“No me quedaba otra, tuve que vender porque se me iba a hacer difícil hacer negocios”, le dijo un año atrás a su interlocutor, sentados los dos ante una porción de entraña y una ensalada en el restó Happening, de Puerto Madero. Ángelo Calcaterra empezó a moverse con look informal, lejos de los trajes, en este y otros lugares donde habitan los CEOs. Lo hizo una vez que le cedió a Marcelo Mindlin la constructora IECSA, que le había comprado muchos años atrás a Franco Macri, el padre del presidente de la Nación, Mauricio Macri. Le contó a su invitado al almuerzo que desprenderse de la firma, una de las grandes ganadoras de la obra pública, tenía que ver más que con una charla con su primo Mauricio Macri, con una cuestión de “sentido común”.
Cambiemos había ganado las elecciones en los tres distritos más importantes del país: la Nación, la Ciudad y la provincia de Buenos Aires. El margen de maniobra era escaso, más aún conociéndose hoy el detalle de cómo funcionaba el sistema de licitaciones para ganar obras y cómo se desarrollaban los vínculos con funcionarios del Poder Ejecutivo en los años kirchneristas.
El preferido de Franco. Calcaterra, un hijo más del padre del Presidente.
Como Calcaterra tenía un vínculo más fluido con Franco que con su primo Mauricio, le contó primero la decisión a su tío, que siempre lo consideró más cercano a él en su labor al frente de las compañías que a su propio hijo. Le vio Franco a Angelo, incluso, “más pasta” para los negocios y eran habituales las charlas entre ambos sobre el desembarco de las compañías chinas en Argentina. Franco es históricamente el hombre que acercó, incluso en la era K, a los CEOs y al Estado de la República China a territorio nacional. Así, Calcaterra se sacó rápido de encima no solo IECSA, sino también Fidus Servicios Financieros, la minera Geometales y la desarrolladora inmobiliaria Creaurban.
Paradójicamente, el hombre de la transición del paso de IECSA a SACDE (nombre que le puso Mindlin) fue Javier Sánchez Caballero, el brazo ejecutor de Calcaterra. Precisamente fue la decisión de Caballero de contar lo que abrió la puerta para que Ángelo se precipitara al juzgado de Claudio Bonadio a prestar declaración voluntaria en la causa que investiga el fiscal Carlos Stornelli.
En esa testimonial, Calcaterra confirmó que Caballero pagaba por orden de él y que el dinero era plata en negro para la campaña presidencial de Cristina Fernández de Kirchner. El argumento, débil para la evidencia de un arrepentido, fue coordinado por equipos de comunicación y logró el cometido de evitar la prisión. Según publicó el diario Clarín, la decisión de presentarse fue a raíz de un pedido del propio Macri, molesto por los alcances del escándalo.
Cercano a los 60 años, el arquitecto declaró ante Bonadio.
En el Gobierno entienden que “para la familia, lo de Angelo fue un golpe, pero para Cambiemos es muy positivo porque muestra algo que nunca pasó. Que se avance incluso sobre familiares directos”. Naturalmente, en la familia Macri ya estaban avisados de que las balas estaban pasando cerca del primo hermano del Presidente.
Cuando Cambiemos desembarcó en Balcarce 50 se inició un proceso selectivo para cortar con algunas viejas prácticas, vicios de ladrilleros y Estado. En esa razzia que inició el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, en el seno de la Cámara Argentina de la Construcción (Camarco), se dieron de baja, entre otros, contratos polémicos de algunas UTE. Una de ellas, la conformada por IECSA y la español Isolux, dos de las firmas apuntadas en los cuadernos de las coimas K que escribió el chofer de Roberto Baratta, Oscar Centeno. Fue por las obras de dos usinas termoeléctricas, Brigadier López, en Santa Fe, y la bonaerense Ensenada de Barragán. La dupla Calcaterra-Isolux ya había jugado en tándem en otra licitación observada: la del disparatado Tren Bala.
IECSA ya tiene un antecedente grave, con la obra del soterramiento del tren Sarmiento, que compartió en UTE con la brasileña Odebrecht y la italiana Ghella. En 2017, un ex funcionario de la compañía en Río de Janeiro declaró en su país que había dado vía libre a coimas por 2,9 millones de dólares y que, precisamente, el encargado de hacer esos pagos fue Sánchez Caballero. Con Ghella, el primo Angelo también se metió en el entubado del Maldonado y en el Paseo del Bajo, obras financiadas por el Gobierno de la Ciudad. Actualmente Ghella e IECSA llevan adelante una de las obras más grandes de la gestión Macri: los 40 kilómetros de túneles y la planta de tratamiento de AySA para reducir la contaminación del Riachuelo.
Calcaterra es, como casi todos los reyes de la obra pública, un conocido de muchos. En general, las constructoras trabajan en UTE con compañías que, de una u otra manera, tienen antecedentes dudosos.
Angelo supo mantener vínculo fluido con otro hombre del círculo de Macri, el ex constructor y ahora diplomático ad honorem, Nicolás Caputo. Y es vecino en una de sus propiedades en Argentina (la del country Mayling, de Pilar) del “Negro” Eduardo Gutiérrez, el CEO de Farallón, que fue acusado de ser posible testaferro del ex secretario de Obras, José López.
El ex secretario de Obras Públicas José López y el ex ministro de Planificación Federal Julio De Vido eran hombres de habitual trato con Calcaterra. No le soltaron la mano ni cuando se vieron obligados, para salvar del escarnio a Lázaro Báez, a poner a IECSA entre las tres empresas que mayor volumen de obra recibieron entre los años 2003 y 2015.