El gobernador de Tucumán envió un mensaje que apunta en primer lugar a sus dos objetores, Juan Schiaretti y Juan Manuel Urtubey, que lo sacaron de la foto del mes pasado en las oficinas de Guillermo Seita. Mientras el cordobés y el salteño decidieron decirle No al acto al que habían sido invitados, Manzur prefirió elogiarlos a los dos, en diálogo con Letra P. Por eso, en el PJ no kirchnerista le reconocen su “grandeza”; “humildad” que hoy no abunda, compromiso para cumplir con la “palabra”, “carisma” como el que tenía Carlos Menem, “serenidad” para tomar decisiones y no achicarse; la lista de atributos que construyen en el peronismo para perfilar a Manzur es larga y sorprende. “Fue generoso porque invitó a los que lo habían bochado del encuentro”, coinciden, todavía embelesados por una concentración en la que se transpiró la identidad que había quedado en desuso. Lo ven como oro en polvo para una corriente a la que no le sobran ni novedades ni territorio ni poder económico.
Los peregrinos que fueron al jardín de la República volvieron con una emoción que hace rato no sentían, la de sentirse parte de una demostración de fuerzas que no tuviera a Cristina Kirchner como oradora principal y a las banderas de La Cámpora flameando al borde del escenario. Hacía años que no pasaba.
La nutrida misión de la CGT confirma la voluntad del sindicalismo de volver a ser parte sustantiva de un proyecto que lleve al peronismo de regreso al poder. Luis Barrionuevo y su delfín cegetista, Carlos Acuña; el colectivero Roberto Fernández, el estatal Andrés Rodríguez, el sindicalista acuático José Luis Lingeri, el hermano Rodolfo Daer y el moyanista sui generis Julio Piumato fueron de la partida.
El inoxidable Gerardo Martínez no estuvo, pero también es parte del armado. Sin embargo, el orador Héctor Daer y su jefe, Carlos West Ocampo, son los promotores fundamentales de un rol de peso para Manzur en la reconstrucción del PJ. De buena llegada al papa Francisco, el jefe de facto de la CGT no moyanista fue uno de los mayores fogoneros del acto y se esforzó por convencer incluso a Daniel Scioli para que volara al norte. Su Santidad valora a la distancia el rechazo del ex ministro de Salud a la despenalización del aborto.
El gobernador de Tucumán cuenta, además, con un respaldo sorprendente del establishment local y extranjero, pero dice, hacia afuera, que todavía es prematuro para lanzarse a pelear por el premio mayor. Quiere, de mínima, estar sentado en la mesa de decisiones del peronismo que viene. Pese al impulso de sindicatos y empresarios, Manzur sabe que en la provincia de Buenos Aires y en la calle Florida es un ilustre desconocido. El objetivo es posicionarse hacia 2023 como un mandatario con un poder de convocatoria envidiable, el único ganador de 2017 en los comicios legislativos.
Su mensaje de unidad es parte de una estrategia de campaña que apunta a no resignar los votos del kirchnerismo, ni en Tucumán ni en el resto del país. Sin embargo, todos lo saben: no hay unidad posible si la candidata es Cristina Kirchner. El crecimiento de la ex presidenta en las encuestas no puede jamás convertirse en aceptación por parte de ese sector del peronismo que no está dispuesto a tenerla otra vez como jefa.
El candidato natural -por no decir el único- de ese espacio es Sergio Massa, que mide entre ocho y diez puntos a nivel nacional, según las encuestas que manejan el peronismo del medio y el kirchnerismo. Con Manzur como aliado en el norte grande, el ex jefe de gabinete de CFK encuentra la excusa para cruzar la General Paz y caminar las provincias.
De local. Manzur, anfitrió de Massa y Pichetto.
APUESTA EMPRESARIA. El encanto de Manzur no se agota en el peronismo ni en el sindicalismo. El gobernador tiene un vínculo directo con un selecto grupo de empresarios que no estuvieron en el acto del Día de la Lealtad -como sí lo hizo el dueño de América, Daniel Vila-, pero lo apoyan.
Se destacan en el pelotón el farmacéutico Hugo Sigman, el presidente del Congreso Judío Latinoamericano Adrián Werthein, la familia Eskenazi y el banquero Jorge Brito. Por alguna razón, Manzur los convence de que otro peronismo es posible. En la provincia, destacan que el tucumano comparte los servicios de un consultor que suele trabajar para destacados miembros de ese grupo de hombres de negocios. Otros lo consideran apenas uno más entre lobistas recurrentes que ofician de nexo.
