El Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) que difunde el INDEC, un anticipo de los números del producto bruto interno (PBI), trajo noticias lúgubres en marzo: la economía se desplomó 11,5% con respecto al mismo mes del año pasado y 9,8% frente a febrero último. Para peor, el período relevado solo tuvo diez días de cuarentena estricta, mientras que abril fue de aislamiento pleno y mayo, de apertura discontinua y regionalmente desigual, en la que el área donde se produce la mayor parte de la riqueza nacional siguió en buena medida paralizada. Así las cosas, el pozo de marzo será solo una antesala del que se alcanzará en el segundo trimestre y, dada la incertidumbre sobre la evolución del COVID-19 en el invierno, el resto del año es un misterio de mal augurio. Cálculos privados ya descuentan no solo un tercer año de recesión plena sino, encima, con niveles similares a los de la crisis de 2002, del orden del 10%.
Fuente: EMAE (INDEC).
Esas proyecciones empeoran notablemente las que constaban en el último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), que elabora el Banco Central en base a consultas con analistas, consultoras y bancos de referencia, que pronosticaba una recesión anual del 7% del PBI. Así de rápidamente se deterioran las expectativas.
Además, el efecto es acumulativo: con el dato de marzo, el país acumula ocho meses seguidos de retracción productiva desde el “crecimiento” del 0,4% de julio del año pasado. Sin embargo, más allá de esa golondrina estadística, completará tres años seguidos de retracción, después del -2,2% de 2019 y del -2,5% de 2018. El escenario que se abre constituye todo un desafío para el mantenimiento de equilibrios sociales y políticos mínimos.
El economista Gustavo Reija le dijo a Letra P que “la caída de la actividad económica de marzo muestra claramente la gravedad de la influencia que la crisis del COVID-19 está ejerciendo sobre la economía. Si se considera que el dato refleja el efecto de solo diez días de cuarentena, cabe esperar que los datos de abril muestren el impacto en toda su magnitud”.
Fuente: EMAE (INDEC).
En tanto, Julia Segoviano, economista de la consultora LCG, señaló, también en diálogo con este medio, que “la caída de la actividad en marzo no sorprendió dado el parate total de la producción que significó el confinamiento, pero es cierto que fue peor que la esperada. Por ejemplo, en términos desestacionalizados, la variación mensual fue la peor desde 1993, cuando comenzó a haber registros. Y, de hecho, la mayor retracción anterior había sido del 4,3%, menos de la mitad que la actual”.
“En términos interanuales, la caída es la mayor desde 2009, en medio de la crisis de las hipotecas subprime”, añadió.
Lo que viene quita el aliento. Según la economista de LCG, “en marzo, la actividad cayó mucho porque se la compara con febrero, que fue un mes sin cuarentena. Pero aquel mes tuvo solo diez días de aislamiento, mientras que abril la tuvo en su totalidad, por lo que la próxima caída también va a ser muy grande”.
Reija coincidió: “El primer trimestre del año acumuló una caída interanual del 5,4% y una desestacionalizada del 4,8%. El segundo trimestre arrancará con una profundización de la retracción de la actividad en abril, que puede ser el mes piso de la actividad”.
“De acuerdo con el consumo de energía eléctrica de grandes usuarios, un estimador del ritmo de la actividad, en lo que va de mayo hubo un aumento diferencial, por sectores productivos, lo que permite inferir un leve repunte de la actividad en relación a abril”, agregó.
El mediano plazo, con todo, no invita al optimismo. “Dado que el ritmo de liberación de actividades es lento, el segundo trimestre estará muy condicionado por la fuerte caída de abril y, en conjunto, podría llegar al 10%. El tercer y el cuarto trimestres estarán condicionados por la evolución de la pandemia”, dijo Reija.
“Además, hay que tener en cuenta que nuestro principal socio comercial, Brasil, está en un escenario muy complejo tanto en lo sanitario como en lo económico. La última estimación del FMI predice una caída del 5,3% del PBI, lo que significaría un impacto adicional sobre el desempeño de la economía argentina”, sumó.
“Vamos a tener un año muy malo. Esperamos una caída del PBI del orden del 10%, muy alta y similar a la de 2002.” (Julia Segoviano)
De acuerdo con Segoviano, “lo que viene es poco alentador y en LCG revisamos nuestras proyecciones a la baja. Primero, porque el confinamiento está durando más que lo esperado inicialmente. Segundo, por la situación de la provincia y la Ciudad de Buenos Aires, que, al ser las regiones más comprometidas, podrían dar marcha atrás en las aperturas que se han decidido. Si eso fuera así, la cuarentena duraría más justo en las regiones que más aportan al PBI”.
“Vamos a tener un año muy malo. Esperamos una caída del PBI del orden del 10%, muy alta y similar a la de 2002”, vaticinó Segoviano.
El análisis lleva a Reija a conclusiones similares. “En este escenario, marcado por una creciente incertidumbre acerca de la evolución de la crisis sanitaria, la economía podría caer durante todo 2020 entre 9% y 11%. Si eso se concretara, se trataría de un nivel similar a la de la crisis por la salida de la convertibilidad, cuando el producto cayó 10,9% en 2002”, anticipó.