LA ECONOMÍA DE LA POSPANDEMIA

Habemus plan: la estrategia de Guzmán para después de arreglar la deuda

Diagnóstico realista y secuencia de objetivos. Los problemas de fondo, bajo la lupa. Una vela a Todos. El mundo hostil pos-COVID-19. Dólar y efecto Tu Sam.

El debate económico gira obsesivamente en torno a lo inmediato: la deuda, el dólar, la inflación y la recesión. Sin embargo, una serie de definiciones explicitadas el fin de semana por el ministro de Economía, Martín Guzmán, rompió con esa lógica y permitió entrever una visión de país que, aunque discutible como todas, esteriliza la prédica corrosiva de que el funcionario “no tiene plan”.

 

 

Foto: Juan Obregón, Perfil.

 

 

PRIMERO, LA DEUDA. El primer paso, para el ministro, es regularizar la situación de la deuda pública, comenzando por la que hoy se negocia, la emitida bajo ley extranjera. Luego, si, como todo indica, el proceso culmina exitosamente, se avanzará con los compromisos en dólares bajo legislación local y, finalmente, con los pendientes con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Que el funcionario destaque la cooperación lograda desde la asunción de Kristalina Georgieva resulta de especial interés.
 

 

 

Guzmán califica el arreglo de la deuda como una “condición necesaria pero no suficiente” para el despegue económico. Lograr sostenibilidad en el flujo de pagos futuros del país permitiría, en un futuro que no será inmediato, recuperar acceso al mercado voluntario de deuda. Asimismo, reducir la carga de los vencimientos y extenderlos en el tiempo ayudaría a equilibrar las cuentas públicas, un objetivo que presenta como prioritario y que constituye toda una novedad en el peronismo realmente existente. Por último, debería servir para calmar las expectativas de un estallido macro, específicamente cambiario, y para descomprimir la incertidumbre que atenaza la economía real.

 

UN DESEADO MERCADO DE CAPITALES. Según averiguó Letra P, una de las obsesiones de Guzmán es el robustecimiento del mercado de deuda en moneda nacional, que permita desenganchar el crédito del dólar tanto para el Gobierno como para las empresas. Para eso se propone seguir ofreciendo títulos que reconozcan la actualización por inflación más una pequeña sobretasa de ganancia, política que hasta ahora le ha dado algunos resultados. 

 

 

La obsesión de los inversores por el dólar complica un objetivo del ministro: suavizar el cepo y las limitaciones al movimiento de capitales, incompatibles con una economía que aspire a crecer.

 

 

El problema es que persisten todavía en ese mercado inversores externos que apuestan cobrar sus pesos, dolarizarse –inflando los tipos de cambio alternativos– y huir. Pero no son solo ellos. También los locales piensan en clave de carry trade, esto es la apuesta a tasas en pesos para ganarle al tipo de cambio y realizar la ganancia con un pase al dólar. Todo eso complica otro objetivo del ministro: suavizar el cepo y las limitaciones al movimiento de capitales, incompatibles con una economía que aspire a crecer.

 

DOS MONEDAS, NINGUNA MONEDA. La pandemia de COVID-19 forzó al Gobierno a asumir gastos de corto plazo no previstos. Para el ministro, eso es fundamental para evitar la destrucción de empresas y empleos, pero debe tener límites; para él, lo fiscal es central y el equilibrio debe alcanzarse más temprano que tarde. La idea de reconstruir la moneda nacional es otra innovación al pensamiento peronista reciente.

 

Ese gasto tiene, para él, un costado aun más riesgoso: una emisión de dinero que expandió la base monetaria en un 50% desde comienzo de año debido a la imposibilidad de financiar todo ese gasto excedente con crédito. Otra “herejía”: Guzmán entiende que, pasada la emergencia sanitaria, ese dinero deberá ser absorbido por diferentes vías para evitar un nuevo estallido cambiario e inflacionario.
 

 

 

UN ROL ACTIVO DEL ESTADO. Los canales para esa absorción de pesos sobreabundantes son varios.

 

Uno es el mencionado robustecimiento de un mercado de deuda en pesos, que le permitiría al Tesoro captar recursos y retirar dinero. Esto serviría para que el Estado pueda hacer políticas activas en la poscrisis, estimulando el crédito y promoviendo la inversión en infraestructura y logística.

 

Dos, la existencia, cuando pase la crisis, de capacidad instalada ociosa en el aparato productivo. En clave keynesiana, la mayor circulación de pesos no sería inflacionaria en tanto encuentre una oferta de bienes paralela que surja de esa capacidad no utilizada.

 

Tres, en la menor medida posible pero sin que se lo descarte del todo, se deberá apelar a la esterilización de circulante en base a subas de la tasa de interés que retengan a los inversores en el peso y eviten la dolarización brusca de sus carteras. Otro problema: tasas altas son recesivas y tienden a incrementar la deuda de corto plazo del Banco Central, como le ocurrió al macrismo con las Lebac, que no eran más que emisión futura y una certeza de más presión sobre el tipo de cambio e inflación. La magnitud que tendrá esta tercera vía para retirar plata del mercado dependerá de la confianza de los argentinos y su propensión a mantenerse en pesos. Igualmente, como decía Tu Sam, “puede fallar”.
 

 

 

EL MEDIANO PLAZO. Guzmán reconoce que domesticar la macro y normalizar el mercado cambiario y la cuenta capital llevará tiempo. ¿Cuánto?

 

Los objetivos de consolidación fiscal, ordenamiento monetario y acumulación de reservas para darle solidez a la política cambiaria constan en proyecciones del Ministerio de Economía que llegan a 2030. ¿Eso es solo una hoja de ruta o la expresión de la vocación de Fernández de ser más que un presidente de transición?

 

 

Fuente: Ministerio de Economía.

 

 

El ministro tiene un modelo en la cabeza, pero todavía le falta explicitar los mecanismos para concretarlo. Más allá de los mencionados, sobresale uno: la persistencia de tipos de cambio múltiples, algo que promete el mantenimiento de las retenciones a la soja. Eso no deja de ser un tanto contradictorio con un objetivo descollante del Evangelio según Martín: el incremento de las exportaciones. Acierta, claro: la restricción de divisas ha sido por décadas la gran limitación para el crecimiento ‘ y base de una inestabilidad macro hecha de devaluaciones bruscas y saltos de la inflación. 

 

Existe un plan, pero conlleva supuestos de compleja concreción.

El problema es que el mundo pospandemia se muestra hostil para ese objetivo. Si el sector agrícola seguirá con el freno de mano puesto, ¿cuáles serás las nuevas fuentes de divisas? La vaca del petróleo y el gas no convencionales seguirá muerta a mediano plazo por la recesión global. El turismo tendrá una reactivación lenta mientras una vacuna no jubile para siempre al nuevo coronavirus. Para peor, Brasil, principal destino de las exportaciones industriales argentinas, se hunde también en la recesión y en una crisis institucional que podría complicar todo aun más.

 

Existe un plan, pero conlleva supuestos de compleja concreción. Lo inmediato es limpiar la casa, arreglar la deuda y restablecer equilibrios macro. La recreación del círculo virtuoso entre producción, consumo, inversión y exportaciones llevará tiempo, paciencia y empeño.

 

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