El ajustado triunfo de Diego Santilli tras la fuerte remontada del Frente de Todos (FdT) reavivó la pelea de las diversas tribus del PRO por la gobernación de Buenos Aires. La exigua diferencia de 1,28% del domingo hizo mermar las expectativas en torno a su figura y envalentonó a sus competidores internos. Si bien el desenlace era previsible, los primeros cuatro puntos de diferencia obtenidos en las primarias y la promesa de ir por más que había marcado como objetivo el exvicejefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires habían desanimado a otros posibles aspirantes a suceder a Axel Kicillof. Ahora, con la épica remontada del peronismo, la interna ganó temperatura, con críticas cruzadas incluidas que marcarán los primeros pasos de un largo camino hacia 2023. De momento, son seis candidatos en el partido amarillo que, pese a los matices, coinciden en una premisa: ratificar la unidad que les dio buenos dividendos en el sprint final de la campaña e intentar cumplir aquello en lo que fallaron: ampliar para volver a ser gobierno.
Tal como dio cuenta Letra P, además de la construcción del proyecto Santilli 2023, que se inscribe en un plan mayor para llevar a Horacio Rodríguez Larreta al sillón de Rivadavia, hay otros cinco dirigentes que en público o en privado manifestaron las mismas pretensiones. El primero en hacerlo fue el presidente del PRO e intendente de Vicente López, Jorge Macri. Tiene con qué, la lista local que respaldó sacó el 58% y se convirtió en el mejor porcentaje de votos en el conurbano y en el largo plazo ya construyó una posible sucesora, la concejala Soledad Martínez. Le siguió el encargado de la fiscalización de toda la campaña de Juntos y jefe comunal de La Plata, Julio Garro. Su distrito aparece en la cima de sufragios logrados por la oposición, alcanzando los 178.843 votos, y los numerosos de la cúpula de Juntos en su distrito le levantaron el perfil. Eso sí, hasta ahora no tiene heredero político y crecen los dirigentes que quieren llegar al palacio municipal platense en dos años, como el senador Juan Pablo Allan y el diputado Daniel Lipovetzky.
Los otros dos larretistas que creen tener volumen, experiencia y capacidad para hacerlo son el intendente de Lanús, Néstor Grindetti, que a su vez fue el jefe de campaña de Santilli, y su par de Tres de Febrero, Diego Valenzuela. A su manera, ambos le dijeron a este medio que se suben a la pelea por la Gobernación: el primero incluso antes de dar vuelta la última elección, tal como lo había hecho en 2015 y 2019, y haber ratificado el liderazgo opositor en la Tercera sección peronista. El lanusense es el otro que también pensó en un proyecto amarillo sostenible en el tiempo y bendijo como posible sucesor a su jefe de Gabinete, Diego Kravetz. El segundo, con los números sobre la mesa después de haber revalidado lo que su candidato local, Hernán Lorenzo, había cosechado en las primarias: se impuso por 10 puntos a la lista del Frente de Todos.
Sin levantar demasiado la exposición, el presidente del bloque de Diputados del PRO, Cristian Ritondo, también se anota. Si bien no tiene estructura en la provincia, más que un puñado de hombres y mujeres de su confianza como el legislador Matías Ranzini, toma prestada la de su jefa política, María Eugenia Vidal. “Quiero decirles que este equipo tiene un liderazgo en la provincia, con alguien que se lo ganó sobradamente, en quien confío con los ojos cerrados”, había remarcado la exorgullosamente bonaerense en un multitudinario plenario partidario en Tigre en octubre pasado, con intenciones de transferirle a su tropa varada en la provincia.
Cada uno de ellos confirma que ante eventuales fisuras, las primarias son las herramientas para dirimir liderazgos. Una excepción: Santilli y Rintondo, quienes comparten una larga trayectoria política y de amistad, no están dispuestos a enfrentarse. “No hay ninguna posibilidad de que compitan entre ellos”, afirmó a Letra P una fuente que conoce a ambos. En primera instancia, el exministro de Seguridad sabe que primero deberá revalidar su título de jefe PRO en Diputados, y después intentar quedarse con el lugar que hoy ocupa el radical Mario Negri, desgastado después de la derrota interna en Córdoba. En tanto, el diputado electo carece -como Ritondo- de estructura propia. Incluso, el único candidato que nombró, Gustavo Coria, se quedó afuera de la Legislatura.
De todos modos, en el equipo de Santilli, como en las demás familias que conforman el PRO, saben que una de sus principales fortalezas está en ser la mano derecha de Rodríguez Larreta y pieza clave en su plan de llegar a la Casa Rosada. En Uspallata definen por estas horas si designan a Santilli como flamante jefe de campaña anticipado del jefe de Gobierno porteño. No tienen dudas de que es el hombre indicado para estar a su lado, pero aún resta evaluar si una gira nacional próxima no aleja demasiado a Santilli del territorio que pretende gobernar en 2023. En el caso de hacerlo, se descuenta que una parte de la agenda y la política del futuro diputado nacional la cuidará Agustín Forchieri, vicepresidente primero de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hasta diciembre y quien se sentó en su nombre en la mesa de conducción de Juntos las veces que fue necesario.
Dirigentes que estuvieron desde el inicio o detractores antes del cierre de listas aseguran que con los resultados del 14 de noviembre el final por las candidaturas quedó abierto. “Primero tuvo visibilidad como ministro de Seguridad de la Ciudad y después, como primer candidato, porque lo empujamos entre todos. Pero ahora tiene que sostenerse solo dos años y ahí recién se va a ver de qué está hecho”, desafió ante este medio una fuente que participa de la mesa redonda de aspirantes. En el entorno del Colorado no se achican, pero tampoco quieren adelantar la pelea. “Está bien que otros quieran competir, lo iban a hacer con este resultado o si ganábamos por 10 puntos”, dicen.