Fue la semana de su consagración, en lo que llama el otoño de su vida. Bastó que se conocieran los números del escrutinio provisorio para que el gran titiritero subiera a escena por primera vez en la vida del macrismo, camuflado como si fuera un político. Jaime Durán Barba no sólo abandonó el perfil bajo que le había ordenado Marcos Peña durante la campaña. Además recibió un reconocimiento inédito y público por parte de María Eugenia Vidal, la figura principal de Cambiemos en la batalla contra Cristina Kirchner.
A la hora de hacer su discurso en Costa Salguero, la gobernadora bonaerense lo ubicó en un lugar estratégico, entre su mano derecha Federico Salvai y la segunda candidata a senadora Gladys González. “Quiero agradecer a Jaime y a Santiago (Nieto), que han sido parte de esta campaña y nos acompañan hace tantos años. Gracias”, dijo Vidal, en ese tono probado para enternecer a cualquiera.
Arriba y abajo del escenario, hasta los colaboradores más cercanos de la gobernadora se sorprendieron. Durán Barba es uno de los padres de la familia PRO pero nunca, en una década de poder macrista, había sido distinguido en el mismo plano que funcionarios y candidatos. Según él mismo contó después en TN, María Eugenia lo invitó a subir porque lo vio “emocionado”.
Fue el primer indicio de un reconocimiento para el consultor estrella que ya no necesita disimularse. Al día siguiente, uno de los grandes gestores del aluvión amarillo, comenzó a propagar su evangelio, con el aval y la tranquilidad del resultado puesto. El consultor ecuatoriano tenía una lista interminable de solicitudes de entrevistas que el comando de control de la Casa Rosada venía pateando hasta que terminaran las elecciones. Para impedir la sinceridad y el malentendido.
Le habían restringido el habla para evitar que se reedite la escena de 2015, cuando -a días del balotaje presidencial- Durán Barba defendió el derecho al aborto y afirmó que “lo que diga el Papa no cambia el voto ni de diez personas”. El propio Macri tuvo que salir, afligido, a desligarse de sus opiniones y el oficialismo decidió bajarlo -a último momento- del escenario del triunfo.
MACRI-LENINISMO. Esta vez, el blanco preferido de macristas como Elisa Carrió y Emilio Monzó -ausente en la campaña- tuvo luz verde para amplificar en público el diccionario que recita al oído del Presidente, en cada oportunidad que tiene. “La derecha es la que mira hacia atrás. Mauricio es la nueva izquierda” o, en los términos que pronunció Macri al día siguiente de la elección y repetirá el lunes próximo en el Centro Cultural Kirchner, entramos en la era de la “reforma permanente”. En la Casa Rosada definen el intento del Presidente con un curioso oxímoron: “trotskismo de centroderecha”, replica deforme de lo que el propagandista ecuatoriano suele llamar con gracia “macrismo-leninismo”. En nombre del izquierdista que dice haber sido, Jaime llama a recapacitar en apoyo al gobierno de los CEOS.
La confusión y profanación de conceptos se gestan como parte del mismo proceso. Pero el mensaje oficial es claro, a pesar de todo. Apunta a tallar sobre el nombre de la alianza gobernante: el cambio es el que propaga el oficialismo y los que se oponen no son progresistas sino reaccionarios, un obstáculo para las transformaciones que el país necesita.
El manual del consultor no sólo hace hablar a la primera línea del macrismo: también se expande a los socios del silencio, aliados radicales como Ernesto Sanz que esta semana dijo: “La inversión social de este gobierno es fenomenal, pero lo que pasa es que hubo una perversión social del discurso. Después de (Raúl) Alfonsín, no hubo gobierno más progresista que Macri”.
VÍNCULO SANGUÍNEO. A Durán Barba le gusta presentarse en privado como el “padre” de Marcos Peña y el jefe de Gabinete -por esa generosidad que le atribuyen en Balcarce 50- prefiere no desmentirlo. Funcionan en tándem desde hace 13 años y, guste o no, sus resultados están a la vista. Llegaron bastante más lejos de lo que casi todos imaginaban.
A punto de cumplir 70 años, el gurú ecuatoriano dice haber incubado al político más poderoso del proyecto de Macri, hoy de 40. Lo dijo esta semana a su manera, también en TN, cuando se refirió al núcleo de acero del Gobierno: “No es gente socializada en la política”. Su victoria es también la de Peña, que tuvo un reconocimiento mayor en la semana.
