanchista que vuelva otra vez para alinearse con Venezuela y profundizar la polarización que lleva una década. El otro, con un regreso del peronismo al poder en clave conciliadora, a tono con los últimos gestos de una Cristina Kirchner que da un paso al costado y de un Alberto Fernández que llama a sepultar “la grieta”.

 

En el ala disidente del macrismo puro, piensan en un tipo de oposición dialoguista ante un eventual gobierno del Frente de Todos. Que apoye las medidas correctas en el caso de que Fernández acierte con el rumbo y que esté dispuesta a encontrar consensos. “Si el otro deja de ser lo que era, vos no podés seguir siendo lo mismo”, dicen.

 

La tesis es que en 2020 Argentina ingresa en un nuevo bipartidismo de centro o una bipolaridad de coaliciones con menos confrontación y menos pirotecnia. Ese espacio ya imagina una fuerza más amplia que incorpore a peronistas no kirchneristas como Juan Manuel Urtubey y Marco Lavagna -en representación de su padre- y sumar a figuras que quedaron postergadas, como Margarita Stolbizer, de buen dialogo con Vidal, Lousteau y Monzó.

 

 

 

En los últimos días, fueron Cornejo y Gerardo Morales -el más macrista entre los radicales- los que se adelantaron a mostrarse con el gobernador de Salta con la excusa de la Copa Norte de Futbol. Pero también Monzó y Vidal mantienen una buena relación con el candidato a vicepresidente por Consenso Federal. Para el vindicador de la rosca, Urtubey es el emblema del “peronismo disecado” que sonó para Cambiemos.

 

Ni Larreta ni Monzó ni Lousteau ven que la grieta en Argentina se organice en torno a la alternativa “autoritarismo versus democracia”, el empecinado eslogan de Macri, Peña y Jaime Durán Barba que la crisis y el aluvión de votos contra el Presidente hicieron volar por los aires. Al contrario, ven que dos polos se edifican con un componente de clase marcado. “Mirá las marchas”, le dijo a Letra P uno de los miembros de la alianza Cambiemos, que además es candidato.

 

En ese esquema, el peronismo es el dueño de los votos de los sectores más postergados, los trabajadores sindicalizados y una parte de la clase media; mientras, el oficialismo concentra la adhesión de la clase alta y parte de la clase media antiperonista. La generación de los moderados piensa en un elenco transversal de dirigentes que, tarde o temprano, deberá ir a confrontar en el terreno electoral con la variante dura de Macri y Carrió, en el caso de que el Presidente decida aferrarse a la política, aún después de una derrota contundente.

 

 

 

LOS VIEJOS DEL RENCOR. La línea dura del macrismo es la que gobernó durante cuatro años con escasos momentos de apertura y la que todavía hoy dirige la campaña nacional. Para el ala disidente de Cambiemos, son los que, por “convicción”, por “conveniencia” o por una cuestión “emocional”, encarnan al antikirchnerismo visceral. La confrontación del macrismo con el kirchnerismo en especial y el peronismo en general trajo un rédito electoral formidable durante varios años, pero no alcanzó para gobernar.

 

El espacio que integran Macri, Peña, Carrió y el recién llegado Pichetto proyecta un partido antiperonista duro, alimentado por el rencor personal y por un núcleo duro difícil de despreciar a nivel social.

Hacia adelante, el espacio que hoy integran Macri, Peña, Carrió y el recién llegado Pichetto proyecta un partido antiperonista duro, alimentado por el rencor personal y por un núcleo duro difícil de despreciar a nivel social. Salvo Peña, el resto es parte de una generación que acumula más tiempo -y frustraciones- en la política y se destaca como un grupo mucho más conservador en lo ideologico, lejos del pragmatismo que vendía el manual de Durán Barba.

 

Sin embargo, nadie sabe hasta cuándo puede durar ese cuarteto irregular que tiene también a Bullrich como parte de la tropa. El senador del PJ que se sumó al macrismo a último momento es un actor muy intenso de la propaganda electoral, pero no está claro qué lugar ocupará desde el 28 de octubre. Muchos lo ven sentado en la Auditoria General de la Nación y sin participación en el fuego cotidiano de la política. Lo misma pregunta vale para el Presidente y su jefe de Gabinete, dos estrellas de la polarización que están conociendo por primera vez la derrota.

