Hay que creerle al Presidente: no va a hipotecar su futuro por apoyar a los empresarios que, en el pasado, pagaban coimas al kirchnerismo. Ni siquiera a los que son parte de su familia. Prefiere, en todo caso, hipotecarlo por las decisiones que toma él mismo ahora y lo llevan a la encrucijada de una economía que se ahoga en el ajuste y se queda sin financiamiento externo.
El presente está saturado de complicaciones y todo es poco, porque siempre puede haber algo más y algo peor. El clima ya no deja margen para el entusiasmo, la confianza pasó a mejor vida, la lluvia de inversiones fue una mala idea que no se concretó y la deuda permanente tiene patas cortas. Pero hay coincidencia: Mauricio Macri está blindado, vive en un mundo aparte.
Cuando comenzaba lentamente a digerirse esa realidad, la letra de Oscar Centeno desnudó a las empresas más importantes de la Argentina como parte del sistema de las coimas. Los barones de la patria contratista pasaron de luchar por multiplicar ganancias a pelear por dormir en su casa. Aunque el Presidente que probó suerte en política se siente por encima de ese circuito, es el mundo que creó a Macri el que se viene abajo. Justo cuando el ingeniero más lo necesitaba, como compensación vía PPP al ajuste en la obra pública durante el año electoral.
Aunque la cobertura del huracán Centeno se repite sobre los protagonistas de la corrupción kirchnerista que ya ocuparon tapas de diarios, la novedad está en los contratistas de obra pública que habían sobrevivido a todo, desde el fondo del tiempo. Con toda la estima que generan entre los dueños de medios, Techint, Roggio, Emepa, Pescarmona y Calcaterra no nacieron con el kirchnerismo ni descubrieron los pagos ilegales con Néstor y Cristina. Hasta el hermano Nicolás Caputo se llevaba bien con Julio De Vido y José López.
TRANSPARENCIA Y RECESIÓN. Con la guillotina tendenciosa de Comodoro Py como disparador, la discusión entre transparencia y recesión se juzga de manera distinta, en dos velocidades. Los amantes de la República ven la saga de los Gloria como una forma de sanear el sistema y los que miran los números de la actividad económica la advierten como una daga que afecta el clima de inversión y la apuesta de las PPP.
Un empresario que apostó fuerte a Macri para enterrar los años kirchneristas le dijo a Letra P: “Los costos de Argentina son altos por las coimas y este caso va a ser para mejor, pero dentro de tres años. Ahora va a ser para mucho peor y el Estado no encuentra su rumbo”. Algo similar anda diciendo Miguel Angel Broda, el consultor amigo del Presidente que suele consultar Nicolás Dujovne. En ese esquema, no va a ser este Macri el que vea los frutos de la lucha de Bonadio y Stornelli contra la impunidad. Le tocará cosechar los frutos de la batalla contra la impunidad al próximo presidente, que ahora ya no se sabe quién será.
MAURICIO BLANCO VILLEGAS. A contramano del Círculo Rojo, que empieza a indigestarse con los cuadernos del sargento Centeno, el ingeniero en funciones parece razonar en forma distinta: desde un deber ser que no siempre se condice con la historia del clan Macri y se mimetiza con las consignas que agita Elisa Carrió.
Por eso, en las adyacencias del oficialismo, le atribuyen a Daniel Angelici una broma que sintoniza con los criterios de Guillermo Moreno. Dice el presidente de Boca que hay días en los que Mauricio se cree Blanco Villegas y razona con los modos aristocráticos del que no hizo su fortuna mamando de la teta del Estado. En esos días, ordena avanzar contra la corrupción como si fuera un repollo crecido en Tandil y, recomienda Angelici, lo mejor es no acercarse. Otros días, Macri amanece en modo Franco y se muestra dispuesto a la negociación en busca de obtener beneficios.
El Presidente piensa ¿todavía? que no lo puede afectar ese pasado por su rol como empresario ni por su sociedad con Nicky Caputo ni por el impacto en una economía que entró en una recesión de la que no se sabe cómo ni cuándo saldrá.
En el peronismo moderado, atienden a otra variable. La posibilidad de que el Presidente -que, según dicen, figuró en el directorio de IECSA hasta 2007- sea citado a declarar como parte del clan Macri. De ser así, el reclamo excedería a Cristina Kirchner y a su séquito de lealtad. Nadie puede creer que Bonadio y Stornelli resulten, al final, tan independientes.
