La imagen de un obrero, sin banderías políticas ni partidarias, que se acercó al Presidente y cara a cara le dijo que la situación económica “no se aguanta más” y que el discurso de los 12 años de herencia kirchnerista no borra la crisis sacudió la viga maestra sobre la que se sostiene la campaña de Mauricio Macri por la reelección. No alcanza con confrontar con el aparato político de Cristina Fernández de Kirchner y el pasado o, al menos, no seduce a la totalidad del electorado de Cambiemos. Atento al reclamo de su propia base, el Gobierno propone un desdoblamiento de la estrategia electoral.
No es la primera vez -ni será la última- que un ciudadano de a pie se acerca a un dirigente oficialista y le plantea cómo vive la crisis económica. Hay reclamos de todo tipo y tenor. Rabia, enojo o preocupación. Lo saben los funcionarios que recorren los barrios, especialmente los que caminan el conurbano bonaerense. Sin embargo, en esta oportunidad fue el Presidente quien escuchó el testimonio cara a cara, que luego rebotó mediáticamente con el empuje de las redes sociales. La ecuación cambió cuando el oficialismo relevó un creciente sentimiento de descontento entre su propio electorado, geográfica y psicológicamente referenciado.
Es un descontento vinculado a la situación económica, enmarcada en un escenario constante de inflación en ascenso, una caída abrupta del salario real (la más fuerte desde 2002) y en un alud de incrementos en las tarifas de servicios públicos que no encuentra tope. Mayores costos que afrontar, pero menos ingresos para cubrirlos. La metáfora que usa el Presidente para explicar los 12 años de gobierno kirchnerista, pero aplicada a la economía hogareña. Bajo esa lógica, el comando electoral PRO diseña la bifurcación del discurso.
El propio Macri lo planteó ante el gabinete porteño y el jefe de Gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta, al reclamar insistentemente un aumento de los encuentros de cercanía que semanalmente realizan ministros, dirigentes y legisladores del PRO. Días atrás, el intendente porteño, que hace un culto de la presencia barrial, les impuso una duplicación del tiempo destinado a “estar en la calle”. No es novedad para un espacio acostumbrado a los timbreos y las recorridas, pero habrá un cambio de timón: ir en busca de los desencantados del Modelo M.
Esto no implica descuidar la base propia ni quebrar la lógica de la polarización, alentada por el asesor Jaime Durán Barba, pero sí redireccionar los esfuerzos. Para algunos será “poner la mejilla”. Para otros, leer el libreto del gabinete económico que explica por qué la Casa Rosada no puede controlar la inflación y decide, en acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), aumentar las tarifas de gas, agua, transporte público y electricidad, mientras bajan los salarios y, consecuentemente, el consumo. Para Macri, según describió, implica “hacerse cargo”, recorrer casa por casa, explicar y perseguir al votante de Cambiemos que acompañó políticamente el proceso y se siente "defraudado" por la gestión económica.
La estrategia del desdoble no es nueva. El Gobierno la práctica cuando sube al ring por la vicepresidencia a la ministra Patricia Bullrich(Seguridad) para blandir el discurso de mano dura y a su par Carolina Stanley(Salud y Desarrollo Social) para recorrer comedores y negociar con movimientos sociales. Sin embargo, la mejor socia de Macri para contener a la base más radicalizada y macrista es la diputada Elisa Carrió, experta en dinamitar el centro al despotricar contra el kirchnerismo y sus causas judiciales. La campaña desdoblada no es novedosa, pero es "urgente", según el comando de campaña.
El jueves, el Presidente soltó uno de los argumentos de ese relato: producto del incremento de la tarifa de luz y las inversiones del sector, disminuyeron los cortes de luz en comparación con la década pasada. La campaña estará teñida por la disputa política con el kirchnerismo, pero también habrá un trabajo fino para contener a la capa de la clase media que se identificó con el discurso anti K de 2015 y 2017 pero empieza a esquivar esa polarización cuando observa su billetera. Un electorado que, según los cálculos del Gobierno, empieza a mirar hacia otras costas.
Por eso, un sector del Gobierno alienta una interna de Macri con un candidato que pueda mantener ese descontento dentro de Cambiemos. Ni Macri ni Marcos Peña, jefe de Gabinete y de campaña, creen que una PASO presidencial fortalezca a la coalición de gobierno. Ambos derriban esa probabilidad y argumentan que el objetivo de la Unión Cívica Radical (UCR) no es promocionar la candidatura presidencial de Martín Lousteau, sino disputar la vicepresidencia. Otro sector del Gobierno ve al economista como un instrumento para "retener" votos que podrían terminar en el peronismo federal.
Este escenario puso en alerta al Gobierno, que está dispuesto a modificar algunos aspectos de la campaña y no desconoce que deberá redoblar los esfuerzos para garantizar la reelección. “No hay euforia. Está complicado", advierte un funcionario con despacho en Casa Rosada. En la Jefatura de Gobierno, Macri dijo que espera "una campaña muy dura".