La historia no oficial habla de un ex intendente, un antiguo barón del conurbano, ex funcionario bonaerense y gestor de la pata peronista en Cambiemos como artífice de la “Operación Pablo Moyano”.
El frustrado operativo para detener al jefe sindical por su supuesta participación en una asociación ilícita terminó desatando un escándalo que involucra al procurador general de la Suprema Corte, Julio Conte Grand, un hombre de máxima confianza de la gobernadora María Eugenia Vidal.
Álvarez fue jefe comunal de Avellaneda durante cuatro períodos (1991-1995, 1995-1999, 2003-2007 y 2007-2009). Y fue quien en su momento le dio aval político, para llegar a su cargo, al juez de garantías Luis Carzoglio. El magistrado era justamente quien debía definir si aceptaba el pedido de detención de Moyano elevado por el fiscal general adjunto de Lomas de Zamora, Sebastián Scalera.
La relación entre Álvarez y Carzoglio se sostuvo mucho después de que el intendente dejara su cargo y fuera designado ministro de Desarrollo Social por el entonces gobernador Daniel Scioli.
También, cuando el ex ministro decidió dar el salto al PRO de Vidal y organizar el “peronismo en Cambiemos”.
Incluso se mantuvo en esta nueva coyuntura, donde Álvarez debió bajar sus expectativas políticas y acotar su juego a sus pagos de Avellaneda, donde oficia de operador territorial de la senadora nacional y candidata a la intendencia Gladys González, tan vidalista que, como candidata a senadora, funcionó como una suerte de clon de la gobernadora.
En esta instancia y ante la urgencia del oficialismo por ver preso a Pablo Moyano para sostener su relato sobre la “lucha contra las mafias sindicales”, y ante la negativa de muchos jueces para ordenar la detención aduciendo cierta “fragilidad” técnica en el pedido, se empezó a mirar el Polo judicial de Avellaneda.
Letra P pudo saber que ahí entró Álvarez en escena: dispuesto a hacer deberes, ofreció la buena voluntad de Carzoglio para destrabar la situación y avanzar con la detención del líder sindical, hijo del histórico Hugo Moyano. "Yo lo controlo", prometió el ex intendente, en referencia a Carzoglio, según reconstruyó este portal.
Pero la operación se frustró cuando el juez denegó el pedido elevado por la fiscalía. Y se embarró cuando el mismo juez denunció un “carpetazo” en su contra por parte de Conte Grand.
Rápido de reflejos, el jefe de fiscales y defensores salió a desmentir la denuncia de Carzoglio y a cuestionar la credibilidad del magistrado. Pero el enojo en el gobierno fue evidente, ya que un problema de orden nacional terminó acercándose de forma peligrosa a la mandataria bonaerense y empujando a la superficie las tensiones que agitan las aguas de la Justicia bonaerense desde la imposición de un cuadro puro del macrismo como procurador.
Existen otros varios condimentos de esta historia que avivan un proceso escandaloso. Álvarez arrastra una relación de peleas internas con Hugo Moyano, nacidas de diferencias en el ámbito partidario, en el sindical y también en la propia conducción del Club Independiente de Avellaneda.
En 2010, cuando el jefe camionero ejercía la conducción del PJ bonaerense, Álvarez, por entonces ministro de Scioli, contuvo el enojo de los intendentes peronistas que cuestionaban el avance del gremialista. Y accionó para evitar que el líder sindical ubicara a su gente en puestos clave, como los apoderados.
Un año después, cuando el por entonces funcionario sciolista decidió pelear la presidencia del club, perdió la pulseada con Javier Cantero, un dirigente que finalmente, en medio de una fuerte crisis, terminó aliándose con Moyano y dejando a la entidad en manos del camionero.
Por esa época, Álvarez pretendía convertirse en el candidato a la vicegobernación en fórmula con Scioli, un proyecto que finalmente naufragó, como también se diluyó más tarde la idea de sumar peronismo del conurbano, de la Tercera sección electoral, al armado de Cambiemos.
Álvarez había organizado, junto a su viejo amigo y ex presidente de la Cámara de Senadores Federico Scarabino, el actual senador bonaerense Eduardo Schiavo y otros dirigentes, una suerte de línea interna aliada. Pero la decisión de Vidal de abandonar el esquema peronista, que utilizó solo en los primeros momentos de su gestión, cuando necesitaba cierto aval territorial, y apostar a figuras propias en el conurbano cortó las aspiraciones de los viejos barones.
Álvarez se quedó entonces en sus pagos, utilizando su estructura -que supo mantener- para los fines electorales de la senadora González.
En esta línea, intentó avanzar un poco más, pero la jugada terminó en un escándalo de dimensiones y consecuencias políticas todavía no cuantificadas.