 

En torno a Carrió, órbita un sector del radicalismo que tampoco parece ser mayoría. El ala que encarna Mario Negri en Diputados camina hacia una pulseada interna con el sector de Cornejo, aquel ministro de Julio Cobos que selló el acuerdo con Alberto Fernández para la fórmula “Cristina, Cobos y vos”: todo indica que se van a enfrentar por el liderazgo, por los cargos y por la línea frente a un eventual gobierno de los Fernández. 

 

 

 

Ese núcleo de acero, base de la alianza que derrotó al kirchnerismo, garantiza un piso electoral inigualable para volver a ser oposición, pero tiene límites marcados para construir una mayoría, más aún, después de cuatro años de gobierno de Macri que terminan con todos los indicadores en rojo y mucha desilusión en los votantes de Cambiemos.

 

A la disputa por la jefatura de la UCR, se suman el rabioso antikirchnerista Morales y el especialista Enrique “Coti” Nosiglia, que carga con la mochila de un pasado cuestionado pero tiene alto predicamento en un sector del radicalismo. Acostumbrado a moverse en las sombras, el ex ministro del Interior debería asumir un rol público más intenso si pretendiese liderar al menos un tiempo de transición. Lo mismo pasa con el liderazgo en el PRO, que desde hace cuatro años el jefe de Gobierno porteño, la gobernadora bonaerense y el presidente de la Cámara de Diputados cuestionan mucho más en privado que en público. Horacio se imagina victorioso y quiere a María Eugenia en la provincia, pero no son pocos los que dudan de su capacidad para sobrevivir cuatro años en el territorio madre de todas las batallas, lejos de la función pública.

 

 

¿Vidal versus Carrió? En la alianza saliente ya imaginan la cartelera de las legislativas del medio término albertista.

 

 

2021, ¿PRIMER CHOQUE? Cada uno con una situación especifica, Larreta, Vidal, Monzó y Lousteau deslizan que habrá que ver cómo afecta un derrape electoral al ala que conduce Cambiemos con mano de hierro y está gastando sus últimos cartuchos con recorridas interminables por un país de fantasía. Qué lugar ocupará Macri, qué piensa hacer Peña, cuál será la deriva de Carrió después de un primer intento de ser orgánica que puede terminar mal.

 

Cambiemos se dividirá en por lo menos dos líneas: la generación moderada y los viejos del rencor. A las fotos, declaraciones y reuniones, sobrevendrá -si es necesario- la competencia electoral en 2021.

Si ese sector queda en pie y se constituye como una amalgama más o menos compacta, lo más probable es que las tensiones en la actual alianza se incrementen a poco de andar el gobierno de los Fernández. Así como el ex Frente para la Victoria se desgajó después del triunfo de Macri y CFK se fue quedando con su grupo de incondicionales, lo mismo podría pasar en el oficialismo de hoy, cuando la cohesion que brinda el poder se diluya. Hay una diferencia más, negativa para el egresado del Cardenal Newman: mientras Cristina mantuvo irreductible a su núcleo duro pese al aislamiento que vivió entre 2015 y 2017, en Juntos por el Cambio son minoría los que creen en la consigna “los votos son de Mauricio”.

 

Falta una eternidad pero el horizonte parece claro. Si el Frente de Todos logra resolver la pesadísima herencia que le deja el Presidente y renegociar la deuda de manera más o menos sustentable, Cambiemos se dividirá en por lo menos dos líneas: la generación moderada y los viejos del rencor. Así lo piensan hoy en los altos mando de la alianza. A las fotos, declaraciones y reuniones, sobrevendrá -si es necesario- la competencia electoral en 2021. Es el año en que Vidal estará en condiciones de ir a pelear otra vez en la provincia de Buenos Aires, el distrito en el que -asegura- se quedará haciendo política. También, en el que Carrió terminará su actual mandato como diputada. Nadie imagina hoy a un Macri interesado en disputar una banca, pero sí a las distintas alas que se cobijaron bajo su figura durante la aventura amarilla. Lo que estará en juego será la orientación y el liderazgo de una fuerza que hoy parece condenada a ser -otra vez- la oposición del peronismo.

 

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Emilio Pérsico

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