El argumento que esgrime el gobernador Axel Kicilof para desdoblar los comicios es la imposibilidad de convivencia de dos sistemas electorales en el mismo día. Es decir, una cuestión logística. Su conclusión, en virtud de los dichos públicos, es que los comicios nacionales con boleta única papel y los provinciales con la lista sábana no se pueden realizar de manera concurrente. “Sería un caos, es inviable”, describió, tajante.
Subyace, por supuesto, que la incompatibilidad no es solo de sistemas electorales, sino política. Sin desconocer la complejidad del caso, como también la tiene organizar una elección con los recursos de la provincia, reducir las diferencias a una cuestión logística suena poco convincente y, a la vez, no ajustada a la discordia en ciernes. La no explicitación de un motivo político agrega confusión. No hay manera de percibir las diferencias entre el gobernador Kicilof y la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner si el público no escucha y se aprende las nuevas melodías. Mucho menos si se enmascara, en una cuestión logística, la interna que el peronismo pide a gritos, aunque la lógica de la estrategia electoral indique que este no es el momento adecuado.
Las razones no explicitadas de la interna del peronismo
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Así, si hay ruptura, debería explicitarse con contundencia y nitidez. La posibilidad de perder la elección debido a la fragmentación de la oferta debiera ameritar, al menos, que valiera la pena. Esto, más allá de cómo se salde finalmente la cuestión, si es a través de las PASO o por medio de una confrontación directa.
En cualquiera de los casos, las causas no pueden reducirse a vanidades, incompatibilidad de caracteres o ambiciones personales. Si, por el contrario, se consiguiera la unidad, también resultaría saludable que se explicitara de cara a los votantes el propósito. Y hacerlo sin grises. No reducir el esfuerzo de amalgamar las diferencias a la posibilidad –por cierto, no menor– del resultado.
El peronismo ya experimentó las debilidades del amontonamiento sin causa clara. El motivo es necesario. Ganar está bien, pero el para qué debe inspirar esperanza.
Una agenda de la provincia de Buenos Aires
El otro motivo que se agitaba en torno a la conveniencia o no de desdoblar la elección era el supuesto perjuicio de una campaña que pusiera en foco los temas de la provincia, a lo que sumaría los de los gobiernos locales. “Se va a discutir el tema de la inseguridad y eso no nos conviene”, sonó como argumento refractario al desdoblamiento. “Pierde fuerza la confrontación con el gobierno de Javier Milei, el debate tiene que ser en clave nacional”, se dijo también, dándole especial importancia, otra vez, a la potencia de los aparatos partidarios, estructuras y capacidad de movilización, por encima de la gravitación de los temas en cuestión, y poniendo de relieve el objetivo de vencer al gobierno nacional.
Javier Milei - Cristina Kirchner
Javier Milei vs. Cristina Fernández de Kirchner, la pelea de fondo que propone La Cámpora.
Discutir sobre los temas de la provincia y cada una de sus ciudades sería un hecho verdaderamente histórico, novedoso. Hemos visto ya cómo intendentes con buena gestión han sido arrasados por una ola nacional adversa o, por el contrario, cómo algunos lograron sobrevivir y beneficiarse por los vientos favorables de otras latitudes, colgados de la larga cola del barrilete.
Claro que es una maraña difícil de desentrañar y que anida en circunstancias históricas. Si para que se solucionen las cuestiones estructurales de la provincia, como la pobreza o la inseguridad, se tiene que arreglar la Argentina, es lógico que se le preste especial atención a la cuestión nacional. Sin embargo, no menos cierta es la necesidad de que el electorado de la provincia y el de cada una de sus ciudades puedan conectar con sus propias agendas y sus propios liderazgos. Paradójico: para arreglar la provincia hay que arreglar al país, y para perjudicar a la provincia hay que observar sus propios padecimientos.
Un laberinto con historia
Como suele recordar el historiador Roy Hora, “desde fines del siglo XX, todos los gobernadores de la provincia armaron su carrera política desde una plataforma porteña”.
