El Macri más ortodoxo de apuesta al mercado, visita a la Bolsa de Comercio, protección a las ganancias del sector agroexportador y cena de agasajo para Christine Lagarde deja un espacio enorme para la oposición y se para, al mismo tiempo, sobre una minoría intensa antiperonista nada desdeñable, que oscila en torno al 30 % de las adhesiones.
VUELVE CRISTINA. CFK, la principal beneficiada por la gestión Macri, se repliega en el silencio de El Calafate. La ex presidenta viajó al Sur el jueves con la constatación de que gana sin aparecer ni hablar. La encuesta de Gustavo Córdoba y Asociados, poco difundida en los grandes medios, rompió un tabú: la sentencia hasta hace poco verosímil de que no podía derrotar al ex presidente de Boca en 2019. El tabú coincide con otra ruptura: la del techo que se le asignaba a la ex presidenta. Gracias a Macri, empieza a ser más alto.
La tormenta de la que habla Mauricio y el camino del ajuste y la recesión que inició la economía resetearon el escenario. Aunque no convenga presentarlo así para el oficialismo, si la economía no repunta, Macri no sólo polariza con CFK: además, puede perder con ella y hasta con un PJ que no termina de definir acuerdos, pese al apuro de Pichetto.
Los sondeos de la consultora Query, de Gustavo Marangoni, traen un escenario en el que el 50% de los encuestados se posiciona como opositor a Macri, el 30% lo respalda y el 20% todavía duda. También allí, Cristina es la adversaria que más mide, sin nadie que le haga la más mínima sombra. El centro de la escena es para ella, que promete regresar la semana próxima del Sur, pero preservar el perfil bajo. Algo más. En los focus del peronismo, cuando se pregunta quién es la oposición, la respuesta es abrumadora: el kirchnerismo.
Según todos los sondeos, la ex presidenta arrasa en la Tercera sección electoral de la provincia de Buenos Aires, crece en el conurbano y mide muy alto en el Norte del país. Pero su figura cae en tres centros urbanos decisivos: Córdoba, Mendoza y Santa Fe, donde el peronista Omar Perotti apunta a ser el candidato de todas las facciones del peronismo, sin distinciones.
El parto de Gualeguaychú: el peronismo federal de Massa y Pichetto.
Fuera de esa órbita, es poco lo que se ve. El interbloque de Argentina Federal, que se suponía iba a ser la gran novedad de 2018, todavía no se terminó de conformar: los diputados votan de acuerdo a sus circunstancias, mientras los gobernadores preservan sus territorios como pueden del ajuste que viene. La oposición panperonista se activa -a favor o en contra- pero casi siempre de acuerdo a las leyes y pretensiones del Gobierno nacional. El jefe de senadores del PJ y sus laderos apuestan al voto de los caciques provinciales del PJ, pero no está claro que puedan captarlo, salvo en casos como los de la Córdoba de Juan Schiaretti, una bastión histórico en el que jamás pudo hacer pie el ex Frente para la Victoria y que fue decisivo para el triunfo de Macri.
Junto con Pichetto, movió también a la salida del Mundial otro protagonista de las últimas tres décadas que quiere ser candidato en 2019, Felipe Solá. Los une un mérito: se lanzaron en un mar de especuladores que tendrán su destino atado a la corriente.
El ex gobernador bonaerense dejó de hablar con Massa hace tiempo y camina hacia una confluencia con el kirchnerismo en una gran PASO. Su mensaje es inversamente proporcional al de Pichetto: “El que trabaja para que haya dos peronismos trabaja para Macri”. Mientras el senador dice que el PJ puede ganar si se diferencia de Cristina y el pasado kirchnerista, el diputado responde que sin el kirchnerismo es imposible y que hay que ir a la unidad más amplia de la oposición. Tanto la primera posición como la segunda presuponen lo que hará la ex presidenta. Para Pichetto jugar, para Solá abstenerse y dar espacio para una interna en la que compita con Agustín Rossi, ¿ Axel Kicillof? y quizás Alberto Rodríguez Saá.
Felipe es un peronista histórico, que trabajó con todos y se fue del kirchnerismo en 2008, pese a que cae bien en ciertos sectores del progresismo a los que Massa nunca les habló. Es muy él: ése es su límite para el peronismo más ortodoxo y quizás su virtud, si la jugada ambiciosa que sueña -por una carambola de la historia- resulta exitosa. Si Cristina no fuera y se dieran ciertas condiciones que hoy no se dan, sería, en los términos de su amigo Alberto Fernández, el eslabón perdido entre el peronismo y el kirchnerismo.
PASO PEJOTISTA. La intención del peronismo federal es salir a fines de agosto a escena con todos los candidatos del espacio, en una presentación en Buenos Aires. Discutir con más protagonismo en torno al Presupuesto 2019 y marcar diferencias para evitar un riesgo elocuente: quedar atrapados en la dinámica del ajuste que promueve la Casa Rosada.
