Gira del “Sí, se puede” por todo el país, debates de la Nación y de la Ciudad, fotos invertidas, campañas diferenciadas y manuales de fiscalización. Juntos por el Cambio (JxC) va por la hazaña en las elecciones del 27, aspirando a arrancar un ballotage en el que, nuevamente, debería empezar corriendo de atrás, pero quizás con mejores prospectos. Pero, más allá de arengas y liturgias, hay una aritmética electoral que señala que el milagro requiere no uno, sino varios destellos improbables.
Dos condiciones son necesarias para que haya segunda vuelta: Mauricio Macri debe alcanzar el 35% de los votos (luego de obtener el 31,8% en las PASO) y Alberto Fernández no debe llegar al 45% (después de su 47,8% en las primarias). El conocido y estudiado “efecto arrastre”, que vuelve más populares a los candidatos que se perciben con mayores posibilidades de ganar, operará en favor del Frente de Todos (FdT), de modo que es difícil pensar en una pérdida significativa de votos para el rival de Macri. Pero los líderes de JxC se ilusionan con otro camino posible: el aumento de la participación electoral.
Elisa Carrió ya ha hablado de darla vuelta con los votos de quienes “se fueron a esquiar” en agosto. Dado que toda la capacidad hotelera de Bariloche no alcanza las 30 mil plazas, suena difícil tomar la afirmación literalmente, pero sí parece claro que el macrismo apuesta a un aumento importante en la concurrencia a las urnas que pueda mejorar su resultado. Sin embargo, la participación electoral en las PASO no fue especialmente baja; por el contrario, el 76,3% de asistencia registrado está en sintonía con lo observado en las últimas cuatro elecciones presidenciales. Al parecer, el oficialismo apuesta a una participación electoral récord que supere o al menos se acerque al pico de 85.6% alcanzado en 1983.
Carrió ya ha hablado de darla vuelta con los votos de quienes “se fueron a esquiar” en agosto. Dado que toda la capacidad hotelera de Bariloche no alcanza las 30 mil plazas, suena difícil tomar la afirmación literalmente.
Ese nivel de participación implicaría más de tres millones de nuevos votos, de los cuales el FdT no debería capturar más que 843 mil (un 27%) para mantenerse marginalmente por debajo del umbral ganador de 45%.
Algunas buenas noticias para JxC son de esperar. Tres partidos pequeños de derecha no superaron el piso de 1,5% de las PASO y, por ende, es lícito pensar que sus 128 mil votos pasen directamente al macrismo. Todo suma. Y no suena difícil ilusionarse con una migración de votos de las otras dos alianzas de derecha que sí pasaron las PASO, NOS (Gómez Centurión) y Despertar (Espert), en busca del tradicional “voto útil”. Si esa transferencia fuera del, digamos, 80%, estaríamos hablando de casi un millón de nuevos votos para Macri, que lo haría romper la barrera de los nueve millones, un 14% por arriba de lo obtenido el 11/8.
Pero el objetivo del 35% todavía sería esquivo, ya que requeriría 922 mil votos más. Conseguir casi un millón de votos no es tarea fácil. Implicaría que al menos el 29% de los nuevos sufragios se inclinasen por la coalición de gobierno.
Si la participación electoral no resultase tan alta, como suena plausible en una elección que muchos consideran ya resuelta de antemano, ¿de qué otras fuentes podrían provenir esos votantes? Dos posibilidades aparecen en el horizonte de JxC. La primera es horadar la base electoral de Roberto Lavagna, al punto de que la ancha avenida del medio transfieriese a Macri el 44% de sus votos de las PASO. Otra alternativa, un tanto más exótica, es que el oficialismo capture un porcentaje sustantivo de los votos en blanco o nulos, que sumaron más de 1,2 millón en las primarias.
Participación electoral récord, voto útil de la derecha, un FdT pinchado, debilitamiento de la alternativa anti grieta y reperfilamiento de los votos en blanco. Un cóctel de buenas noticias que hace pensar en un alineamiento planetario. La campaña del “Sí, se puede” va en busca de un milagro, con la aritmética como primer obstáculo.
El autor es economista. Becario posdoctoral CONICET en la Universidad Nacional de General Sarmiento y profesor en la Universidad Argentina de la Empresa.