MEMORIA & BALANCE

Grietas en la Perestroika M

En el Gobierno hay diferencias sobre los resultados de la liberalización en frentes como precios, dólar y el ajuste fiscal con despidos que exige el FMI. Un grupo de rebeldes pide más intervención.

Los 354 despidos que ordenó el titular de Medios Públicos, Hernán Lombardi, en la agencia oficial de noticias Télam generó consideraciones dispares puertas adentro de la Casa Rosada. Hace tiempo que algunos ministros de alto rango le vienen criticando el modus operandi en la TV Pública, Radio Nacional y, sobre todo, en la central informativa de la Avenida Belgrano. Los primeros chisporroteos ocurrieron con el despido de dos periodistas que publicaron un cable sobre el vencimiento de Lebacs con información calificada “errónea”. Le cuestionan al ex Alianza la arbitrariedad, pero, sobre todo, el impacto negativo, el efecto boomerang que decisiones de esta envergadura tienen en el desgastado capital político que Cambiemos va soltando como lastre en medio de la crisis económica, presionado por las exigencias del Fondo Monetario (FMI) de achicar a cualquier precio. Lombardi es la personificación del deseo de Mauricio Macri de avanzar en las reformas del Estado que el mandatario considera fundacionales de su modelo económico y político. Puesto en clima mundialista, una Perestroika criolla que observa a la liberalización como un elemento ordenador en todos los frentes.

 

Lombardi echó a 354 trabajadores de Télam. Muchos lo ven como una medida peligrosa.

 

 

Macri y la Argentina tienen escasos puntos de conexión con la URSS y Mihail Gorbachov, quien, en sus años al frente del Partido Comunista moscovita, promediando los años ´80, creó un sistema de “reestructuración” de la economía y la política. A la salida de la Guerra Fría, pensó que lo conveniente era controlar menos a las empresas, liberar precios y habilitar el galope sin riendas del mercado como transición hacia una apertura al mundo, esquiva en los años del comunismo. Sí hay una coincidencia entre sistemas. En la Unión Soviética, post Perestroika y Glasnot, se incrementó el número de empresarios que se volcaron al negocio especulativo, cayeron las inversiones de privados y retrocedió la actividad, derivando la renovación en otro proceso que exigió nuevos cambios, pero en medio de una crisis.

 

Salvando las distancias, el libre mercado abrió grietas en el Poder Ejecutivo, más que nada a la luz de los magros resultados que está dando el libre albedrío a las corporaciones. Se ven estas tensiones en dos o tres rubros clave de la economía. El primero y más relevante, la inflación y el traslado a precios. “Algo tenemos que hacer; no digo un Moreno, pero algo”, confesó a Letra P un funcionario del Ministerio de Hacienda.

 

La doctrina del garrote del ex secretario de Comercio de la última era K ni cerca está de seducir al macrismo, pero el rebrote inflacionario les empezó a cargar la mochila a los funcionarios que están directamente relacionados con el tema. El más mirado es el secretario de Comercio, Miguel Braun. “Mike”, un hombre de Macri, no cree en el control de precios como una herramienta válida para moderar las subas. Es cultor de Defensa de la Competencia como ordenador de un mercado de consumo que ha traicionado a Cambiemos en las góndolas. La misma idea que inoculó Elisa Carrió en Macri. Una política de muy largo plazo que, en el fondo, poco tiene que ver con controlar la dinámica de los precios, tal y como confirman desde el propio organismo de Competencia. Por el lado de la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, insisten en la necesidad de tener informes que les den un pantallazo general de quiénes están subiendo precios, un trabajo que le encargaron, sin éxito, al ex ministro Francisco Cabrera.

 

 

 

En una posición intermedia aparece, hoy, el flamante ministro de Producción, Dante Sica, que empezó a reunirse con sectores estratégicos que tienen que ver con los precios. La coyuntura obliga: Argentina empezó a caminar en el sendero más peligroso a transitar por una economía, como el estancamiento con inflación alta.

 

El otro escenario en el que el libre mercado genera desconfianza es el paño financiero-cambiario-bancario. También por resultados escasos. Luis “Toto” Caputo, el reemplazante de Federico Sturzenegger en el Banco Central (BCRA), llegó al cargo con el pergamino de domador de capitales. Tuvo una buena semana hace unos días, cuando se acordó el préstamo del FMI y Morgan Stanley puso a Argentina como país emergente, pero la ola de desconfianza interna puso al dólar de nuevo cerca de los $29. Y no alcanzó la subasta de dólares, primero de 100 y luego de 150 millones diarios, para calmar a las fieras. En el entorno del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, empezaron a preocuparse por la falta de señales del dólar a la baja. Es que el funcionario decidió, por pedido de Macri, no ocuparse directamente del tema inflación. Pero sabe que este dólar es terreno fértil para un pass through casi constante.

 

 

Luis Caputo llegó con confianza al BCRA, pero con el correr de los días no pudo controlar el dólar. 

 

 

El último frente con disputas es el recorte en la obra pública. Rogelio Frigerio, el ministro del Interior, trabaja contrarreloj para lograr “compartir” gastos e inversiones en planes y obras con los gobernadores del interior del país. Por su parte, los dirigentes de la Cámara de la Construcción (CAMARCO), que conduce Gustavo Weiss, hacen lobby público para pedirle al Estado que recorte en otros sitios que no sean los ladrillos. En este contexto, todas las contradicciones y grietas planteadas tienen un solo objetivo: que las penurias económicas y políticas no caigan de lleno en el 2019, año clave para el futuro político de Cambiemos. Más aún en proceso donde el Gobierno parece empezar a perder confianza desde adentro hacia afuera. 

 

Toto Caputo habla ante la federación industrial de San Pablo
Marcha de jubilados contra el veto de Javier Milei a la reforma previsional. Septiembre de 2024. Foto: NA.

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