TRIBUNA LETRA P

Buenos Aires, la provincia ingobernable

El distrito desafía la imaginación y la creatividad políticas. La necesidad de generar una nueva agenda al margen de las urgencias y los procesos electorales.

Con una agenda que fatiga en loop, Buenos Aires arrastra sus problemas históricos hasta convertirlos en imposibles. Para muchos, es una provincia directamente ingobernable, donde lo urgente domina el día a día y las respuestas, como los recursos, nunca resultan suficientes.

Así, la complejidad del gigante crece y se presenta como un enorme desafío para la imaginación política. Es una cuestión de magnitud, de escala, pero también de creatividad. De recursos, pero también de un enfoque diferente que requiere de cierta innovación.

Buenos Aires, según pasan los gobiernos

Al repasar la historia reciente, al menos desde el regreso de la democracia, se dirá que hubo algunos gobiernos mejores que otros, muchos que se parecieron y otros muy diferentes. Rupturas y continuidades. “El mejor o el peor gobernador de la historia” son frases que se sueltan rápido con la clara intención de descalificar o ponderar al circunstancial heredero de Dardo Rocha; sentencias que se utilizan para cuando algún gobernador quiere incursionar en la arena nacional. La cantidad de indicadores y variables que deberían considerarse para una evaluación justa no es tarea sencilla y, por eso, las evidencias no aparecen en la discusión casi siempre interesada.

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Axel Kicillof.

Axel Kicillof.

Aun si se quisiera ser ecuánime en el diagnóstico, sería difícil saldar la cuestión. Las complejas y múltiples variables conspiran también contra las buenas intenciones. Por caso, el nivel de interdependencia con el gobierno nacional, el contexto macroeconómico o el escenario internacional son solo algunas. Si se ecualiza de manera correcta al conurbano con el resto de la provincia o si dentro del conurbano se hacen las distinciones de referencia correspondientes, son también aspectos que no pueden soslayarse, En definitiva, es analizar varias provincias en una.

Una agenda diferente para Buenos Aires

Lo que sí es más fácil advertir es la ausencia de imaginación para pensar distinto; para instalar una agenda que le permita a la dirigencia bonaerense en su conjunto pensarse a sí misma y, de una vez por todas, no ser pensada en términos nacionales.

La elección del próximo siete de septiembre, la primera desde la recuperación de la democracia que no coincide con el turno nacional, podría representar una primera novedad -vemos, por estas horas, a algunos de los habituales periodistas generalistas hacer cursos acelerados sobre las características de cada una de las ocho secciones electorales-. A la vez, podría convertirse en una oportunidad para cambiar la agenda.

Sin embargo y aunque suena tentador, es muy probable que el desdoblamiento electoral no sea suficiente para que ocurra. Nada asegura que, finalmente, sea un octubre anticipado. Es decir, como suele ocurrir con las elecciones legislativas en Buenos Aires (no sucede lo mismo en otras provincias), es probable que se termine plebiscitando al gobierno nacional. En este caso, Javier Milei sí o Javier Milei no.

La Libertad Avanza Javier Milei
Javier Milei nacionalizará la campaña bonaerense.

Javier Milei nacionalizará la campaña bonaerense.

De hecho, ya hay esbozos de campaña que parecen encauzarse por ese andarivel y hasta suena lógico si se repara en la incidencia e impacto del modelo nacional en la provincia. Casi Inevitable. Para renovar la agenda, más allá de las urgencias cotidianas y, sobre todo, de las políticas, se requiere otro tipo de debate que, por algún motivo, hace tiempo permanece ausente, y seguramente no es en medio de otro proceso electoral el momento indicado para plantearlos. Con todo, bien vale preguntarse si finalmente hay algo más allá de las urgencias y de los temas electorales.

Los debates invisibles

Cada tanto escuchamos a algún académico o incluso a algún dirigente político, casi siempre periférico, plantear la necesidad de dividir la provincia de Buenos Aires. Disparatado o no, el debate suele extinguirse apenas se barajan algunas alternativas, sin alcanzar algún grado de formalidad. También, de manera menos drástica, hubo proyectos de descentralización o regionalización que tuvieron algún grado de avance, pero, otra vez y seguramente por intereses políticos y electorales, quedaron truncos.

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Dividir la provincia de Buenos Aires, una idea que cada tanto vuelve (imagen: La Nación).

Dividir la provincia de Buenos Aires, una idea que cada tanto vuelve (imagen: La Nación).

La pregunta está siempre latente. ¿Hay que descentralizar? ¿Hay que regionalizar? ¿Hay que dividir? Y una pregunta siempre inquietante: ¿Qué hacemos con el conurbano? Como señala el historiador Roy Hora, “al calor del proceso de industrialización por sustitución de importaciones y la expansión de la producción empujada por el mercado interno, en las décadas del 40 y el 50 la población de ese conglomerado que significa el Gran Buenos Aires creció de manera exponencial”.

