La gobernadora María Eugenia Vidal llega a la elección general de este domingo con la sombra de unas PASO demoledoras, pero con la certeza de haber comandado un nuevo plan, autónomo de la Nación y con mayores chances de éxito: ser la jefa de la oposición en la provincia de Buenos Aires.
Este proceso deja atrás cuatro años intensos, donde pasó de ser la revelación política, la primera mujer gobernadora, la figura que logró destronar al peronismo de barones del poder bonaerense, para convertirse finalmente en una estrella fugaz, al menos hasta que pueda -si algún día puede- demostrar lo contrario.
¿Qué falló?, es la pregunta inmediata. Vidal hizo todos los deberes y un poco más. Dejó de lado su costado más duro para reconvertirse en una figura que buscaba la empatía con el vecino, y no desperdició minutos en roscas eternas, tarea que dejó a su jefe de Gabinete, Federico Salvai, sino que se abocó a caminar el territorio y mostrarse como gestora. Estrechó lazos con todos los sectores que consideró necesarios para sostenerse.
Pero eso no alcanzo porque Vidal, en paralelo, siguió y reprodujo las decisiones de gobierno de su jefe político, el presidente Mauricio Macri.
Por eso, abandonó la idea de desdoblar la elección – un plan que quizás hubiera consagrado su reelección, la de muchos de sus intendentes e incluso el ingreso de nuevos propios en el conurbano- cuando Macri la desestimó. Y no le dio entidad pública al Plan V, que la ubicaba como candidata a la presidencia en reemplazo de Macri. Se pedía el Círculo Rojo.
PAGO CHICO. El aumento de la pobreza y del desempleo con el cierre de fábricas y pymes se sintió muy fuerte en la provincia de Buenos Aires, donde las últimas cifras del INDEC, correspondientes al segundo trimestre del año, dieron cuenta de una suba del 12,4 al 12,7 de la desocupación en el conurbano y un ascenso récord al 13,4% en Mar del Plata, el tercer municipio más poblado de la provincia.
A esto se sumó, casi como consecuencia, el desborde en hospitales, a los que recurrió cada vez una porción más importante de la población, y en las escuelas, donde aumentaron las necesidades alimentarias vitales de los escolares. El Banco Provincia no estuvo a la altura de las circunstancias: los créditos tuvieron poca recepción y el beneficio más utilizado terminó siendo el descuento de cheques.
La lucha contra las mafias y el narcotráfico de la que se jacta Vidal, que fue un emblema durante todo su mandato, no logró hacer descender los índices delictivos, que, por el contrario, subieron 25% en el caso de los homicidios en ocasión de robo, 63,3% los hurtos agravados y 50% los secuestros extorsivos. Tampoco revirtió el sistema de detención y hacinamiento en comisarías, una situación ilegal que llevó a la muerte a 17 detenidos por incendios evitables, ni resolvió la sobrepoblación en las cárceles bonaerenses, aun cuando fue conminada por la Suprema Corte de Justicia a descomprimir la situación.
Capítulos como el intento de cierre de escuelas rurales y del delta, por escasa matrícula, además de los salarios de estatales y docentes por debajo de la inflación, fueron decisiones que provocaron un rechazo fuerte de la población de educadores.
No obstante, durante todo este proceso, Vidal no sufrió una baja importante de su imagen. En las PASO de este año, incluso, obtuvo un 4,47% más de votos que en las primarias de 2015: 30,07% contra 34,54%.
Claro que eso ocurrió en un escenario totalmente diferente, con ella a cargo del gobierno y enfrentando a un peronismo unido que, cuatro años atrás, dividido, había sido conveniente para la búsqueda de votos.
LA CAMPAÑA. El día después de las PASO, tras una derrota que la dejó 18 puntos por debajo del candidato del Frente de Todos, Axel Kicillof, Vidal decidió poner en marcha una campaña distinta, autónoma de la Casa Rosada y focalizada en su imagen y el contacto directo con la gente. Despojada de su estructura de gobierno, la mandataria volvió a la calle y, con el correr de las semanas, sumó a ese tour al resto de los candidatos y también a los intendentes de los distritos que visitaba. Estiró al extremo su distancia con Macri – el jefe de Estado volvió dos veces a la provincia sin la presencia de la gobernadora- hasta que volvió a mostrarse con el Presidente durante la inauguración de un Metrobus en Florencia Varela y, luego, en las marchas del #SíSePuede.
Vidal jugó fuerte en esta segunda vuelta de campaña, dejó de la lado cualquier presunción de gestión y se abocó 24 horas a la tarea proselitista. En ese proceso, incluyó a Macri lo justo y necesario, ya que, finalmente, ambos siguen en el mismo barco, al menos en lo inmediato. Terminó cerrando su campaña con un acto aparateado al mejor estilo PJ bonaerense: en una cancha de fútbol colmada de gente trasladada en decenas de micros. "No somos iguales", había repetido hasta el hastazgo durante cuatros años.
Su destino está atado a muchas variables, aunque está claro -lo anunció ante propios y ajenos- que si pierde no dejará el territorio bonaerense.
¿Volverá a brillar? Nadie lo sabe, aunque ha demostrado sentirse cómoda y no querer abandonar el rol de mando.