Horrorizado por el escenario de derrota que arrojan las encuestas, el peronismo se pegó un baño ácido de humildad que desactivó la interna que se proyectaba para las PASO y puso a los perdedores en fila para acompañar al ganador. No fue magia: fue el espanto que produce el llano, el despoder.
El primero que perdió y acompañó fue Agustín Rossi, que bajó de su pretensión de encabezar una fórmula presidencial al segundo término del binomio concebido en la construcción de la paz armada peronista, que consagró al supermalabarista Sergio Massa como frontman de la unidad. Con todo, las chances de prosperar que tenía su ensayo presidencialista convierten a la derrota en un triunfazo del jefe de Gabinete.
El primero en perder en serio y acompañar fue Daniel Scioli. El embajador en Brasil se había plantado con lista propia frente al aparato cristino-massista, que lo había madrugado con un reglamento interno que el exgobernador describió como proscriptivo. Pese a tenerlas todas en contra, resistió todo lo que pudo, hasta 27 horas antes del cierre del listas. Cedió y tragó saliva, amargado.
A la semana siguiente, Scioli se sciolizó y aceptó el besamanos: foto y beso con Cristina Fernández de Kirchner en el Senado, foto y beso con Alberto Fernández en Brasil y en la Casa Rosada y la frutilla del sapo: foto, beso y cargo ad honorem con Massa en el Ministerio de Economía.
Este lunes, la ducha de humildad siguió abierta. El jefe del Estado, que había auspiciado la lista rebelde de Scioli y su ministra fiel Victoria Tolosa Paz y había sido blanco de todas las maldiciones de la sociedad cristino-massista, sumó al ministro de Economía a la comitiva que llevó a la cumbre del Mercosur y allá, en Iguazú, lo presentó como "el próximo presidente". Beso y abrazo.
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Eduardo de Pedro será jefe de campaña de Sergio Massa.
Este miércoles, el otro gran perdedor, Wado de Pedro, recibió el segundo premio consuelo -el primero, grande, fue el ticket al Senado, que le garantiza seis años sin problemas de trabajo-: será el jefe de la campaña de Massa, el que lo sacó de pista. Lo anunció el gobernador de Tierra del Fuego, Gustavo Melella, vocero por un día de La Liga de las provincias peronistas y afines, que se reunió en el Consejo Federal de Inversiones (CFI) para la primera foto de familia con la fórmula de cuasiunidad -Juan Grabois también existe, aunque su patriada es para la tribuna (ultra k)-.
Ahora dicen que el Presidente y la vice podrían reunirse -para la foto, pero reunirse al fin- este domingo en la inauguración del gasoducto Néstor Kirchner, kilómetro cero de la campaña upista. Ver para creer.
Para no caer en la tentación de creer en los Reyes Magos, vale recordar que De Pedro fue quien detonó la bomba activada por Cristina en la semana siguiente a la derrota del Frente de Todos en las PASO de 2021: el ministro del Interior tiró la primera de una ráfaga de renuncias declinables que puso en la superficie la crisis política que corría subterránea y el oficialismo negaba y adjudicaba a la real malicia de los medios hegemónicos; a pesar de que ya el año anterior CFK había apuntado contra los funcionarios albertistas que, a su criterio, no funcionaban.
Después de esa implosión, la hecatombe conocida: una sucesión de hechos bochornosos que convirtieron al Frente de Todos en un infierno. Por mencionar algunos: la convocatoria de Alberto Fernández a definir todas las candidaturas oficialistas en una interna bien abierta para jubilar el dedo cristinista; la renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura del bloque FdT de la Cámara de Diputados; los casi 30 votos kirchneristas en contra del acuerdo gestionado por la Casa Rosada con el Fondo Monetario Internacional (FMI); el off-bomba que eyectó del Gobierno a Matías Kulfas; la renuncia -precedida por intensa pirotecnia verbal- de Martín Guzmán; los 24 días de Silvina Batakis en Economía; el operativo de pinzas cristino-massista para entregarle medio gabinete a Massa; el amague de CFK a hacer lo que tuviera que hacer, el derrocamiento electoral del Presidente...
Mientras tanto -mientras el Gobierno entero no funcionaba-, la otra hecatombe, la que puso al oficialismo de cara al espanto del despoder: inflación del 114% anual y pobreza en alza rozando el 40%, un tiro en el corazón del ser peronista.
La Unión por la Patria, cocinada en el caldo hirviente de un año electoral con pronóstico reservado, habilita a preguntar: ¿Era tan difícil? ¿No era mejor antes?