Mientras el kirchnerismo se enreda en la discusión sobre la necesidad de componer "una nueva canción", como propuso Axel Kicillof y profundizó la interna que lo enfrenta con Máximo Kirchner -en Letra P, Macarena Ramírez cuenta con lujo de detalles esa batalla sorda que salió a la superficie y Marcelo Falak analiza las dificultades del peronismo para encontrar los acordes de algún nuevo hit que le permita dejar de tocar los clásicos que ya no pide la hinchada-, el antiperonismo macrista, representado por Patricia Bullrich, se aferra al disco rayado de la grieta que le sirvió para convertirse en alternativa real de poder en una Argentina bicoalicionista que estalló con la emergencia de la rabia ultraderechista bien interpretada por Javier Milei.
"Terminar con el kirchnerismo", propone la candidata presidencial. No es sólo el remate del spot de campaña que puso este domingo a rodar por medios y redes. La polarización con la corriente peronista fundada por Néstor Kirchner es el eje excluyente de la narrativa proselitista que Juntos por el Cambio sacó a la cancha con la esperanza de entrar a un ballotage del que hoy, según encuestas que se sabe falibles pero siguen siendo insumo central para la definición de las estrategias electorales, tiene por lo menos un pie afuera.
- "Tenemos escuelas que formaron a los mejores y hoy están tomadas por los sindicatos kirchneristas", dice Bullrich en su nueva pieza publicitaria.
- "Tenemos el granero del mundo, pero el kirchnerismo no para de asfixiar al campo", abunda.
- "Tenemos médicos, estudiantes y laburantes que quieren salir adelante, pero piqueteros mafiosos que les hacen la vida imposible todos lo días", afirma sobre imágenes que muestran a Juan Grabois y a Kicillof y a Sergio Massa, por separado, con Pablo y Hugo Moyano.
"Te propongo terminar con el kirchnerismo de verdad y para siempre", brama Bullrich.
Los argentinos tenemos todo para ser un país ordenado. Te propongo terminar con el kirchnerismo.
Juntos por el Cambio no es sin el kirchnerismo. El PRO, con Mauricio Macri como frontman, creció como opuesto. Entre 2014 y 2015, se agrandó asociándose en Cambiemos con la UCR y a la Coalición Cívica, otras fuerzas antiperonistas que le dieron volumen y competitividad. Desde entonces, gobernó (2015-2019) y fue oposición (2019-2023) en una relación simbiótica con su villano favorito y necesario.
"No la vimos venir", se sinceraron los gobernadores peronistas. Tampoco la vio venir Juntos por el Cambio. La vio venir Cristina Fernández de Kirchner cuando auguró "una elección de tercios", pero hasta ahí llegó. Sólo la vio venir. Ocho años de fracasos de la política que Milei acusa de casta quebraron prematuramente el bicoalicionismo y pusieron a las dos fuerzas que habían dominado las dos elecciones presidenciales anteriores a la cola de un Frankenstein desquiciado que suma voluntades prometiendo dinamita y motosierra.
Esas encuestas que marcan el sendero hacia las generales indican que Milei se encamina a ganar otra vez el 22 de octubre. La pelea, entonces, es por el segundo puesto, el boleto a una segunda vuelta de final impredecible en cualquier escenario.
Bullrich, que alguna vez pensó que si le ganaba la interna a Horacio Rodríguez Larreta ya tendría la llave de la Casa Rosada, terminó corriendo de atrás. "Terminar con el kirchnerismo de verdad y para siempre", el grito de guerra vintage de una grieta que ya fue, es justamente eso: manotazos para tratar de sujetar a Massa, la nueva canción kirchnerista, que, aun con la mochila de plomo de una inflación mensual de dos dígitos, podría robarle el ballotage y dejarla sin nada, atada a un sentimiento del que el macrismo no consigue zafarse.