AMÉRICA 2022

Un mes de Boric: gobierno de dos almas en pugna y desafío constitucional

Diferencias entre el oficialismo puro y los aliados empantanan la gestión. La aprobación se sostiene, pero crece el rechazo. La nueva Carta Magna, entre dudas.

El joven presidente de Chile, Gabriel Boric, cumple esta semana su primer mes de mandato en el Palacio de la Moneda en un contexto marcado por la necesidad de fortalecerse, la profundización de una mala herencia económica y los pasos en falso de algunas de sus figuras ministeriales que amenaza con romper –antes de tiempo– el anhelo de cambios prometidos durante la campaña, heredado del estallido social de 2019. Además, a pesar de que recién da sus primeros pasos, este escenario amenaza con impactar de forma negativa sobre una fecha histórica que se avecina: el plebiscito del 4 de septiembre, que someterá al voto popular una nueva Constitución.

 

“No ha sido un proceso fácil, pero nadie dijo que lo sería. Hubo algunos errores y problemas de coordinación propios de cualquier instalación”, reconoció en diálogo con Letra P Javiera Morales, la diputada de Convergencia Social que asumió para ocupar la banca que dejó el propio Boric. En este tiempo se evidenciaron las trabas en el engranaje de los distintos partidos que componen la maquinaria oficialista. La obligación de negociar la agenda legislativa –por no tener mayorías en el Congreso– genera ruidos en la alianza que ganó el ballotage de diciembre, compuesta por el espacio de Boric, el Frente Amplio (FA), y el Partido Comunista (PC). A raíz de los acercamientos con las fuerzas más moderadas de la antigua Concertación, que chocan con la velocidad que demandan los sectores más duros, hubo diferencias públicas que fueron capitalizadas por la derecha que denuncia el “desorden” del gobierno y que le imposibilitó gozar de la luna de miel de inicio de mandato. “Este es un gobierno de dos almas y eso genera bastante debate respecto al nivel de profundidad que tendrán las reformas”, reconoció una fuente del Gobierno ante las consultas de este medio.

 

A estas disputas se le suman algunas desafortunadas acciones de la ministra del Interior, Izkia Siches, sobre el conflicto Mapuche y una errónea denuncia sobre la política migratoria del expresidente Sebastián Piñera que, sumadas a la inexperiencia administrativa de algunos sectores del oficialismo, generaron errores no forzados que tienen un impacto doble para Boric. Por un lado, por parte de la oposición que intenta evidenciar el “desorden” que vaticinó. Por el otro, de su propia base electoral, que observa en él la continuación institucional del estallido de 2019 y que le demanda cambios profundos que, por ahora, no se perfilan como posibles en el corto plazo en tanto la administración choca con la disyuntiva que le plantea, como decía el filósofo italiano Antonio Gramsci, “el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad”. En apenas un mes, el Gobierno se topó con las dificultades estructurales –y también propias– de intentar avanzar con grandes deseos de cambios ante la falta de apoyo legislativo y las negociaciones para obtener gobernabilidad. En lo que era su principal batalla antes de asumir, satisfacer la expectativa depositada en su mandato, se encuentra perdiendo y busca pasar al frente para mantener aquellas “grandes alamedas” vaticinadas por el expresidente Salvador Allende todavía abiertas.

 

Si quiere afianzarse en el poder, Boric debería fortalecer su rumbo y su estructura, pero eso sería, a la vez, cada vez más difícil porque ya no gozará de la luna de miel que les permite a los distintos gobiernos disfrutar de un período de gracia. Así lo evidencian las encuestas. En el último sondeo de Cadem, la imagen positiva de Boric fue del 44%, pero la desaprobación mostró un crecimiento de 21 puntos en cuatro semanas hasta llegar a 41%. El detalle muestra que el 19% mostró su negativa por el crecimiento de la delincuencia, otro 19% por la gestión del conflicto mapuche y el 18% por el rumbo de la economía, es decir, problemáticas estructurales que no son de pronta solución y que debería enfrentar sin una gran espalda. A esto se le suma otro punto preocupante: por primera vez en las encuestas se consolida el rechazo, con el 44% de los votos, a la carta magna que redacta la Convención Constituyente. “Son un llamado de atención para todos quienes confiamos en este proceso”, reconoció el presidente.

 

A pesar de que la Convención es autónoma y que transita un camino separado al del Gobierno, el accionar de cada uno de ellos impacta en el otro en una relación de ida y vuelta. “Cualquier resultado será mejor que una Constitución escrita por cuatro generales”, dijo Boric hace unos días, pero sí hay algo peor: su rechazo y que Chile mantenga el contrato social heredado de la dictadura de Augusto Pinochet a pesar del estallido de 2019 y las elecciones del año pasado. Una derrota constitucional sería un golpe muy duro para el oficialismo ya que es ella la madre de todas las batallas y porque los ejecutivos pasan, pero la Constitución queda. Es por esto que el referendo del 4 de septiembre se perfila como una prueba de fuego para Boric en la cual la oposición de derecha buscará, por un lado, desprestigiarlo y, por el otro, reagruparse y recuperar poder luego de sus derrotas en los comicios presidenciales, provinciales y constitucionales.

 

“Hubo mucha desinformación respecto a su trabajo, lo que colaboró a crear un clima de incertidumbre respecto a su resultado”, afirmó Morales y resaltó que las encuestas son una “foto que pueden indicar cómo está el momento”. En diálogos con este medio, fuentes constituyentes y del oficialismo reconocieron estas dificultades, pero relativizaron los sondeos porque “son las mismas empresas que daban como ganador a (José Antonio) Kast en el ballotage”.

 

Por su parte, Boric manifestó que “la discusión no es solamente comunicacional” y que “no se le puede echar solamente la culpa a lo externo” porque también “hay responsabilidades” de quienes apoyan el proceso. Otra vez una diferencia interna que dificulta alcanzar los objetivos y que vuelve imperiosa la necesidad de cerrar filas porque los objetivos del nuevo Chile son muy grandes.

 

Donald Trump.

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