Desde el minuto uno de la derrota de Juntos por el Cambio (JxC) en 2019, en el radicalismo bonaerense salió a flote la asonada retórica por reconfigurar la relación de fuerzas de la alianza opositora. Con excepción del alfonsinismo ricardista que plantea la ruptura boinablanca con el socio amarillo, la continuidad en JxC no se puso en tela de juicio en las diversas ramas del árbol radical, aunque sí se empezó a hablar de la necesidad de poner el sello UCR como abanderado del camino cambiemista hacia 2023.
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Ya en enero de 2020, el salvadorismo empezó a hablar de ser “cabeza de león” y de construir liderazgos que redunden en candidaturas a la gobernación y a la presidencia. Pero en el ala opositora interna, con el possismo a la cabeza, la conducción del Comité bonaerense no quedó al margen de la línea de fuego a la hora de enumerar razones de la derrota y revisar posicionamientos del pasado inmediato, por lo que, de movida, se arengó con el “fin de ciclo” en la UCR provincial. En ese marco, comenzó a pintarse un cuadro de grieta que recaló en los comicios de marzo último pero que no culminó allí.
En el primer año y medio como oposición, la elección interna de la UCR fue el eje catalizador de discusiones partidarias que fueron más allá del prometido protagonismo dentro de JxC que, en suma, fue pregonado en campaña desde ambos rincones. Además de eso, se puso en relieve qué perfil de oposición construir –antigrieta o confrontativa–, emergieron nuevos jugadores que simbolizan orientaciones futuras y también se hizo lugar a reclamos de intendentes por ganar lugar en la agenda legislativa, voz en la discusión partidaria y lapicera en las futuras listas seccionales.
Eso, sumado al alto voltaje de la discusión posada en el pasado –donde el “servilismo acrítico” se retrucaba con un “saltimbanqui de la política” – hizo que, al final del día, el partido centenario lograse movilizar a más de 120 mil afiliados. Ese número en sí mismo representa una carta fuerte para jugar la partida con los socios; si se sabe aprovechar, claro. El ajustado triunfo del oficialismo, con Maximiliano Abad a la cabeza, dejó el sabor de dos bloques que se necesitarán entre sí para robustecer al partido en una mesa de negociación donde el socio PRO ya tiene anotado a más de un postulante al sillón de calle 6.
“El radicalismo tiene que tener mayor protagonismo. Era bueno el slogan de ellos”, admitió a Letra P un referente de peso del oficialismo partidario en relación a la denominación “Protagonismo Radical” con la que Gustavo Posse bautizó el espacio opositor. Con ese mensaje centrado en construir liderazgos, se busca dar una vuelta de página a la conducción herbívora que caracterizó el paso de Daniel Salvador al frente del Comité PBA, donde el foco en conservar el statu-quo de lo ganado en 2015 secundando la ola amarilla no solo evitó consolidar caras de vuelo bonaerense sino que hizo que en 2019 la cosecha radical fuera menor.
Fue en la reciente interna cuando comenzaron a perfilarse algunos potenciales. En el oficialismo, el espaldarazo del triunfo en la interna pone naturalmente a Abad como un actor con proyección. Del lado de los intendentes, fuentes correligionarias anotan el nombre de uno de sus pares que jugó en la lista de Adelante Buenos Aires: el chacabuquense Víctor Aiola.
No son los únicos nombres que suenan. También hay quienes ven con aspiraciones emergentes a Alejandra Lorden. Por lo pronto, la diputada y vice del Comité nacional marca posibles competidores para la carrera nacional (Morales, Cornejo, Negri y Manes), aunque no en la bonaerense, donde –promete– “se hará un trabajo importante para que salgan tres o cuatro candidaturas”. “Ahí podría haber una mujer”, dijo a Letra P.
Con vistas a la discusión por el primer lugar en la lista de aspirantes a diputados nacionales por Buenos Aires, la figura más taquillera en el horizonte de varios intendentes del oficialismo partidario es alguien que aún no se decidió: Facundo Manes. El neurólogo fue central en el sprint final de la campaña, desembarcando en diversos bastiones bonaerenses con la lista de Abad en mano, la cual llevó como convencional a su hermano Gastón, quien se erigió como un dirigente de consulta por referentes locales en distintos puntos de la provincia.
En la ingeniería comunicacional dirigida a las bases flotó la idea de que un triunfo de Abad era la condición indispensable para que Manes pisara el ring de la política formal. Pero voces con llegada al neurocientífico sostienen que no hay avances ni ofrecimientos puntuales en torno a una candidatura. Tampoco plazos ni definiciones de quien al momento solo es etiquetado como “un ciudadano con mucha visibilidad que acompañó a Adelante”.
En la conducción partidaria, quienes son más entusiastas hablan de dar la pelea interna en los 135 distritos. Los más cautelosos admiten que “no en todas las secciones hay una figura para encabezar” y optan por acordar una lista que filtre a un radical en zona expectante.
Jefes comunales abordados por este medio sostienen su objetivo de hacer valer su lapicera para las listas seccionales. “Lo nuestro va más allá de poner la firma en una solicitada de apoyo”, desliza un cacique boinablanca que respaldó la nómina de Adelante pero que pretende poner fin al predomino PRO en la alianza opositora. No se trata de un planteo abstracto. En la elección legislativa de 2017, la UCR encabezó la lista de Cambiemos en solo una de las ocho secciones electorales, la Séptima.
Por lo pronto, la renovada continuidad del oficialismo partidario se limita a enumerar acciones operativas que marquen una nueva impronta. Desde una asunción con audiencia virtual, pasando por una app para que todos los afiliados tengan contacto directo con el partido con información diaria, hasta la gestación de un equipo tecnológico con una base de datos que “modernice el partido”. “Que no solo se renueven los hombres, sino también las prácticas”, dijeron a Letra P.
Por su parte, el possismo sostiene la idea de plantear PASO en todos los niveles y –como contó Letra P– desafía anotando al intendente sanisidrense como posible competidor para encabezar la legislativa de este año, pensando en la Gobernación en 2023. Con el diagnóstico de la pasada interna como una “elección de mitades”, en San Isidro reclaman distribución igualitaria de los casilleros que correspondan a la UCR. Del otro lado, armadores descartan esa posibilidad y marcan la cancha recordando quién gano la interna.
En tanto, una de las irrupciones fuertes que se dieron sobre el terreno bonaerense a partir de esta disputa electoral fue la de Evolución. El espacio que encabeza Martín Lousteau en el orden nacional y Pablo Domenichini en el provincial se posicionó con éxito en comités de distrito de numerosos puntos del conurbano y bastiones del interior.
“Luego de la consolidación del triunfo que Protagonismo Radical tuvo en la Tercera, voy a ponerme al frente de la reconstrucción del radicalismo en el conurbano y vamos a dar pelea dentro de JxC, con candidatos en cada distrito”, dejó sentado Domenichini a Letra P. La victoria internista como formadora de futuras candidaturas también lo puso de manifiesto días atrás Lousteau al participar del acto de asunción en la UCR de 9 de Julio de Ignacio Palacios, quien ya anunció que va por la intendencia de ese distrito hoy administrado por el PRO.
La maduración de la relación entre los espacios de reciente disputa se irá moldeando al calor de la antesala del cierre de listas. Al momento, en los distintos rincones solo admiten testeos informales pero ningún contacto serio para definir convivencia. Amén de los nombres, perfiles y aspiraciones en pugna, los clamores de liderazgo de ambos sectores se siguen encontrando –como desde diciembre de 2019– en una larga procesión de promesas que tendrá que dar su primera prueba de fe en las próximas listas legislativas.