PLANO CORTO

Horacio Rodríguez Larreta: ni un pelo de zonzo

Es el más opaco del triunvirato PRO, pero el más hábil y paciente arquitecto de sí mismo. Se nutre de la incertidumbre bonaerense y sueña con seguir sucediendo a Macri. Los secretos de un tiempista.

“Acompaña a Mauricio desde que decidió lanzarse a la política y, gracias a su fidelidad, ocupa el lugar que tiene. Por eso es una de las voces que más escucha el Presidente”, define un habitante transitorio de la Casa Rosada. La frase podría ser parte del coro de funcionarios que destaca, y elogia, la cercanía que tiene el actual jefe de Gabinete de ministros, Marcos Peña, con el jefe de Estado. Pero la fuente no se refiere al joven influyente, sino al jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, otro de los pocos miembros de la mesa chica que rodea al mandatario junto a la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal.

 

Horacio y Mariu son las dos principales cabezas de gestión del partido amarillo en el área metropolitana. Ambos tienen bajo sus gobiernos provinciales la administración de la zona más poblada del país, aunque el escenario porteño se diferencia cada vez más del bonaerense, especialmente en términos electorales, ahora que el oficialismo enfrentará su primer viaje a las urnas desde el timón de la Casa Rosada.

 

A dos semanas de las PASO, los pronósticos electorales de Cambiemos en la provincia de Buenos Aires preanuncian un posible revés para el oficialismo en el territorio más sensible para la continuidad de Mauricio Macri en el poder. Por el contrario, del otro lado del Riachuelo y la General Paz, sobre el territorio originario del PRO y la máxima retaguardia del macrismo, Rodriguez Larreta se recorta como el único de los tres grandes electores de Cambiemos que se encamina a los cedazos electorales de agosto y octubre con una victoria casi asegurada, dicen sus principales colaboradores.

 

ENTRE LA ASTUCIA Y EL TIEMPISMO. Parte de la buena estrella del alcalde porteño tiene que ver con la máxima carencia electoral que admiten los miembros del equipo de campaña de Cambiemos en la provincia. El salto que selló la tranquilidad de Larreta se lo ofrendó la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, cuando abandonó la posible candidatura a senadora bonaerense y mudó sus aspiraciones electorales a la Ciudad de Buenos Aires. Junto a Macri, admiten en su entorno, el mandamás de la Capital tiene en sus manos la contención personal de la diputada oriunda de Chaco, que ahora juega un papel clave para evitar el crecimiento de la candidatura del radical Martín Lousteau, en el marco de la interna que no fue y que dejó al ex embajador argentino ante los Estados Unidos fuera de las candidaturas del oficialismo. El enroque de Lilita obturó el plan del radicalismo porteño de reclamar un espacio propio dentro de la alianza Cambiemos en la Capital y la puso en un lugar de privilegio en tierra porteña, cuyo mayor beneficiario es el actual alcalde capitalino.

 

 

El trabajo de pinzas que domesticó los impulsos más hostiles de Carrió hacia el PRO es obra y gracia de un paciente trabajo de acercamiento personal con la líder de la Coalición Cívica. En la escala de afectos, la relación que mantiene con “El Pelado” es, incluso, mejor que el vínculo inestable que administra con el Presidente. Las dimensiones territoriales son distintas, pero en la sede porteña que Macri le legó a Larreta frente al Parque de los Patricios apuntan al intendente como el garante de una de las apuestas más riesgosas del PRO para llegar al poder: contener a Lilita.

 

Ese puente privilegiado, que sobrevuela la selva interna de Cambiemos, cuelga de las lianas que sostienen Macri desde la Rosada y un Rodríguez Larreta que conduce su gestión porteña con la misma mano de hierro que aplicó cuando fue el ministro coordinador del ahora presidente, al frente de la autonomía capitalina. Si el alcalde guarda in péctore un manual de conducción política, una de sus reglas máximas indica que no puede contar con ningún colaborador que lo supere en inteligencia, capacidad, perfil o presencia en los medios. Es que este viejo cultor del perfil bajo, que logró preservar sus ambiciones a pesar de su veta electoral deficiente, sabe que el reflejo nacional del espejo porteño no tiene lugar para tantos competidores. En esa lógica, jamás negó sus aspiraciones por acumular poder y lograr construir su carrera política por fuera del alcance de la sombra de su jefe.

 

 

La relación que Carrió mantiene con “El Pelado” es, incluso, mejor que el vínculo inestable que administra con el Presidente.

Entre las anécdotas ya prehistóricas del macrismo, hay una que recuerda a Macri dentro de la sede de Bolívar 1, presentando a su equipo de una manera muy curiosa. “Acá buscamos la eficacia: yo soy el presidente de la compañía, Horacio es el gerente general y el CEO es mi amigo Nicky Caputo”, dicen que bromeaba el flamante alcalde cuando se sentaba a recibir a viejos empresarios conocidos, que eran recibidos en el Palacio Municipal para analizar las “posibilidades de negocios” en la Ciudad. De aquellas primeras “mesas de estrategia”, que Macri armó para construir su candidatura permanente, los miembros fundadores de esas troikas han pasado a un discreto anonimato, quizás para enterrar en el olvido las mismas prácticas de financiamiento de campañas y cargos que Cambiemos ahora le achaca al kirchnerismo.