Desde entonces y de manera creciente, se observan problemas estructurales y de toda índole que nunca pueden ser satisfechos. Por lo general, los temas son abordados de manera cuantitativa. es decir, más recursos, más policías, más patrulleros, más hospitales, más escuelas, más servicios… siempre más. Denodados esfuerzos por alcanzar lo que al final del día resulta inalcanzable. Con suerte se llega a discutir, con mayor o menor ímpetu según el momento, los puntos perdidos en concepto de coparticipación. No mucho más.

Por las dimensiones, complejidad y características que tiene ese gigante y la diversidad geográfica de la provincia en general, suele decirse que el gobernador está demasiado lejos (porque debe atender las disímiles realidades de cada región que conforma el vasto territorio) y el intendente es insuficiente (por la interdependencia con las jurisdicciones vecinas). ¿Habría que estudiar, entonces, otro tipo de gobernanza, otros modelos institucionales para los continuos urbanos en permanente expansión como el que se plasma en torno a la Ciudad de Buenos Aires, incluso para enfrentar los problemas comunes del espacio metropolitano? Ya vimos en la última elección porteña cómo los candidatos buscaron diferenciarse del conurbano. Fue un intento por evitar lo que en cualquier parte del mundo resulta tan impensado como imposible. Las grandes ciudades son abordadas como lo que son. Un todo. Una gran metrópolis.

Sin embargo, en nuestro caso, lo siempre urgente conspira contra la imaginación y la creatividad políticas que requiere abordar la cuestión.

Buenos Aires y las representaciones

¿Hay que revisar la representatividad política tanto a nivel provincial como nacional? Es otro de los temas que aparece por estas horas donde se pone el foco en la elección de cada sección electoral, como también en el turno nacional, Por un lado, la composición de la Legislatura muestra el desbalance entre la representación del conurbano, centro de gravedad electoral del país, y el resto de las secciones electorales. Por otro lado, la Cámara de Diputados de la Nación refleja la subrepresentación de la provincia de Buenos Aires en su conjunto. Pero no es solo una cuestión de bancas y de recursos: hay, también, motivos históricos, geográficos, políticos y de sistemas electorales que conspiran contra la verdadera representación de los problemas de los bonaerenses. El factor nacional suele desplazar o imponer jefes comunales más allá de las consideraciones populares sobre gestión o sobre tal o cual dirigente político. Es decir, se ven expulsados o bendecidos según la ola nacional gestada al calor de cada momento que atraviesa el país. Sobran ejemplos en ese sentido.

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¿Es hora de revisar el modelo de representación política de la provincia de Buenos Aires?

¿Es hora de revisar el modelo de representación política de la provincia de Buenos Aires?

Y siguen las preguntas. ¿Hay que discutir las autonomías municipales que asomaron en la reforma de la Constitución del 94 pero fueron abortadas, otra vez, por intereses políticos y electorales o temor a resignar una cuota de poder?

Los intendentes tienen cada vez más responsabilidades, mayores demandas, más incumbencias y, sin embargo, tienen las mismas atribuciones y capacidades de antaño. Es decir, carecen de las herramientas suficientes para hacer frente a una realidad cada vez más compleja a escala local, que hace ya mucho tiempo superó las históricas responsabilidades de alumbrado barrido y limpieza.

Hoy se les pide que mejoren la movilidad, que mitiguen los efectos del cambio climático, que generen empleo, que brinden mayor seguridad, que se involucren en la oferta y calidad educativa o de salud; que sean capaces de planificar un futuro urbano mejor para todos los habitantes. Sin embargo, nada cambió en torno a sus capacidades y atribuciones. Salvando las distancias, algo similar a lo que le pasa al gobernador de la provincia en relación a la administración central, si observamos el mecanismo de coparticipación y la delegación de responsabilidades.

El espejo de Santa Fe

En la cuestión municipal, tal vez haya que seguir de cerca la reforma constitucional que se debate en la provincia de Santa Fe. Ahí asoman novedades en el capítulo de las autonomías municipales e, incluso, con la posible creación de un ente que colabore en la coordinación entre las diferentes jurisdicciones locales; un tema que bien podría observarse desde la provincia de Buenos Aires. Son debates que deben darse, otra vez, fuera de los períodos electorales.

Es probable que la doble concurrencia a las urnas de los bonaerenses, en septiembre y en octubre, no alcance para poner sobre la mesa una nueva agenda provincial largamente postergada, pero no habría que perder la esperanza de que, más temprano que tarde, surja un debate que no naufrague en la superficie arrastrado por las tempestades de turno.

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