Detrás de escena | macri

Default emotivo

El palazo electoral y el miedo al peor final colapsan el ánimo del Presidente, que va y viene de la depresión a la euforia. Mega riesgo país, reservas en picada, inflación récord y crisis de angustia.

Si para Mauricio Macri los cincos meses de vértigo y corrida de 2018 fueron lo más parecido a su secuestro, 2019 lo para directamente en la cornisa del peor año de su vida. Devaluación, gobierno pleno de los mercados, la explosión del riesgo país, la caída vertiginosa de reservas, un nuevo salto de la inflación que camina hacia un récord histórico, un Círculo Rojo que lo abandona y una misión del Fondo que vino, miró y se fue, sin dar precisiones sobre el último desembolso.

 

“Un rato piensa en dar vuelta la elección y otro rato acepta que su historia está terminada”, afirma un miembro del gabinete que intenta sobrevivir entre la depresión y a la euforia que alterna el Presidente.

A la escena de un país que vuelve a asomarse al abismo de su mano, le corresponde un presidente que vive desconectado de la realidad más cruda y va detrás de los acontecimientos. Ausente en los momentos más complicados, incapacitado hasta hoy para ponerse al frente de la crisis, Macri no hace más que trastabillar en la emergencia. A esa inoperancia para revertir un espiral descendente, se suma un estado de ánimo que toca fondo. Así lo reconocen algunos destacados miembros del elenco amarillo y lo sugiere incluso el team leader de Cambiemos.

 

Después de la derrota del 11 de agosto, el Presidente admitió que vive como un “palazo” el resultado de las primarias que multiplicaron por cinco la diferencia negativa que preveía tener con Alberto Fernández. En público, Macri cuenta los días para llegar a octubre y vende de a ratos la épica de una hazaña que cada día parece más lejana.

 

En la intimidad de Casa Rosada y la residencia de Olivos, oscila entre denunciar un golpe de la oposición o buscar el diálogo para una transición que, le guste o no, está en marcha hace casi tres semanas. Entre insistir en el inviable rol de víctima y hacer frente a la trampa que generó. Esa inestabilidad política, producto de la confusión y la impotencia, coincide con una economía que ahora es sinónimo de default a nivel global y vive una recesión interminable en el plano de lo real. Pero también con un elenco de funcionarios que se dividen entre apretar los dientes con la misión de apuntar a las elecciones generales y atender la crisis cotidiana del dólar alto, la caída de reservas, el derrumbe de los bonos argentinos, las empresas que caen hasta el piso de su cotización, la toma de distancia del Fondo y la aparente indiferencia de Donald Trump. “Un rato piensa en dar vuelta la elección y otro rato acepta que su historia está terminada”, afirma un miembro del gabinete que intenta sobrevivir equidistante entre la depresión y a la euforia que alterna el Presidente.

 

 

EL DERRUMBE. Algunos que conocen y aprecian a Macri en lo personal prefieren no hablar. Pero otros admiten que está muy golpeado. “Hace lo que puede. Ya está”, le dijo a Letra P un dirigente que lo acompaña desde que se largó a la política. Con Marcos Peña incinerado en la religión del optimismo y el gurú Jaime Durán Barba derrotado por primera vez con la camiseta amarilla, el Presidente no encuentra consuelo. Después de años de encerrarse en el círculo de los incondicionales del vamos bien, hoy no tiene a quién escuchar.

 

Acostumbrado al éxito personal y deportivo, sin haber tomado en cuenta las lecciones dolorosas de la historia económica argentina, el ingeniero no puede entender el fracaso recurrente de sus recetas ortodoxas ni el rechazo social que desbordó hacia las urnas. Todos los escenarios apocalípticos que asociaba a la oposición se adelantaron y la bomba de la deuda y la desconfianza explotó antes de tiempo. Si algo no estaba en sus planes es que la inflación récord y la cesación de pagos lo persiguieran hasta el final de sus días. Una agonía interminable que sólo puede terminar con una nueva ayuda extra que venga desde Estados Unidos, como cuando -en junio pasado- Trump presionó para que el Fondo le permitiera al Banco Central intervenir para controlar al dólar. Fue en un trámite exprés que vulnera las propias normas del organismo que ahora demora la última dosis para el paciente Macri.