Dueño de laboratorios, accionista principal del grupo Insud y con tentáculos de lo más diversos, Sigman llevó a lo más alto su sintonía con Manzur cuando el tucumano era el ministro de Salud de Cristina, entre 2009 y 2015. Pero mantuvo el vínculo y lo potenció después, cuando se agotó el proyecto del Frente para la Victoria.
(Foto: La Gazeta de Tucumán)
En 2016, el gobernador fue anfitrión de un seleccionado de dueños que lo visitaron para el Bicentenario de la Independencia. Sigman, Werthein, Brito, Eduardo Eurnekian y el ex kirchnerista Gustavo Cinosi estuvieron en Tucumán.
La escena se reeditó hace apenas dos meses, en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, durante la visita del embajador de Estados Unidos, Edward Prado -la primera de su gestión a una provincia-, y el rabino norteamericano Abraham Cooper, director del Centro Simón Wiesenthal en Los Ángeles.
Ese día, 21 de agosto, el propietario de Capital Intelectual y la productora K&S Films compartió la reunión con Werthein, el presidente de la DAIA, Alberto Indij; la sociedad Daer-West Ocampo y el entonces supremo mayor Ricardo Lorenzetti. La postal fue el reverso prolijo del calor de Tucumán en el que brillaron Manzur, el triunviro de Sanidad y la taquillera Graciela Camaño. “Cuesta muchísimo movilizar a cien mil personas”, como le dijo a Letra P un peronista clave del armado no kirchnerista, a punto de tomar el avión de regreso a Buenos Aires. Para eso, están los hombres de negocios, preocupados por el país.
DE LA MATANZA A LA GRAN MANZANA. La visita del embajador de Trump y el rabino Cooper a Tucumán fue el resultado de un viaje previo que el gobernador hizo a Los Ángeles, en noviembre de 2017.
Vía Werthein y Sigman, la llegada de Manzur a la comunidad judía en Nueva York sorprende incluso a sus aliados del peronismo. Eskenazi y Brito, que no se dejaron ver en agosto pasado, edifican también el puente de plata que une al ex ministro de Salud con Massa, el más claro ganador del acto por la Lealtad y el único con chances de ir a pelear a una PASO ampliada que incluya algún delegado de CFK. También lo es, en el plano político, el histórico consultor del peronismo Hugo Haime.
Como anticipó Letra P, el médico tucumano cuenta además, entre sus asesores, a Carlos Corach, el ministro del Interior de Menem que elogia el carisma del gobernador y lo ve con condiciones para ser un líder de unidad. Corach fue decisivo en el discurso de Manzur del 17 de octubre y machacó con la necesidad de aludir en el mensaje a la clase media, que votó a Cambiemos y hoy -víctima otra vez de su antiperonismo- ve triturado su poder adquisitivo.
Como si fuera poco, Manzur conserva un lazo directo con el peronismo bonaerense, ese territorio infranqueable para otros pejotistas del medio como Pichetto y Urtubey. Dejó un buen recuerdo, dicen, en el justicialismo de La Matanza, de su tiempo de funcionario de Alberto Balestrini. Lo confirmó la visita de Fernando Gray, el intendente de Esteban Echeverría, que pasó a saludar, aunque -aclara ante los suyos- ve al peronismo del medio sin chances de pelear contra Unidad Ciudadana en el conurbano.
Manzur dice entre los suyos que hace dos años no habla con la ex presidenta. Sus declaraciones de 2017, “Cristina ya fue”, hoy resultan prematuras. CFK tiene sus fichas en el radical José Alperovich de cara a la contienda provincial de 2019. En Unidad Ciudadana, le restan importancia al gobernador y devalúan la demostración de fuerzas del 17O: opinan que es apenas un acto en defensa propia ante el riesgo de perder una provincia en la que la senadora -dicen- cuenta hoy con un 55% de intención de voto.
Sin embargo, el Día de la Lealtad no sólo exhibe una disputa inicial con el kirchnerismo hacia la gran batalla del año electoral. Quizás, más importante, marca una distancia grande con el PJ del medio que incluía a Schiaretti y Urtubey. La CGT que viajó a Tucumán acaba de solidarizarse con la familia Moyano por primera vez en muchísimo tiempo y no tiene nada que ver con el gobernador de Salta. Tampoco Massa se le parece, cuando denuncia un Presupuesto horrible y advierte en Washington que habrá que renegociar el acuerdo con el Fondo.