PASO 2023

Un plebiscito para la política

Una elección de tercios: peronismo, antiperonismo y antitodo. Ausentismo y ultras. Ocho años de gestiones fallidas y el pacto amenazado.

Si -una vez en la vida- las urnas convalidaran los cálculos de las encuestas y, además, nacionalizaran el nivel de ausentismo que vienen registrando las elecciones provinciales, las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) le darían la razón a Cristina Fernández de Kirchner: el 18 de mayo pasado, la vicepresidenta pronosticó "una elección de tercios". Si así ocurriera, el diario del lunes traería malas noticias: la política habrá salido muy maltrecha del plebiscito al que será sometida este domingo y deberá tomar nota del mensaje, seriamente, para que la crisis de representación no se convierta en una acechanza sobre el sistema de acuerdos sociales que rigen el pacto democrático vigente.

Perfilado a trazo grueso, podría decirse que el electorado argentino está organizado en tres universos de dimensiones más o menos similares -tres tercios, justamente-: uno que vota al peronismo, otro que se inclina por la opción antiperonista más competitiva y un tercero, volátil, despolitizado, que pendula de una a otra vereda según la coyuntura -los votos de ese último sector fueron, para citar algunos ejemplos, a Raúl Alfonsín en 1983, a Carlos Menem en el '89, a CFK en 2011 y, con la ayuda del ballotage, se repartieron entre Daniel Scioli y Mauricio Macri en 2015-.

De las elecciones de ese año emergió con nitidez un sistema que vino a reemplazar al viejo bipartidismo peronista-radical 12 años después de que volara por los aires tras el estallido de 2001, que derivó en el rompecabezas de los comicios de 2003.

Para no comparar peras con manzanas, conviene revisar los resultados de las últimas dos PASO presidenciales.

. En 2015, dos propuestas surgidas de la política acumularon el 68,8% de los votos (38,7% del Fernte para la Victoria y 30,12% de Cambiemos), pero una tercera, que era un desprendimiento del peronismo con incrustaciones de seudoprogresismo (el frente UNA, de Sergio Massa y Margarita Stolbizer) se quedó con otro 20,6%. La suma da casi 90%.

-En 2019, las dos grandes coaliciones concentraron casi el 80% de los votos (47,8% del Frente de Todos más 31,8% de Juntos por el Cambio, la reversión de Cambiemos). Con el aporte de la angosta avenida del medio que terminó representando Roberto Lavagna (8%), la suma de aquellos tres grandes universos también quedaría pisando el 90%. En las generales de ese año, el bicoalicionismo llegaría a su esplendor: las dos grandes alianzas, solas, arañarían ese 90%.

Milei cerró la campaña con un pedido a la gente para que "vaya a votar" el domingo

Esa arquitectura podría desmoronarse este domingo. El tradicional flujo pendular de votos de aquel tercio volátil podría desaparecer para dar lugar a un nuevo tercio, el voto bronca/hartazgo/desencanto, que, aunque no de manera monolítica, porque usaría diferentes canales para expresarse, ejecutaría un castigo inédito a la política como instrumento y, peor, como institución.

En un reflejo de una tendencia que crece en el mundo, la ultraderecha ha salido de su marginalidad inocua y se ha convertido, de la mano del "anarcocapitalista" Javier Milei, en una opción peligrosa que amenaza con quedarse con una cifra siimilar a aquel 20% que Massa y Stolbizer le rasparon al kirchnerismo y al macrismo en 2015, aunque el líder del Frente Renovador y la jefa del GEN lo habían hecho sin la rabia brutal del mensaje antisistema, anti-"casta", antipolítica, antitodo que ruge ahora El León.

De espaldas

Para completar el tercio del castigo, asoman la indiferencia, la apatía, el desinterés... la rebelión del ausentismo y el voto en blanco. Según el sitio oficial argentina.gob.ar, desde el retorno de la democracia, la participación en las elecciones "siempre estuvo por encima del 70%", con "la excepción de las PASO 2021, realizadas en el contexto de la pandemia de COVID-19", cuando la afluencia a las urnas bajó al 68%, aunque superaría el 71% en las generales. En las PASO de 2019, la participación había sido del 76.40% y había superado el 80% en las generales.

En ese terreno, el calendario 2023 de elecciones provinciales viene siendo un reguero de señales de alerta. Las PASO chaqueñas, celebradas en junio, hicieron sonar la primera alarma fuerte: sólo el 52% del padrón participó de las elecciones, 20 puntos por debajo del promedio. En la cuenta general de las 18 jurisdicciones donde la sociedad fue convocada a las urnas en lo que va del año, el 31% de las personas habilitadas a votar decidió no acudir. A eso se suma el crecimiento del voto en blanco y del voto nulo.

La tendencia se tradujo en una reacción institucional que tiene mucho de instinto de supervivencia. Esta semana, la Cámara Nacional Electoral emitió un comunicado en el que llamó "a la ciudadanía al ejercicio del derecho fundamental del sufragio". El mismo mensaje fue eje central de las campañas.

Ocho años

Las expresiones de descontento y apatía podrían ser el dato saliente de un plebiscito con balance negativo ya no solo para un gobierno, sino para dos. Cambiemos-Juntos por el Cambio y el Frente de Todos-Unión por la Patria, brazos institucionales de aquellos tercios identificados históricamente con el peronismo y el antiperonismo que podían arrastrar al tercero según las circunstancias, están completando un ciclo deficitario de ocho años.

-De Cambiemos, con Mauricio Macri a la cabeza, el país salió criminalmente endeudado. Del Frente de Todos, con el triple comando fallido de Alberto Fernández, Cristina Fernández de Kirchnher y Sergio Massa, aun más endeudado.

-De Cambiemos el país salió con 53,8% de inflación anual. Del Frentre de Todos, con ese índice en el orden del 120%.

-De Cambiemos el país salió con el 35,5% de la población en la pobreza, tres puntos y medio más que el 32% que arrojó la primera medición del INDEC saneado, al término del primer semestre de 2016. En el primer trimestre de 2023, el índice que interpela con más dureza a los gobiernos saltó al 38,7%.

-De Cambiemos el país salió con problemas gravísimos de inseguridad y fragmentación social. El Frente de Todos llega a las PASO de este domingo en medio de un thriller de terror.

El fracaso de las dos grandes coaliciones es notorio en materia de gestión, pero tiene un sustento político que tributa a sus ineficiencias y ceba el enojo que estaría armando la bomba del voto bronca. El Frente de Todos se hizo añicos a poco de andar y terminó ofreciendo un espectáculo dantesco de riñas internas a corazón abierto. Este año, en un ejercicio insólito de autodestrucción, Juntos por el Cambio se enfrascó en una guerra interna que convirtió a su campaña en una carnicería.

Si la política demuestra sin ponerse colorada que no puede conducirse a sí misma, ¿qué reproche cabría para quienes asumen que no está capacitada para liderar a la sociedad?

Lo dicho al principio: si este domingo pasa lo que todo indica que podría pasar, la política del 70% estará llamada, de urgencia, a reconstruir una red de consensos que opere como antídoto contra un virus con capacidad de daño impredecible. La política, en definitiva, deberá hacer buena política.

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unidos por massa

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