“Si no aceptan el convenio, vamos a tomar medidas” podría ser una de las frases que habitualmente salían de la boca del ex secretario de Comercio K, Guillermo Moreno. En los años de "La Escuelita” -las reuniones que el supersecretario de CFK llevaba a cabo los viernes con sectores económicos-, este tipo de expresiones con claro tono de presión eran moneda corriente. Pero esta vez hubo sorpresa para varios de los empresarios de los laboratorios nacionales, los gerentes nucleados en la cámara CILFA. La amenaza llegó desde el gobierno de Cambiemos y reavivó el recuerdo de aquellos días de disputa con el funcionario del kirchnerismo. Ocurrió en las horas clave en las que el oficialismo pretendía cerrar el acuerdo de provisión de remedios para el PAMI. Ya había logrado el apoyo y la rúbrica de los empresarios multinacionales, los de la cámara CAEME, que tienen un peso menor en la balanza de medicinas más comunes para pasivos. Pero faltaba el grueso, representado por los fabricantes de remedios locales.
La ostentación de Alejandro Roemmers, un personaje en si mismo, enervó al Gobierno
“No fue una situación muy agradable, no te sentís cómodo”, se sinceró ante Letra P un hombre fuerte de la negociación. Se sintieron mal, como arrinconados, sobre todo porque nunca pensaron que la doctrina del garrote que aplicó el kirchnerismo podría clonarse en el modelo M. Algunos, más materialistas, refunfuñaron por haber sido fuertes aportantes de campaña para el Macri 2015 y haber recibido ahora un destrato importante.
En el Gobierno, en cambio, hacen gala del éxito en la gestión: entienden -con bastante sustento técnico- que los laboratorios tienen precios abusivos y que suben sus listas siempre por encima de la inflación. La épica contra los remedios, llevada adelante por el vicejefe de Gabinete Gustavo Lopetegui, y el coordinador de Gabinete, Nicolás Pavlovsky, tiene además un hito histórico que fortaleció la posición de dureza esgrimida por el oficialismo. Un gesto que le cayó mal al propio presidente Mauricio Macri: la mega fiesta de cumpleaños que se regaló el empresario Alejandro Roemmers, de la familia propietaria del laboratorio. Un evento con 600 invitados locales realizado en Marruecos, que incluyó un show privado de Ricky Martin y alborotó al Ejecutivo, justo cuando empezaba a charlarse el convenio de provisión de remedios para los jubilados. Si bien Roemmers está alejado de la operativa diaria del laboratorio familiar, en el Gobierno creen que fue una ostentación innecesaria que terminó siendo una espada de doble filo contra el propio sector de laboratorios nacionales. “Ahora que se jodan, que se hagan cargo ellos”, celebraron cuando vieron las fastuosas postales del evento, una constante en la barroca vida de Alejandro.
Macri se asesoró con los técnicos para saber cuánto aumentaron los laboratorios, y así justificar hostilidades.
En este contexto, la nueva doctrina del garrote -más delicada y sugerente que en los años K- se consolida como medio oficial para disputar con el Círculo Rojo. Es la sublimación del plan Macri contra los empresarios rebeldes. El segundo capítulo de una saga que empezó con los “llorones” de la Unión Industrial Argentina (UIA) y que promete continuidad. Rinde políticamente en las encuestas este tipo de peleas y las de los laboratorios contra los jubilados, aún más. Sobraban las razones políticas, sociales y de imagen para disputar con el sector, creen aún en el Gobierno. Y justifican que la nueva doctrina del garrote haya contenido, además de presiones verbales, sugerencias de aplicación de la Ley de Defensa de la Competencia, la tan mentada Ley de Abastecimiento y hasta cuestiones más extremas, como causas judiciales que involucran a empresarios del sector.
La negociación del acuerdo entre PAMI y Cilfa fue dura. Los laboratorios, que establecen aumentos casi constantes sin previa consulta y que lejos están de ser carmelitas descalzas, intentaron por todos los medios no firmar el pedido oficial de bajar los precios un 5% y poner valores tope. Le presentaron a Pavlovsky un estudio de la consultora internacional IMS, experta en tema de medicamentos. El trabajo, según supo Letra P, sostiene una teoría inversa a la del Gobierno: afirma que en una medición entre 18 países de América Latina y Europa, Argentina es el segundo con precios de remedios más bajos. Y que, además, en Argentina las empresas abonan 21% de IVA, algo que no ocurre en casi ninguna de las naciones que aborda la medición. Avisaron también que esta negociación llevaría a la industria a resignar un porcentaje importante de su venta al PAMI, algo más de 10 puntos de lo que ya aportaban, según CILFA.
¿Por qué entonces firmaron de todos modos? Hay dos razones. La primera es netamente política. No quieren los laboratorios volver a tener una contienda con el Gobierno y respaldan la candidatura de Macri 2019. Saben, además, que están en posición de debilidad ante un Ejecutivo que ya probó el gusto de la sangre en la pelea con la UIA y al que parece sentarle bien este tipo de posturas. Ya ni siquiera se trata de un problema personal de Macri con los CEOs, sino un tema puramente técnico. La Casa Rosada observa que los empresarios piden más de lo que ofrecen. En los hechos, ésa es más bien una situación histórica que un hecho eventual que aparece en la mitad del gobierno PRO.
La segunda razón que explica la rúbrica es puro negocio: no son pocos los CEOs del sector que confían en que, con el tiempo, van a compensar la pérdida con subas de precios por afuera del convenio con remedios para el sector pasivo. En la faz pública, en los próximos días, los ejecutivos saldrán a negar enfáticamente un desborde de precios por fuera del acuerdo con el PAMI, aunque ocurrirá más temprano que tarde.
Todo esto ocurre en medio de una bronca contenida de los laboratorios nacionales que lleva años y que se remonta al mal vínculo que tuvieron y tienen con Mario Quintana, otro de los laderos de Marcos Peña, desde sus años en Farmacity. Es histórica la contienda de Quintana contra el esquema de negocios de CILFA, algo que trabajó para desarmar en su paso por las farmacias. Los CEOs del remedio entienden, además, que el Gobierno avanzó un casillero en la estrategia de socavar cimientos empresarios y que hasta logró operar fuerte a través de la prensa adicta para alertar sobre los riesgos de un acuerdo no firmado. Uno de los hombres de peso de la producción deslizó en rondas de amigos el encono personal que un sector del periodismo tuvo para con él.
En un rally de pocos meses, el Gobierno pasó con éxito un curso intensivo para tratar con empresarios. Y casi que le ha resultado más exitoso que las sobreactuaciones de Moreno, que no tuvieron efecto alguno sobre los precios en el tiempo. Eso es lo que atrae, lo que subyuga al poder PRO. La vendetta interna de los CEOs contra los CEOs rebeldes, que hoy la miran de afuera pero que están dispuestos a tolerar este nivel de aprietes hasta que se construya por fuera de Cambiemos un espacio que los contenga y que, por sobre todas las cosas, tenga capacidad de construcción a futuro. Un escenario utópico.