Entre diciembre de 2011 y fines de 2013, el ministro de Economía fue Hernán Lorenzino, pero quien hablaba de precios e inflación era el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno. Moreno dependía en los papeles del Palacio de Hacienda, pero tenía manos libres y se enfrentaba abiertamente con Axel Kicillof, secretario de Política Económica, y con Mercedes Marcó del Pont, que presidía el Banco Central y administraba como podía el drenaje de dólares, a los empujones con Ricardo Echegaray, dueño de la AFIP. Una década después, la historia se repite.
La llegada de Roberto Feletti a la Secretaría de Comercio Interior y el congelamiento de precios como medida urgente para intentar frenar la inflación pusieron de manifiesto la falta de coordinación que existe en el área económica. Cada despacho es una isla con puentes precarios o nulos con el resto de los archipiélagos. El estilo de conducción del jefe de Gabinete, Juan Manzur, favoreció ese Antón Pirulero en el que cada cual atiende su juego.
En sus tiempos de jefe de Gabinete, Santiago Cafiero solía establecer reuniones semanales o quincenales de gabinete económico. Esos encuentros servían para coordinar el rumbo económico de una gestión atravesada por las tensiones. Con Manzur, esos encuentros se terminaron. En distintos despachos de la gestión económica suponen que la mecánica seguirá así al menos hasta el 15 de noviembre. El empresariado también tienen esa fecha marcada con rojo en el almanaque.
Con Feletti, la Secretaría de Comercio Interior se transformó en un ministerio blue. Kulfas soltó la escasa coordinación que mantenía con Paula Español y el nuevo funcionario tiene manos libres. “Está informado”, dijo Feletti el martes, en C5N. Kulfas, que se repele con Débora Giorgi, la subsecretaria que ahora forma parte del organigrama de Desarrollo Productivo, no cree que este congelamiento de precios ayude a bajar la inflación, que atribuye a cuestiones multicausales de la macroeconomía. Focalizado en la recuperación de la industria vía créditos subsidiados y en el desarrollo de sectores estratégicos, siente que se sacó un problema de encima. La responsabilidad operativa es de Feletti. La de la macro, de Guzmán.
Hasta este jueves, Guzmán y Feletti no se habían reunido. “No dependo del Ministerio de Economía”, le dijo Feletti al periodista Alejandro Bercovich en el programa de TV Brotes Verdes. Guzmán inició 2021 con la reducción de la inflación como objetivo número uno de la política macroeconómica. Intentó una coordinación de expectativas que fracasó al poco tiempo y nombró como secretario de Política Económica a Fernando Morra, que llegó como experto en inflación pero no mostró un programa para bajar gradualmente el índice, como pregona. Con la expansión del gasto y su financiación vía emisión, todo se reduce al ancla cambiaria. Semanas atrás, en la convención de la Cámara de la Construcción (Camarco), Guzmán ensayó una respuesta evasiva ante la escalada de los precios. “Esperamos que siga la baja de la tasa de inflación inercial a la velocidad que se pueda, en función de que se vayan reduciendo los otros desequilibrios, incluyendo la escasez de divisas”, afirmó. No dijo cómo. Todavía le queda dar la batalla interna por el Presupuesto 2022 y el aumento de tarifas que se requiere para que los subsidios no sigan escalando.
Hasta el momento, más allá de la portavoz Gabriela Cerruti, el único apoyo explícito al congelamiento de Feletti llegó de la provincia de Buenos Aires. El gobernador Axel Kicillof y su ministro de Producción, Augusto Costa, mostraron una reunión con intendentes y avalaron la medida que ni Kulfas ni Guzmán respaldaron con contundencia.
Mientras tanto, el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, se dedica a cuidar los dólares. Sin metas de inflación ni nada que se le parezca y con la absorción del exceso de pesos vía letras, restringió el pago anticipado de importaciones -que las empresas aceleraban, a la espera de una devaluación- e hizo saber a la UIA que las liberará de a poco y con justificativos previos. Su objetivo es acumular reservas e instó a las empresas a llegar a los U$S90.000 millones de exportaciones para que se libere el cepo. También, a desarrollar el mercado de capitales. Hay muchos pesos, dice, a disposición de industrias que hoy aumentan ventas pero no se deciden a invertir para expandir la producción.
Si el diagnóstico de parte del Gobierno es que la inflación es un problema macroeconómico, la respuesta del Ejecutivo sigue siendo microeconómica y compartimentada. Los empresarios esperan con ansias el acuerdo con el FMI, no solo por lo que implicaría un default -el cierre total del crédito de organismos multilaterales y el encarecimiento del financiamiento al sector privado, entre otras tormentas que pronostican-. También, porque el programa económico marcaría, de una vez, un rumbo común. Guzmán cree que llegará después de las elecciones y que la vicepresidenta Cristina Fernández, ahora, levantará el pulgar.