 

 

 

 

EL DESBORDE. En el mes de las PASO, el Presidente mostró dos veces en público una faceta que está lejos del político moldeado en la factoría de Cambiemos. La primera fue en el cierre de campaña en la Ciudad, cuando empezó a gritar su anécdota coucheada de “No se inunda más, carajo” y se pudo entrever que, aún en el marco de una actuación, había algo que no controlaba.

 

La segunda fue el sábado 24 de agosto, cuando se emocionó ante la movilización de respaldo que llegó hasta Plaza de Mayo. “No podemos abandonar, tenemos que seguir juntos. Tres años es muy poco para cambiar la historia”, suplicaba, mientras Juliana Awada lo tomaba de un brazo. En el Gobierno, lo admiten: su estado de ánimo no es el mejor. Vive el vértigo de un derrumbe que se precipita y, sobre todo, una película que nunca creyó que podía protagonizar.

 

 

 

Una postal reciente circula en la intimidad del macrismo para dar cuenta del ánimo presidencial. Unos días después de la catástrofe electoral de las PASO, Macri fue al sanatorio Mater Dei para hacerse ver por sus dolores de espalda y sus problemas de columna. Entre los médicos y pacientes del Instituto ubicado en Barrio Parque sorprendió lo afectado que estaba el Presidente por el resultado de las primarias. Se quedó más tiempo del que tenía previsto y se mostró devastado. Mientras algunos dicen que estaba más sensible que de costumbre, otros afirman directamente que cayó en una crisis de nervios. Desde entonces, el escenario económico y social no hizo más que empeorar.

 

La crisis, la furia de los mercados y la falta de controles de un gobierno que terminó como víctima de su propia ingenuidad obligaron al Presidente a tirar a la basura el déficit cero en busca de su sobrevida como candidato. La renuncia de Nicolás Dujovne -aquel soldado de Christine Lagarde- anticipó la distancia del Fondo y la carta de Alberto Fernández en la que busca no compartir la herencia desnudó una vez más la fragilidad de la economía amarilla. El default selectivo presagia el peor final para Macri. El abismo que se cansó de denunciar se acerca por las decisiones que el líder del PRO tomó y por las que dejó de tomar. En palabras de un antiguo socio suyo: “Mauricio jamás se imaginó que se iba a encontrar estar metido en este quilombo. Dudó muchas veces en ser candidato a presidente cuando le iba bien, quería un solo mandato y después irse a descansar. Terminar a lo De la Rua para él es de terror”.

 

 

 

EL FINAL. El Presidente tiene por delante un desierto de casi dos meses por recorrer. No quiere enterrar su ambición de candidato, pero no encuentra la forma de resolver el día a día sin sacrificar su manual de ideas ortodoxas. Después de cerrarse al ajuste sin escuchar al ala crítica del Gobierno y aplicar una batería de medidas que no dieron resultados, Macri está en una encrucijada de la que -todos lo piensan- no puede salir bien: apela a decisiones que le causan horror para frenar al dólar o ve cómo la crisis que incubó lo devora hasta el final.

 

Hasta algunos que lo acompañan todavía lo reconocen: es un político de cuna empresaria que nunca perdió ni tuvo dificultades para acceder a lo que quería. Cerrado en lo ideológico, con la soberbia del jefe, lejos del pragmatismo que vendió en su campaña presidencial, con la autoayuda y el diccionario de tormentas y barcos como único recurso.

 

El Presidente no está a la altura del drama que generó y vive como una catástrofe el aluvión de votos en su contra, el default y el riesgo de hiperinflación. Más allá de los padecimientos generales de la mayor parte de la población, que dice comprender desde su lugar distante, lo que más lo afecta es otra cosa: llegar al último tramo de su mandato comparado con el final de Raúl Alfonsín y la huida de Fernando De la Rúa -justo lo que pretendía desmentir para la historia- es lo que lo hunde en el peor de los mundos. 

 

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