A contramano de lo que ocurrió en cerca de tres años de gestión, Marcos Peña decidió bajar el perfil, perdió su lugar como vocero político del Gobierno y ve crecer, de a poco, el poder del ala económica del gabinete, encabezada por el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne. Sin embargo, nada de todo eso le hizo perder protagonismo en la cotidianidad de la Casa Rosada: mantiene intacto su rango tras el recambio de gabinete autorizado, a regañadientes, por Mauricio Macri; sigue siendo el funcionario de la más íntima confianza del Presidente y lleva la voz de mando, ahora hacia dentro del equipo de Cambiemos.
Disminuyó sus apariciones en medios de comunicación y dejó de ser el único funcionario -a veces auxiliado por el ministro del Interior, Rogelio Frigerio- que ponía la cara luego de las reuniones de gabinete o salía a explicar las medidas gubernamentales. Ahora, todos los ministros tienen que hablar y lo hacen religiosamente, día a día. Además, como contó Letra P, deben estar al corriente de la agenda diaria y sus equipos le entregan informes de coyuntura para que puedan cumplir ese nuevo rol y no quedar en offside.
A pesar de que, por el momento, se lo vea poco, Marcos siempre está. Cuando el foco estaba puesto en las modificaciones y en una presunta pérdida de control sobre el plantel de ministros, Peña no sólo se mantuvo, sino que se fortaleció. En ese trajín, se ocupó de contener a los funcionarios degradados y siguió de cerca la fusión de áreas. En paralelo, el secretario general de la Presidencia y hombre de su riñón, Fernando De Andreis, intensificó los contactos con los equipos de los ministros para inundar de actos, medidas e inauguraciones la agenda de Macri. Un nuevo perfil autocrítico y un presidente proactivo ante la crisis son las flamantes pinceladas de Peña sobre el discurso oficial. Se podrán corroborar en las próximas semanas.
En rigor, la salida de Mario Quintana y el corrimiento de Gustavo Lopetegui impactaron poco en la cuota de poder que trabajó y edificó Peña al estar tan cerca de Macri, desde la gobernación porteña, la campaña y el tiempo que llevan juntos en la Casa Rosada. Es cierto que ya no están más los vicejefes que le llevaban constantes minutas de la marcha diaria de los ministerios, pero es una información que puede conseguir con sólo levantar el teléfono. Contra todos los pronósticos, el jefe de Gabinete sigue hoy al frente de la comunicación, la política y la estrategia del gobierno de Cambiemos.
Las presiones de la oposición, el establishment y los reclamos recurrentes de encumbrados dirigentes del PRO para “ampliar” el Gobierno chocaron de frente contra un Macri dispuesto a sostener a Peña, pase lo que pase. En la lectura del Presidente, que pidan que el ministro coordinador dé un paso al costado es atacarlo directamente a él. No hay presión ni pizarra del dólar 24x7 en los canales de televisión que cambie ese pensamiento. Para el Presidente, Marcos representa mejor que nadie el espíritu PRO y lo considera el cerebro de su llegada a la Casa Rosada. Bajo esa lógica, lo mantiene como el hombre designado para seguir de cerca el armado nacional del partido, función en la que se concentró durante las últimas semanas.
El silencio de Marcos no cambia su peso hacia dentro de la coalición, aunque su alejamiento llame la atención. Rompió el ostracismo hace 15 días, durante la reunión de gabinete ampliado en el CCK, pero ante el público en general lo hizo en la celebración del Día Nacional de la Competencia y en el encuentro de think tanks del G20 (T20).
Sus discrepancias con los gobernantes estrella del PRO, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta, siguen a flor de piel. La estructura en la toma de decisiones políticas es aún la cuestión que genera urticaria entre este tándem y el jefe de Gabinete.
Ambos mandatarios bajaron los brazos en torno a su pedido de incorporar figuras del peronismo anti kirchnerista en algún resorte gubernamental como señal política a la oposición y a los mercados. Peña cuestionó siempre esta idea, pero es Macri quien nunca la dejó correr. Por eso, tuvo que ceder y aceptar mover piezas en el gabinete. A pesar de las declaraciones rimbombantes y los cruces por Twitter, Elisa Carrió también abonó ese gesto, apalancado por su negativa a sumar figuras del PJ a la administración nacional. En las huestes porteñas temieron un enojo de la chaqueña con Larreta, pero, al parecer, continúa la buena química que forjaron durante la campaña 2017.
Pese a las diferencias, seguirán mostrándose juntos y trabajando en equipo. “El tridente se dobla, pero no se rompe. Nos entretienen. Se cuestionan por lo bajo, pero después se arreglan”, dispara un hombre de la Unión Cívica Radical (UCR) que es testigo de lujo de las internas de Cambiemos.
Este miércoles, Peña y Larreta encabezaron la reunión de gabinete del Gobierno porteño. Se habló de los Juegos Olímpicos de la Juventud que se realizarán en la Ciudad y de los proyectos en común entre la Casa Rosada y la Jefatura de Gobierno. Tras elogiar la gestión de la Ciudad y calificarla como "faro" en el imaginario de Cambiemos para la Nación y el resto de los distritos que gobierna, el ministro coordinador hizo un análisis sobre la economía.
Entre otras cosas, vertió una serie de autocríticas y marcó que el Gobierno se "entusiasmó" con los números de la macroeconomía -índice de crecimiento de los primeros meses del año, por ejemplo- y no prestó la atención debida a la microeconomía. "Hay que mirar el salario del trabajador", admitió y pidió "estar cerca y acompañar con medidas de gobierno a quienes en el corto plazo van a sufrir más la crisis".