LA QUINTA PATA

Sergio Massa 2023 y el dólar: aguante, corazón, aguante

El ministro de Economía insiste en su candidatura, pero los peligros del dólar podrían convertirlo en un blanco móvil. Vienen meses de alta tensión.

La decisión de Sergio Massa de avanzar, pese a la alta inflación y a los barquinazos de los tipos de cambio paralelos, con los preparativos para una posible candidatura presidencial podría terminar de perfilar un escenario electoral de alta tensión. Después de que Alberto Fernández aceptara finalmente que lo suyo era inviable, la campaña que, entre otras referencias, por ahora cuenta a Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez y Javier Milei, podría encontrar, en la persona del ministro de Economía el último vértice de un cuadrángulo capaz de encajonar la economía del resto del año en un cúmulo de operaciones y tensiones. Aguante, corazón, aguante.

Como contó desPertar, el newsletter de Letra P, el ministro de Economía insiste con su proyecto presidencial y, si la realidad no se empeña en boicotearlo, aguardaría hasta la primera quincena de junio para oficializar su precandidatura. Para entonces, el INDEC habrá anunciado o estará por anunciar el índice de inflación de mayo, el que espera que le dé un respiro y le permita elaborar un discurso que lo presente como garante del equilibrio precario de la macro de un gobierno crepuscular y como el hombre capaz de terminar con los dramas argentinos en una administración propia y flamante.

En el camino, Massa ya no se muestra tan seguro de que la función ministerial y una precandidatura sean "incompatibles", como había sostenido hasta ahora. Las acechanzas del mercado cambiario, como se ha visto en la última semana, son tantas y tan severas que acaso nadie mejor que él mismo pueda cubrirle las espaldas durante la gran aventura de su vida dada la falta de alternativas que le alinee los patitos políticos al desquiciado Frente de Todos.

Aun en el improbable caso de que el panperonismo acotara su internismo enfermante y si la gestión lograra ponerle un piso al pesimismo, quedaría todavía el fleco suelto de la dinámica de la campaña. Y eso podría convertir a Massa –y, con él, a la sociedad– en un blanco móvil. Aun en el improbable caso de que el panperonismo acotara su internismo enfermante y si la gestión lograra ponerle un piso al pesimismo, quedaría todavía el fleco suelto de la dinámica de la campaña. Y eso podría convertir a Massa –y, con él, a la sociedad– en un blanco móvil.

Sin embargo, ¿qué esquema lo protegería mejor? ¿Uno que lo contara a él en ambas funciones o uno que lo eximiera del agobiante día a día de los mercados?

Las zozobras de la última semana fueron un cóctel de alto octanaje, hecho de rumores nacidos del propio Gobierno, desequilibrios monetarios largamente acumulados, deterioro mayor de las expectativas de inflación y de devaluación, impacto de una sequía histórica que ya se siente con toda su furia y, último pero no lo último, tensiones vinculadas al escenario electoral. Aun en el improbable caso de que el panperonismo acotara su internismo enfermante y si la gestión lograra ponerle un piso al pesimismo, quedaría todavía el fleco suelto de la dinámica de la campaña. La fase actual de la corrida contra el peso podría encontrar un techo, pero todo lo mencionado seguiría sobre la mesa y podría convertir más adelante a Massa –y, con él, a la sociedad– en un blanco móvil.

Sin respuesta

Una doble pregunta sin respuesta en el entorno del ministro, alguna vez tildado de "súper", es la siguiente: ¿cómo evitaría que, ante la perspectiva de un triunfo opositor en octubre-noviembre, las promesas de apertura inmediata del cepo de Bullrich y de dolarización hiperinflacionaria de Milei repercutieran sobre las decisiones del mundo financiero? Es más, en la hipótesis de que la titular del PRO derrotara a un Larreta que, teorema de Baglini mediante, se muestra más prudente en sus declaraciones, y de que el minarquista saliera fortalecido y expectante de las PASO, ¿qué tipo de turbulencias aguardarían en el mediano plazo al Gobierno?

Evidentemente, las perspectivas de megadevaluación brusca de las mencionadas referencias de la extrema derecha argentina invitan a los fondos de inversión, traders y empresas exportadoras e importadoras a acaparar todos los dólares posibles –y a huir del peso– a toda velocidad. Esa dinámica podría no decrecer, precisamente, a lo largo de la carrera, sobre todo en un contexto favorable a aquellas post agosto. Por otro lado, el campo que se abriría para todo tipo de operaciones y zancadillas resultaría impactantemente vasto y feraz.

Otro ángulo irresuelto, y que no depende precisamente de Massa, es el caos que es la oposición.

Lo que queda por definirse en materia de candidaturas es mucho y ni siquiera el "plan Massa" puede darse por descontado. Cuenta con respaldo para la gestión de parte de una Cristina Fernández de Kirchner que, prudente, calla mucho más que su hijo Máximo, pero el aval crucial de la primera a una postulación del ministro no puede darse aún por descontado. ¿Insistiría también Massa, quien se vuelve a soñar como el hombre de consenso tras el paso atrás de Fernández, en el caso de que la vicepresidenta avanzara con una candidatura propia, como la de Eduardo "Wado" de Pedro o, más aun, con la de Axel Kicillof, versión esta última que no termina de apagarse pese a todos los datos disponibles? Sugestivamente, el jefe de Estado habló mucho de primarias en su video... Como sea, ¿cómo podría competir, en medio de las llamas de la economía, lidiando no solo un con flanco derecho explosivo, sino también con uno izquierdo, propio e hipercrítico?

Otro ángulo irresuelto, y que no depende precisamente de Massa, es el caos que es la oposición. La imposibilidad de descartar del todo una fractura de Juntos por el Cambio, esto es una eventual división del PRO que lleve a Bullrich y a Mauricio Macri a una convergencia con Milei y que deje a Larreta junto al radicalismo y la Coalición Cívica abona las dudas del Círculo Rojo empresarial sobre las condiciones de gobernabilidad, ya no este año, sino incluso después del cambio de mando. Todo eso deshidrata también el pasto de la pradera.

Razones de una persistencia

Así las cosas, ¿por qué Massa insiste? Muy atrás quedaron su optimismo de una inflación del "tres y pico" para esta altura del año y sus proyecciones de un índice anual del 60%, capaz de alinear los salarios e, incluso, darles a estos una pequeña luz de ventaja. Mientras, la canasta básica trepa bien por encima del promedio de los precios y todo apunta a que la pobreza traiga una noticia indigerible para el público peronista cuando las cartas estén echadas. Para peor, el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional clama por una renegociación ahora que la meta fiscal del primer trimestre fue incumplida.

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Massa porfía porque acierta en que, si bien el corto plazo nacional apesta, el mediano y largo son mucho más prometedores. Un gobierno nuevo, de autoridad flamante y capaz de acumular en su debut los muchos costos políticos deberá pagar para estabilizar el potro caprichoso de la macro, bien podría trazarse una proyección de ocho años. Si todo anduviera bien, Vaca Muerta pondría en marcha una nueva usina de actividad para la Argentina capaz de rivalizar con el campo, y los dólares que genere por sustitución de importaciones de gas y por exportaciones podrían terminar con la restricción externa de divisas, el drama que ha encorsetado la economía durante décadas. Así, si no hubiera 2023 para Massa, acaso tampoco haya 2027.

Lo que viene, como se advierte, es solo apto para personas valientes, tanto en la dirigencia como en la sociedad que mira y espera. Es mejor ajustarse el cinturón de seguridad.

¡muerte al estado!
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