 

De ese trío que Macri se enorgullecía en presentar en sorna, el magnate Caputo, su "hermano de la vida” y socio, fue directamente ocultado del entorno presidencial y el otrora gerente general de la Ciudad jamás entregó el cargo y hoy transita la jefatura del Ejecutivo capitalino que ayudó a conquistar pacientemente. En aquellos momentos originarios, el todopoderoso Peña ya formaba parte del elenco principal, pero no tenía el peso determinante que hace valer al lado del despacho presidencial.

 

EL ARTE DE SECAR EL PALO ENJABONADO. “Horacio supo esperar, aprendió a no pelearse con Marcos y finalmente prevaleció en un territorio donde todos ataban su suerte a la de Mauricio”, festeja en reserva un añejo funcionario porteño. Para llegar al sitial que actualmente disfruta, Rodríguez Larreta tuvo que medirse en internas con la actual vicepresidentaGabriela Michetti, y luego disputar la sucesión de Macri al frente del Estado porteño. Macri jamás quiso internas entre ellos. Lo atormentaba el temor de que su delfín sucumbiera frente a la primera compañera de fórmula que tuvo. Era cuestión de fríos números, algoritmos, encuestas, comparaciones, focus groups y medición de niveles de conocimiento.

 

Los lamentos de los arquitectos electorales sobre la falta de expresividad del actual alcalde ya forman parte de una serie de críticas que el larretismo dice haber superado desde que hundió las aspiraciones de Michetti en las PASO porteñas de 2015 y en las generales del mismo año, donde finalmente subió un escalón al frente del gabinete que manejó para Macri durante ocho años, pero como su jefe de Gabinete.

 

En la prehistoria del PRO, admite ser el hombre que le presentó a Vidal a Macri, cuando la integró al primer equipo gerenciador del macrismo desde la Fundación Sophia, luego de conocerla en el PAMI. Un galón similar al que Peña solía exhibir cuando recordaba ser el responsable del vínculo entre Macri y Michetti.

 

Antes de revistar al lado de Macri, Rodríguez Larreta tiene una larga foja de servicios en el menemismo. Sus pasiones desarrollistas no le impidieron ser gerente general de la Anses en 1995, luego pasó por el Ministerio de Desarrollo Social y por el fondo de capacitación social, cuya ejecución le traería un viejo estigma penal aún irresuelto. En 2000, el entonces presidente Fernando De la Rúa lo nombró como interventor del PAMI y luego lo puso al frente de la actual AFIP. Tras la catástrofe política del gobierno de la Alianza, fue designado por el entonces gobernador bonaerense Carlos Ruckauf al mando del Instituto de Previsión Social (IPS).

 

En 2004 la Oficina Anticorrupción lo denunció por el presunto desvío de fondos públicos como titular del Foncap. En concreto, fue acusado de entregar créditos a la “Fundación Emprender”, que habría utilizado para saldar deudas con bancos privados, cuando, según el decreto, el organismo tenía por objeto “facilitar el desarrollo del sector de la microempresa de menores recursos a nivel nacional”. La investigación penal quedó en manos del juez federal Norberto Oyarbide que sobreseyó al acusado, aunque a principios de 2015 el expediente fue reabierto por decisión de la Sala II de la Cámara Federal. Según el observatorio de causas de corrupción impulsado por la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), luego de la reapertura en 2015, aún quedan notificaciones y designación de defensores para 18 imputados. Se esperaban novedades para este año, pero el expediente no registra grandes cambios.

 

 

El alcalde guarda in péctore un manual de conducción política. Una de sus reglas indica que no puede contar con ningún colaborador que lo supere en inteligencia, capacidad, perfil o presencia en los medios.

VALIJAS DESCARRIADAS En la actualidad, Rodríguez Larreta es una de las caras visibles de Cambiemos que exhibe un desgaste electoral mucho menor, en comparación a los costos políticos que afrontan Macri y Vidal en sus primeros 20 meses de gestión. Al calor del cedazo electoral que se avecina, el nombre del alcalde vuelve a sonar como una de las zonas de confort para el Presidente, en medio de un escenario donde la suerte electoral de Cambiemos en la provincia podría obturar la carrera de éxitos que un sector del Gobierno prefería prodigarle a Vidal.

 

Desde que Macri se apoltronó en la Rosada, la agenda de la gestión de Larreta fue proporcional a sus ambiciones. En la actualidad, por acción o por omisión, la gestión capitalina es uno de los puntos menos calientes de la agenda nacional y metropolitana de Cambiemos, a pesar del encarcelamiento de los dos primeros jefes que nombró al frente de los restos de la ex Policía Federal, que ahora controla bajo la marcha de “Policía de la Ciudad”.