Urtubey está dentro de los marcos de ese peronismo dialoguista, pero un paso más cerca de Macri que de Pichetto y Massa. Nadie lo va a decir tampoco en público, pero hasta el PJ no kirchnerista ve al esposo de Isabel Macedo como un quintacolumna del macrismo en cancha peronista. Lo ven con un papel nacional similar al que cumplió Florencio Randazzo en la provincia de Buenos Aires en 2017: con posibilidad de arañar cuatro o cinco puntos que le arrebaten la victoria a la oposición, pero -a diferencia del ex ministro- en una línea de pensamiento que no se distingue del macrismo.
Un dato que se sumó en la última semana. La investigación de aportes truchos, de Juan Amorín en El Destape, sobre la campaña de María Eugenia Vidal volvió a mostrar al kirchnerismo frente al macrismo, con un peronismo federal fuera de escena. Mientras el espacio de Unidad Ciudadana, que había sido vapuleado por antiguas denuncias de financiamiento ilegal, destripó al vidalismo asociado con Graciela Ocaña, el PJ colaboracionista no se hizo escuchar.
El dato es central: la provincia de Buenos Aires es el terreno infranqueable para el antikirchnerismo peronista. Salvo Massa, no hay nadie que se anime a caminar un territorio tan ajeno como inabarcable.
Si fuera por lo que pasa hoy, todo obligaría a una candidatura de Cristina Kirchner. Imaginar un regreso electoral de la ex presidenta, en clave aperturista, es parte de la tarea que se toma Alberto Fernández. El ex jefe de Gabinete busca la unidad del peronismo, pero ve que nadie le hace sombra a CFK y que Pichetto y los suyos siguen su rumbo. La polarización, con la que jugó el kirchnerismo hasta que convirtió a Macri en presidente, nunca se fue y está más vigente que nunca. De tanto torear al que supuestamente no puede ganar, ¿quién garantiza que al ingeniero no le pase lo que le ocurrió a la doctora? Si la polarización benefició antes al que estaba a la intemperie, ¿por qué va a ser distinto ahora con una economía que es puro sacrificio para los que viven de un ingreso en pesos?
El Grupo UMET es el semillero de dos candidatos, Rossi y Solá, pero no está claro cuántos votos le puede sumar a la sensibilidad del ex Frente para la Victoria que nunca abandonó a CFK. Por eso, para el PJ no kirchnerista, eso no es unidad, sino el regreso de un cristinismo que vuelve sobre sus pasos, horrorizado ante el rumbo y la ambición del macrismo, que -pese a todo- persiste.
EN BUSCA DE UN NUEVO TERCIO. Pichetto arranca con su armado desde muy atrás, son pocos los que lo siguen y para muchos -incluso amigos suyos- está condenado a desistir y alinearse finalmente con el pankirchnerismo. Sin embargo, parece embarcado en llegar hasta el final en su intento por darle al peronismo otra fisonomía, más ligada a lo que considera su esencia y alejada del frepasismo que advierte en Unidad Ciudadana y en los últimos años de Cristina en el poder. Pese a un pasado que en el fondo del tiempo lo vincula a ese universo, el senador no quiere saber nada con la centroizquierda y el partido comunista. Le sobran rencor, convicciones y voluntad en un nivel sólo comparable al de Massa, una figura mucho más popular que se reencontró con la cautela a fuerza de derrotas. De viaje en Estados Unidos, el fundador del Frente Renovador nunca pierde la ambición y las ganas, pero los sondeos del equipo que sobrevivió a Sergio Bendixen no le brindan los mejores resultados.
La ancha avenida del medio de la que habló el ex intendente de Tigre hoy parece no existir. Pero el peronismo moderado persistirá en una apuesta. Entusiasma la crisis económica y política en la que está envuelto Macri y también la última encuesta de Hugo Haime, que Clarín difundió parcialmente y no sólo da bien a CFK. Además, muestra que, si las elecciones fueran hoy, el espacio de Cambiemos, con Macri o Vidal, perdería con cualquiera en segunda vuelta. Sondeo nacional de 1000 casos presenciales, alumbra una esperanza también para el PJ no kirchnerista que obtendría en primera vuelta con Massa como candidato 22,8% % de los votos, detrás de Cambiemos, con Macri con 28,9%, y de la ex presidenta, que estaría en 33,2%.
¿Cuál es la apuesta más ambiciosa con la que se ilusionan hoy al lado de Pichetto? Que la caída de Macri y Cambiemos persista y que se dé un escenario hoy impensado y para muchos alocado, pero que la encuesta habilita: dos peronistas en el ballotage de 2019. Para eso, el peronismo no kirchnerista debería sumar, además, a una parte del radicalismo, que hoy persiste en la alianza con el macrismo pero tiene más coincidencias con el PJ moderado, como puede verse en la fina sintonía que nace de la amistad de Ernesto Sanz con Pichetto. Falta mucho, pero la carrera ya empezó.