Detrás de escena | SÍNDROME DE PUNTO MUERTO

¿Arranca o no arranca? El diagnóstico que apura al Gobierno a hablar del día después

¿Quién tiene la iniciativa política? Un poco de futuro. ¿Agosto? Las contradicciones de Todos. Hartazgo abajo y arriba. Fernández prepara su debut.

Decidido a retomar la iniciativa, el presidente Alberto Fernández  se muestra en provincias, vuelve a hablar de proyectos, menea de nuevo sus ideas de reforma judicial y tributaria e, incluso, se atreve a sugerir una nueva coparticipación federal, tema con el que no pudo ninguno de sus predecesores por la dificultad de poner de acuerdo a cada uno de los 24 distritos del país, tanto a los que van a ganar como a los que van a perder. ¿Qué diagnóstico político lo anima a mechar un poco de futuro en medio del énfasis inevitable en un presente de enfermedad, aislamiento y empobrecimiento colectivo?

 

Bajada de línea mediante, sus ministros actúan al unísono. Por caso, el de Economía, Martín Guzmán, hizo emitir un comunicado la semana pasada en el que se describió trabajando “en la elaboración del Presupuesto 2021 y en la definición de políticas para la etapa de la pospandemia”. ¿Definiciones? Ninguna. Lo que valió fue la foto adjunta y el mismo mensaje: hablar de futuro aunque se sepa que las 24 horas y media de su día pasan hoy por cerrar con éxito el canje de deuda en manos de acreedores extranjeros. Esa es la base imaginada del plan del día después.

 

El ministro de Economía, Martín Guzmán, y su equipo. (Foto: Ministerio de Economía)

 

 

La urgencia por el día después tiene varias dimensiones: cambiar el eje sepia de la foto, por relevante que sea, del “cuidado de la salud de los argentinos”; salir al cruce de un clima perceptible de hartazgo social con el aislamiento, recuperar la iniciativa frente a las críticas de los anticuarentena y recrar la mística de un gobierno que prometió cambiar una realidad frustrante y “poner de pie a la Argentina”. Demostrar, por fin, que el gobierno del Frente de Todos arranca, todo lo que justifica la existencia misma del albertismo como proyecto de poder y que la pandemia ha dejado en suspenso sin piedad.

 

Fernández intenta cambiar el eje sepia de la foto del “cuidado de la salud de los argentinos”, salir al cruce de un clima perceptible de hartazgo social, recuperar la iniciativa y recrear la mística de un gobierno que prometió “poner de pie a la Argentina”.

Las encuestas siguen registrando elevados niveles de ponderación de la imagen del Presidente, pero, se sabe, la pregunta binaria “apoya o no apoya” solo puede dejar espacio a algún matiz –mucho, algo–, pero nunca da cuenta de la intensidad del sentimiento que subyace a la respuesta. Se puede apoyar con esperanza o con resignación, por entusiasmo o por falta de alternativas, porque se es feliz o porque se teme una realidad aun peor. La fatiga existe y el Gobierno la conoce.

 

El mérito oficial de haber aplicado temprano la cuarentena, de modo de ganar tiempo precioso para acomodar lo mejor posible un sistema de salud flaco y de minimizar contagios y muertes, contiene las semillas de su propia destrucción: el daño económico, social y anímico crece conforme pasan los días. Se hace demasiado larga, especialmente cuando las propias autoridades creen que lo peor de la pandemia está por llegar y que no debe esperarse un desconfinamiento contundente, al menos en la Ciudad de Buenos Aires y en el conurbano bonaerense (AMBA), hasta agosto, como temprano.

 

La tensión entre el presente y el futuro -inevitablemente, se contrasta con el pasado macrista- aparece en cada conferencia de prensa que encabezan Fernández y, como debe ser, Horacio Rodríguez Larreta a su derecha y Axel Kicillof a su izquierda. Todas empiezan en calma y los protagonistas hablan en el orden mencionado. Fernández pondera la cooperación transversal en la emergencia y repasa cifras. Larreta, mesurado, se centra en la problemática municipal; Kicillof cierra mezclando presente y diatribas contra la maldita herencia sanitaria del vidalismo. La incomodidad del jefe de Gobierno porteño crece si Fernández vuelve a tomar la palabra para transitar la huella que dejó el gobernador.

 

 

Horacio Rodríguez Larreta, Alberto Fernández y Axel Kicillof.

 

 

¿Se trata de una suerte de trampa repetida que el alcalde no puede darse el lujo de evitar en la emergencia? Eso creen los halcones de Juntos por el Cambio, ante quienes Rodríguez Larreta se fragiliza, pero en el Gobierno dan otra explicación. “Las conferencias de prensa desgastan. Duran una hora y media o dos horas, en las que se termina contestando preguntas que a veces irritan. Ahí es cuando las cosas descarrilan y Alberto termina diciendo algo. Siempre sale de las conferencias más enojado que como entró”, le dijo a Letra P una fuente oficial conocedora del detrás de escena.

 

Autoridades y especialistas explican que, en términos de cuarentena, hay dos países y que el interior está mucho más liberado. El problema es que el peso del AMBA manda en la agenda informativa y eso pone al Gobierno a la defensiva.

La exasperación de palacio es paralela a la que la que fermenta en la calle. Más allá del aquelarre de libertarios de mercado y autoritarios de alma, neonazis, mentes conspirativas, antivacunas y hasta negadores del SARS-CoV-2, hay, en el fondo, un mensaje que vale la pena escuchar: el de la falta de trabajo y sustento, para peor, sin fecha de culminación a la vista.

 

Sobre esa irritación difusa se montan luego solicitadas más efectivas para acuñar neologismos que para describir la realidad. Aun así: ¿calará ese mensaje corrosivo y descorazonador, empeorando el clima social? La base está…

 

Autoridades y especialistas explican que, en términos de cuarentena, hay dos países y que el interior está mucho más liberado. El problema es que el peso del AMBA manda en la agenda informativa y eso pone al Gobierno a la defensiva.

 

No es casual que, en sus salidas, Fernández y Kicillof visiten fábricas, automotrices, textiles o lo que sea. Y obra pública. Así como a Larreta le preocupa el comercio capitalino debido a su impacto social y económico en el distrito, al principal tándem peronista lo inquieta la paralización de la industria y de un consumo que, exagerando un poco, en el Gobierno cifran en cero.

 

 

 

La preocupación oficial por la etapa pospandemia es real. En el oficialismo ya se habla de una recesión en este 2020 de entre 8% y 9%, en línea con los pronósticos más pesimistas del establishment económico. Será el tercer año de caída, una que duplicaría la suma de 2018 y 2019. 

 

En línea con esa tendencia, se teme también por el desempleo y arrecia el debate entre técnicos y políticos sobre qué hacer con la montaña de pesos emitidos por el Banco Central que impone la emergencia y quedará rodando sin rumbo en la economía.

 

“Hay un debate embrionario sobre el día después, pero ya se está dando”, le dijo una fuente de la Casa Rosada a Letra P. Saldarlo implicará poner en negro sobre blanco las diferencias ideológicas fuertes que subyacen al Frente de Todos y que la cuarentena congeló tanto como las decisiones económicas.

 

La vocación es que la crisis sirva para cimentar un modelo más solidario, proponen en el Gobierno, pero saben allí que la inquietud social puede marcarles límites a las buenas intenciones. La región y mucho más al norte de esta dan en estos días ejemplos acabados de ese peligro.

 

Las necesidades que dejó insatisfechas el macrismo serán mayores cuando el virus pase. Pero la Argentina tendrá herida sobre herida. Y esas son difíciles de curar.

 

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