 

 

FUERA DE AGENDA. Si la gestión porteña de Larreta tiene logros comunicacionales, algunos críticos de su propio espacio político se los endilgan a un aceitado mecanismo para sacarla de la agenda de algunos medios tildados de opositores. “Horacio tiene costosos acuerdos políticos con el actual dueño de Página 12, Víctor Santamaría, y con (el empresario de los juegos de azar) Cristóbal López, para reducir el margen de daño que le puede infligir C5N en la Capital”, acusa un hombre de Cambiemos que busca interpretar, en esa clave, las acusaciones que hizo Lousteau contra “Horacio” por el descontrol de pauta publicitaria. Son habituales los móviles de este canal de noticias cubriendo actos e inauguraciones del gobierno porteño bajo la gestión Larreta.

 

 

 

Si existen negociaciones de ese tipo con los dos empresarios mencionados, dentro de la política y la burocracia porteña hay indicios que multiplican las sospechas. En el caso del titular del sindicato de porteros, la interlocución con el actual alcalde llegó a un activo apoyo legislativo para destrabarle los proyectos inmobiliarios más espinosos y un discreto teléfono rojo con la administración de Cristina Fernández de Kirchner para limar los costados más ásperos de la convivencia a los dos lados de la Plaza de Mayo.

 

Para el zar del juego, la dimensión del vínculo que siempre administró Larreta y condujo su jefe político no pasó por la Legislatura, sino por la vista gorda que hizo la administración porteña para gravar impositivamente a las máquinas tragamonedas del casino flotante y del Hipódromo de Palermo que el entonces presidente Néstor Kirchner decidió extender y multiplicar hasta 2032. Ese punto espinoso, que años atrás cosechó durísimas acusaciones de corrupción de Carrió, habría sido abandonado por Macri apenas cruzó a Balcarce 50. Hace casi dos años que ese grifo está en manos del Pelado, que jamás dejó de hablar y negociar con Federico De Achaval, co-titular de los tragamonedas palermitanos, cuyo ritmo de atención al apostador sigue produciendo cifras exorbitantes de dinero opaco que seguiría financiando al costado más inconfesable de la política. Una zona que Cambiemos ahora niega con vehemencia, dentro de una clave discursiva que, como dice el escritor y ex embajador del menemismo Jorge Asis, es como "orinar agua bendita".

 

Entre los puntos desfavorables que Rodríguez Larreta exhibe desde que sucedió a su jefe en la Ciudad, figuran la falta de brillo de una gestión porteña al calor de la nacionalización del macrismo. Pero las debilidades de hace un año y medio comenzaron a transformarse en discretas fortalezas, que incluso le ha permitido ocultar a los protagonistas de un sistema recaudatorio que algunos detractores identifican en el jefe de Gabinete porteño, Felipe Miguel, y en el ministro de Desarrollo Urbano, Franco Moccia, heredero de las obras generadas por el arquitecto Daniel Chain y de su segundo, Héctor Lostri, actual titular y jibarizador de la empresa estatal Fabricaciones Militares.

 

 

 

Las tareas que la oposición porteña olvidó cuestionar a los funcionarios más vidriosos que tuvo Macri en el área de Desarrollo Urbano durante ocho años ahora tendrían otros ejecutores, pero con un timonel cada vez más experimentado, que ya acumula una década en la cocina del poder porteño y ahora goza de la inesperada anuencia de Carrió, transformada en su salvoconducto electoral.

 

Hasta ahora, “Horacio” pudo superar una transición porteña que se anunciaba descolorida, rodeado por un elenco de ministros que cumplen con el postulado larretista de no superar a su jefe. La opacidad de sus dos primeros años de gestión como alcalde no le jugaron en contra, sino que forman parte de un capital político que Larreta amasa al frente de una ciudad-estado que ya puso a dos presidentes en la Casa Rosada desde que su autonomía fue proclamada en 1996. El primero fue De la Rúa, un viejo conocido de Larreta que abandonó la Casa Rosada en diciembre de 2001, luego de declarar el estado de sitio y avalar la posterior represión estatal que mató a 39 personas en todo el país. El segundo es Macri, que se acerca a su tercer año de mandato mientras analiza lanzar el experimento de su reelección o elegir un posible sucesor. En esa danza, Horacio espera con paciencia, astucia y cada vez más poder. Recién cumplirá los 52 años el próximo 29 de octubre, cuando haya pasado sólo una semana de las legislativas nacionales.

 

Para entonces, el astuto alcalde porteño sabrá si es momento de festejar o de seguir esperando su turno, siempre a la sombra de Mauricio, que le sigue confiando la gerencia general de la retaguardia que lo llevó a la Presidencia.

 

Claudia Acosta, intendenta de Mi Granja.
Pablo Biró, el líder del gremio de pilotos se convirtió en el enemigo perfecto de Javier Milei.

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