Alerta amarilla: Sergio Massa y el dólar, en una tormenta perfecta
Con la campaña metiendo la cola y el Gobierno enredado en sus internas, oficialismo y oposición desestabilizan y el mercado muestra sus uñas. Dólar agro cero y blue sin paz.
Sergio Massa corre el riesgo de sobredimensionar sus fuerzas frente a un mercado que dará muestras de insubordinación cada vez mayores respecto del poder político, ya sea con el gobierno saliente como con el que lo suceda. Ese peligro se condensa en la lectura que termine de hacer sobre el cimbronazo cambiario del martes, que se prolongó este miércoles: si atribuyera esos eventos solo al rumor sobre su supuesto reemplazo por Antonio Aracre, el asesor caído en desgracia, y al regreso de las versiones sobre un desdoblamiento formal y binario del mercado cambiario, erraría en el diagnóstico. Este, más bien, debería vincularse con la fragilidad de una macro que logró contener hasta ahora –pero, claro, no resolver- y con la dinámica de una campaña que podría resultar severamente desestabilizadora.
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En su entorno surgió una narrativa de la salida de Aracre: el exjefe de Asesores de la Presidencia planteó una nueva pulseada, el mercado se alarmó ante la posible renuncia del garante de la estabilidad –Massa– y el salto de los tipos de cambio blue y “contado con liquidación” se autolimitó con el triunfo del ministro de Economía en esa interna torpe. La verdad, como te contó este medio, es que ese nuevo conato de la estupidez del off the record en el Gobierno explica parte de lo ocurrido, pero no lo más relevante.
Amarillo resplandor
La liquidación de las cerealeras en el marco del “dólar agro” fue en la rueda de este miércoles cero. A ver si nos entendemos: cero, redondo. El dato inquieta, al punto que el hecho de que las escuálidas reservas del Banco Central sigan sin recibir la medida esperada de la transfusión de divisas podría ser el menor de los problemas. La película es más compleja que la foto.
Quienes analizan las finanzas se dividen en estas horas. Para una parte, los dólares paralelos están expresando, sí, los rumores y la empecinada mala praxis oficial, pero también un sobrante de pesos –producto del inicio del “dólar agro”, que obliga al BCRA a emitir para cubrir la diferencia entre el oficial y esa paridad–. Asimismo, la adecuación a una inflación que se presume mayor que la de 2022. Para ese grupo, es normal que esa evolución se dé en forma de tirones que deberían encontrar pronto un techo.
Sin embargo, para otro sector, que no reniega de aquellas explicaciones, se suma el efecto de una campaña electoral en la que presidenciables con posibilidades, especialmente Patricia Bullrich, pero también Javier Milei proponen megadevaluaciones ni bien asuman, eventualmente, el poder el 10 de diciembre. Para la primera, por una salida inmediata del cepo; para el segundo, por una dolarización que llevaría el tipo de cambio a un mínimo de 800 pesos y a un máximo de, ponele, 10.000… Esos y esas analistas creen que la tendencia del billete verde tendrá tirones, claro, pero que podría dibujar en los próximos meses una larga línea ascendente, incluso empinada.
El test del inversor y la inversora
Antes de ceder a la tentación de condenar la liquidación cero de las cerealeras, el incremento diario de los tipos de cambio paralelos, la demanda insaciable de importadores y la dolarización de carteras y de cuanto peso les sobre a quienes tienen aún alguna capacidad de ahorro, vale ensayar un breve test.
Si uno tuviera la semiplena certeza de que dentro de ocho meses el dólar va a cotizar muy, pero muy por encima del oficial actual:
¿Vendería o no vendería en lo inmediato dólares –o mercancía que cotiza en esa divisa– a 300 pesos, encima con una quita de 35% en concepto de retenciones?
¿Extremaría o no sus chances de anticipar la importación de equipamiento para su empresa?
¿Mantendría o no sus ahorros en pesos? ¿Renovaría o no su plazo fijo en moneda nacional a, digamos, un año?
¿Cuesta decidirse? La consultora Bullrich, Milei & Asociados está dispuesta para responder todas las dudas… Y una más: ¿quién es el favorito o la favorita del Círculo Rojo que se reunió en el Llao Llao?
Si el Gobierno en general y Massa en particular no entienden todo esto, estarán –estaremos– un paso más cerca del horno.
Entonces, ¿lo entienden?
Alberto Fernández sigue, juguetón, haciéndose aún el misterioso sobre su ya absurda quimera de reelección. Mientras Eduardo “Wado” de Pedro se afana en citar lo que “la jefa” dijo hace dos años y medio y el albertismo le hace espejito rebotín. La sensación es que el Gobierno –sí, el cristinismo también es “gobierno”– realmente no tiene conciencia de los peligros que corre.
Massa parece conciente, toda vez que fatiga despachos en Washington, con apoyo de la administración de Joe Biden, para construir el puente financiero que traiga parte de los dólares que la sequía resta. Con todo, llama la atención que Malena Galmarini haya retuiteado al economista Alejandro Kowalczuk, quien dijo: "Massa se queda hasta el final, porque el final es cuando se vaya Massa”.
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¡Qué enigma…! ¿Qué significa ese RT de quien es la esposa del ministro y quien lo ha interpretado tantas veces antes, por caso en la anterior travesura de Aracre? ¿Que el ministro se siente “firme” tras lo que entendió el martes como un aval del mercado? ¿Que cree –correctamente– que si renunciara provocaría un sobresalto mayúsculo? ¿Que, por responsabilidad, jamás haría eso, sino que resistiría hasta “el final” asumiendo lo que deba asumir, aun cuando el Ministerio de Economía ya no sea la catapulta que soñó para su carrera, sino una condena? ¿O que, en verdad, si lo siguieran manoseando desde Olivos efectivamente podría irse, incluso de un modo más desprolijo que el que tanto le criticó a Martín Guzmán?