La confusión y profanación de conceptos se gestan como parte del mismo proceso. Pero el mensaje oficial es claro, a pesar de todo. Apunta a tallar sobre el nombre de la alianza gobernante: el cambio es el que propaga el oficialismo y los que se oponen no son progresistas sino reaccionarios.
Primero por parte de la propia Vidal, que vio como Marcos ponía -por primera vez- un pie en la provincia durante la campaña. Quizás para desmentir esas tensiones, María Eugenia -que no lo invitó a su cumpleaños- le agradeció en el escenario, algo bastante más importante. Al día siguiente, fue el Presidente el que lo distinguió temprano en Casa Rosada, a la hora de la conferencia de prensa que estaba preparada para que sólo él hablara. “¿Cómo? ¿Y Marcos?”, preguntó. Aunque no le habían preparado un atril, el jefe de Gabinete subió entonces como escolta. “Tenemos un gran jefe de Gabinete, ya casi no le doy instrucciones”, dijo sin que le preguntaran. No le alcanzó: al día siguiente, en la reunión de gabinete ampliado, lo felicitó delante de todos y abrió paso al aplauso generalizado para Peña.
LA LEY PINEDO. Hubo otro dato, todavía más llamativo, que marcó la digestión que las distintas corrientes del macrismo van haciendo del éxito de Durán Barba. La reconciliación del asesor estrella con uno de sus adversarios menos estridentes pero más respetados por el gobierno y gran parte de la oposición, Federico Pinedo. Después de que el consultor se fuera de boca diciendo que era muy viejito y tenía alzheimer en una entrevista con La Nación, se habían cruzado varias veces: la última después de que Jaime afirmara que en Argentina no había pobreza.
Pero esta semana, el autor de “El arte de ganar” y “Política en el Siglo XXI” no sólo habló con los medios sobre el “fenómeno macrista”. Además, brindó una charla en el desayuno de la Fundación de Estudios Políticos, Económicos y Sociales para la Nueva Argentina (Fepesna), la entidad que preside de manera honoraria el juez federal Claudio Bonadio y tiene en su consejo a Pinedo, Miguel Ángel Pichetto y José Luis Manzano, entre otros. Durán Barba dijo allí que Macri es un gran comunicador y planteó sus dudas sobre la recuperación del peronismo. Pero además, dejó una frase que sorprendió en las filas del oficialismo: “Lo que me diga Pinedo, para mí es ley”. Fue el presidente provisional del Senado el que lo llamó hace dos semanas para invitarlo a otra charla y reconstruir una relación de las más tirantes.
Pluralísimos: Pinedo, Pichetto, Abal Medina y Durán Barba.
LO MEJOR, CONTRA CFK. Después de la derrota de Cristina Kirchner en la provincia y de peronistas como Juan Manuel Urtubey en Salta, el gobierno considera que no tiene nada enfrente. En palabras de un funcionario que asiste seguido a la residencia de Olivos, para el gobierno, en el PJ son mayoría los que están desorientados, como “vendedores de velas después de Edison”. Son las luces con las que el macrismo busca encandilar en la que cree su mejor hora.
Sin embargo, Durán Barba tiene una relación ambigua con el kirchnerismo: piensa que la ex presidenta era una muy buena candidata pero se perdió en la campaña. “Apareció como candidata del PRO, modesta y al poco tiempo volvió a su naturaleza autoritaria”, dijo.
Su prédica parece incidir en la política oficial, incluso en la semana en que Julio De Vido fue detenido en un abrir y cerrar de ojos y los jueces federales amenazan con nuevos pedidos de desafuero. Aunque Fabián “Pepín” Rodríguez Simón despliega sus tentáculos hacia Comodoro Py con la venia del Presidente, el Gobierno insiste en que no busca perseguir a CFK y se desliga del juez Bonadío.
No sólo se debe a que el oficialismo precisa a Cristina para seguir viviendo de la polarización. Además, a uno de los axiomas que el consultor logró instalar en el corazón del PRO: no hay que perseguir a los líderes que tienen el apoyo de los pobres. Se lo dijo él mismo al diario Perfil, antes de las PASO: “Fue tan brutal la persecución a (Juan Domingo) Perón que quedó vivo 20 años después de muerto. A ese tipo de dirigente hay que ganarle en las elecciones, no hay que perseguirle jurídicamente porque finalmente si la popularidad se incrementa terminará saliendo de la cárcel y nos aplastará a todos. Hay que hacer las cosas legalmente, ganar las elecciones y después que la Justicia actúe como quiera, pero ganándole, demostrando que no representa algo que es impreciso”. Es lo que acaban de hacer. Lo que consagró a Durán Barba arriba del escenario.