De alguna manera todos, aunque provengan de algún distrito de la provincia, experimentaron su paso por el gobierno nacional que actuó como el trampolín necesario. En 1880, la provincia pierde a su capital, su centro político. Así, con la guerra civil de entonces, sufre la decapitación y deja una cuestión que aún no se pudo resolver: la no gravitación de su capital (La Plata) y la imposibilidad, por diferentes cuestiones, de no lograr reemplazar a la ciudad de Buenos Aires. Sobran las explicaciones en ese sentido: la vastedad de la provincia y su heterogeneidad son algunos, entre otros motivos.
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El gobernador Axel Kicillof, en la Legislatura bonaerense.
Hora, el historiador que ha estudiado el tema en profundidad, marca una singularidad bonaerense con relación a otras provincias. Buenos Aires, dice, es “una provincia que no se gobierna a sí misma, que no construye un sistema político centrado en su capital”. Una vida institucional anclada, en gran medida, en la ciudad de Buenos Aires. Incluso, dependiente de las instituciones mediáticas de la Capital. Justamente lo de los medios no es menor y tal vez amerite otra columna para reflexionar sobre el tema con mayor especificidad.
Sin embargo, son innumerables los episodios que reflejan con absoluta contundencia cómo los sucesivos gobernadores de la provincia decidieron promulgar sus definiciones más relevantes desde CABA, atentos a facilitarles la actividad a los medios nacionales. Si bien el progreso de la tecnología ha suplido este fundamento, son los medios y sus periodistas porteños los que irradian hacia la provincia y los propios bonaerenses, pero sobre todo los vecinos del conurbano, quienes se ven atraídos por esas pantallas.
La reforma electoral de 1912 trajo aparejada la fortaleza de los líderazgos territoriales. Luego, más acá en el tiempo, el ascenso demográfico del conurbano provocó la supremacía electoral sobre el resto del territorio bonaerense. La potencia de ese conurbano inicia el segundo gran cambio luego de la decapitación. Además, la dirigencia y las instituciones le dan forma a esa transformación. Hay que añadirle la reforma constitucional del 94, que le otorga a la Ciudad de Buenos Aires su autonomía, aprobada por unanimidad. Eso le permite adquirir una visibilidad política incandescente. Un volver a 1880, el momento de los porteños. ¿Tal vez por eso se diga ahora que la oposición se construye desde la Capital y que las elecciones en CABA resultan más relevantes? Autonomía y visibilidad. Y deja otro interrogante. ¿Por qué la potencia electoral del conurbano acepta un liderazgo externo, que le viene dado? No se ha experimentado, todavía, una alternativa a la forma de proyectar a los lideres desde la Capital para un público más grande, ese enorme conglomerado en expansión que representa el conurbano bonaerense. Y deja así al la provincia carente de identidad política y de una esfera pública autónoma.
Interrogantes del presente y de futuro
Si bien es cierto que, bajo las actuales circunstancias, para que la provincia de buenos Aires se arregle se tiene que arreglar la Argentina y que por eso es necesario que los bonaerenses voten pensando en el país, queda pendiente la posibilidad de que la agenda territorial empiece a tener su propia gravitación.
¿Cómo hacer, en todo caso, para que los bonaerenses sean gobernados por los bonaerenses, sin necesidad de tener a la Ciudad de Buenos Aires como interfaz obligatoria? Ahí surge uno de los temas que, por algún motivo, nadie se atreve a poner arriba de la mesa con determinación. ¿Cuáles son las reformas institucionales que hacen falta? El debate no debe agotarse en la recurrencia permanente a su división. Por caso, resulta impostergable la discusión en torno a nuevos modelos de gobernanza metropolitana.
En definitiva, cómo hacer para conectar al electorado con su propia agenda y los liderazgos que deben llevarla adelante. Y cómo lograr que esas dirigencias resulten más responsables con las decisiones que toman en torno a los temas propios, y con menor dependencia del gobierno nacional.