PROMESAS VANAS DE UN AMOR. Macri confirmó esta semana que no tiene tiempo para perder. Después de amagar durante meses con la necesidad de un entendimiento con las provincias para aprobar el Presupuesto, firmó tres decretos que hacharon 65.000 millones de pesos entre 2018 y 2019 y dejaron un tendal de heridos. Gobernadores, intendentes, sojeros e industriales bramaron con la erradicación del Fondo Sojero, el freno a la baja de retenciones para el aceite y harina de soja y la reducción de reintegros a la exportación.
Con ese tipo de decisiones intempestivas, hijas de la urgencia, el Presidente y su gobierno pierden credibilidad en la oposición moderada y en el Círculo Rojo.
Lo que prometen ministros como el ya madrugado Dante Sica y el lobista de la Rural Luis Etchevehere puede terminar como un chiste de mal gusto. Las promesas que hace son desmentidas con decisiones inconsultas y se afianza, entre los empresarios, una sensación de inseguridad: no se puede confiar en la Argentina de Cambiemos.
“El Presidente habla de abrirnos al mundo y quita reintegros, no baja impuestos y sube la tasa. Como Menem, que decía una cosa y hacía otra. Ahora nos dicen que exportemos, pero nos hacen todo para que no podamos exportar”, le dijo a Letra P un empresario que no aparece, por ahora, en los cuadernos.
Por la estrategia y por la urgencia, el acuerdo político con el peronismo, que reclamó a su manera Héctor Magnetto en el encuentro de AEA en el Sheraton, queda descartado de hecho. Por eso, el peronismo de los gobernadores confluye con Miguel Ángel Pichetto en una postura que se insinúa más dura.
Espiritual y con el sentido de trascendencia que le atribuyen los que lo quieren bien, el Presidente dice que no le importa que lo critiquen: lo que lo destroza es que duden de sus intenciones. Aún con un pensamiento moldeado en los noventa y una historia de privilegios -“viaja en helicóptero de chiquito, así que no tiene problemas”, como dijo Carrió-, Macri dice que hace lo mejor que puede.
FRAGILIDAD Y RUMORES. Las elecciones, que parecían un trámite hace ocho meses, ahora quedan a años luz. El Presidente no hace pie y ni siquiera el apoyo del Fondo Monetario Internacional, instalado en Buenos Aires, tranquiliza a los mercados. En un contexto de incertidumbre, con nueva corrida y devaluación, se activan los rumores de los impacientes. Siempre son factores de poder que presionan ante un gobierno que, ante tres consultas distintas de Letra P, niega todo y -creer o reventar- acusa al establishment.
La posibilidad de un cambio de gabinete tiene lógica, si se mira desde afuera. El Gobierno se queda sin recursos y su palabra pierde efecto. Si se mira desde adentro, en cambio, la chance de sumar ministros del peronismo o incorporar a Horacio Rodríguez Larreta es desmentida a coro. Por supuesto, la versión oficial que propaga Marcos Peña no puede convalidar un reseteo que lo incluya como variable. Pero, además, en la Casa Rosada y el oficialismo preguntan en tono desafiante: ¿qué peronismo se va a sumar hoy al gabinete con este presente? Ya es tarde, es cierto.
La versión de un adelantamiento de los comicios sintoniza también con esa fragilidad del macrismo gobernante. El momento de debilidad del oficialismo -y haber negado decisiones que después se tomaron- habilitan cualquier posibilidad. Sin embargo, desde la oposición, las fuentes consultadas por Letra P se despegan de cualquier aventura de comicios adelantados, una variante siempre traumática. El PJ moderado es el que menos interés puede tener en acortar los plazos: todavía no tiene candidato y ni siquiera sabe quién puede ir a una PASO. Sólo Pichetto y Juan Manuel Urtubey parecen dispuestos. Tampoco el kirchnerismo tiene demasiadas intenciones de acortar los plazos. Son muchos los que observan con interés las peripecias de la economía de Cambiemos. El único que puede estar interesado en acortar los plazos es el macrismo, si presupone que lo peor no pasó. Y que está por venir.