Silenzio stampa. Desde el domingo a la noche, cuando convocó a la construcción de una nueva mayoría para dar vuelta la derrota histórica que el peronismo acababa de sufrir, Sergio Massa está guardado. El thriller financiero que siguió al batacazo de Javier Milei, que no le permite sacarse el traje y ponerse las zapatillas -¡suéltame, ministro!-, no es el único cepo que traba el regreso a la cancha del frontman de Unión por la Patria: el reseteo de la campaña para no tropezar con las mismas piedras que en el proceso pre-PASO y el reperfilamiento del producto principal demoran la largada. En ese debate, que ahora incluye voces silvestres que sugieren la conveniencia de una renuncia al cargo, emerge un clamor desde las entrañas del massismo: que vuelva Massa.
Hasta el cierre de esta nota, cero. El hincha de Tigre no dijo ni mu en las 60 horas posteriores al discurso que pronunció en el búnker de UP después del show autoreivindicatorio de Juan Grabois y el bodoque leído por Axel Kicillof. Mientras tanto, el dos de la fórmula, Agustín Rossi, rema la vocería en medio de la correntada financiera que se lleva puesto al maltrecho peso argentino.
¿Hay fecha para el reinicio de la campaña?, preguntó Letra P este miércoles en el comando operativo de UP, el monstruo vidriado de la calle Mitre. "Todavía nada". Corta la bocha.
Misión ballotage: ¿imposible?
Devaluación forzada del 22%, dólar blue a $790 (a las 13:13 del miércoles), 55 pesos por encima del valor de cierre del martes; idas y venidas con la prohibición de exportar carnes para contener el precio interno, expectativas de inflación de dos dígitos para agosto... El escenario flamígero en el que se propone pelear el ingreso al ballotage invita al peronismo a tirar la toalla. Sin embargo, estrategas de Unión por la Patria sostienen que Massa tiene chances de sumar los tres o cuatro puntos que le permitirían pelear hasta el final.
Hay un botín electoral en la mira del peronismo: los votos que este domingo quedaron afuera de las urnas.
¿Cuántos son?
Tres millones, calculan los numerólogos de la calle Mitre.
¿De dónde sale esa cifra?
De los 11 puntos de diferencia entre la participación del domingo (69%) y la de las generales de 2019 (80%).
Si los votos emitidos el domingo se repartieron en los tercios pronosticados por CFK (32,04% para Milei, 28,3% para Patricia Bullrich y 27,3% para Massa), ¿qué fuerza cósmica rompería ese patrón en octubre en favor de un gobierno acechado por las llamas del caos económico?
Dos, dicen en un rincón de UP:
- La organización, la virtud peronista deificada por el General, que falló en el primer tiempo. Hay una corriente interna sumamente crítica de la manera en que funcionó la maquinaria del oficialismo en la previa de las PASO, con Wado de Pedro -precandidato presidencial caído en el umbral del cierre de listas- a la cabeza (vale recordar: UP controla los resortes de los estados nacional y bonaerense). "La ingeniería financiera", precisa ese sector y prefiere no abundar, pero señala que la mala performance del peronismo en la mayoría de las provincias y el histórico corte de boleta en favor de los intendentes del conurbano son botones de muestra. Ahora, los fierros al territorio, reclama ese diagnóstico, para ir casa por casa a buscar al electorado ausente (a buenos entendedores...). Esa búsqueda requiere, apunta un referente del massismo crítico, base científica. Big data, le dicen. "Las herramientas para detectar los nichos sensibles existen; hay que usarlas", arenga.
- Un Massa auténtico, más parecido al del Frente Renovador que al del Frente de Todos y al de Unión por la Patria. "Sergio se desperfiló y tiene que volver a ser el Sergio histórico", propone un massista preocupado y ocupado y sube la apuesta: "Sergio tiene que dejar de esconder su mano dura". ¿El Massa 2015? "El Massa de la mano dura, pero, también, el de la prédica de la prevención del delito como herramienta central de una política para bajar los índices de inseguridad; el Massa que pondera el modelo educativo a la misionera, con robótica desde primer grado en la escuela pública... ese Massa". El Massa de 2015, pero con algunos matices obligados -los ñoquis de La Cámpora, tranca: todo bien-.
Esa hinchada que pide que vuelva el Massa AFDT (Antes del Frente de Todos) propone más que el reperfilamiento del candidato. "Ampliar el discurso" es la consigna que utiliza bajo dos premisas:
- "El núcleo duro ya está adentro".
- "El progresismo se achicó en la base peronista y expulsa al pejotismo de centro y centroderecha que expresa muy bien, por ejemplo, Daniel Scioli".
En el búnker de la calle Mitre sostienen que lo entiende perfectamente Kicillof, el único héroe peronista en este lío, que ganó, pero perdió dos millones y medio de votos en cuatro años, de los 5,2 millones de 2019 a los 2,7 millones que contó el domingo pasado. En una nota publicada este miércoles por Letra P, José Maldonado avisa: "Kicillof se convierte en el primer militante de Massa".
El massismo preocupado y ocupado en esa empresa de reperfilamiento del candidato y expansión discursiva de la campaña, que incluye una épica del miedo (de "realismo", prefieren) sobre la Argentina que vendría tanto con Milei como con Bullrich, trabaja también sobre Grabois, para que no se repitan escenas como la del domingo a la noche, cuando el perdedor de la interna puso su tropa a disposición de la pelea por el milagro peronista, pero en medio de un discurso incendiario solo apto para fans.
El peronismo se aferra al ¡Sí, se puede!, pero, por ahora, no sale del búnker de la calle Mitre y el tiempo es tirano: para la próxima veda, solo faltan dos meses y cuatro días. ¿Arranca o no arranca?