LA QUINTA PATA

Alberto Fernández, Cristina Kirchner, Sergio Massa y la maldición del FMI

El Frente de Todos diseña un multiverso para sobrevivir. Disputa entre candidatos que no hay y planes que no existen. El karma del ajuste y las elecciones.

Las diferencias profundas de visión existen –ahora se sabe que la única amalgama de la alianza panperonista fue, allá por 2019, ganarle a Mauricio Macri –, pero su expresión brutal en la actual coyuntura gira en el vacío. Ante eso, el llamado albertismo construye multiversos –la economía está bajo control de Massa, el empleo se sigue recuperando, el consumo está asegurado, la actividad va a crecer, las paritarias le van a ganar a una inflación en baja…– que, más que tales, a la vapuleada población le suenan a versos múltiples.

¿El problema se resume en las candidaturas de Cristina –dijo que no va a ser–, de Alberto –querría pero no puede– o de Massa –una voluntad desafiada una y otra vez por la inflación–? Si el problema se redujera a eso, ninguna disputa tendría sentido porque, mientras no tuerza el curso de los acontecimientos, la alianza oficialista encontraría muy difícil mostrar al postulante viable. Daniel Scioli, optimista del gol y que hoy suena, no habría entrado en ninguna especulación en condiciones normales de presión y temperatura.

Sergio Massa sabe que la evolución del IPC le va cerrando su ventana de oportunidad electoral. Sergio Massa sabe que la evolución del IPC le va cerrando su ventana de oportunidad electoral.

¿Pasará, en cambio, por sus diferencias de visión sobre asuntos clave, como el rol del FMI, la deuda, la política antiinflacionaria o el modo de recrear un crecimiento socialmente inclusivo? La realidad es tan urgente que también eso parece una discusión de especialistas en filosofía idealista.

La Argentina es un país que vive en crisis desde hace demasiado tiempo, pero las fases graves, lacerantes, siempre se desatan por estallidos del tipo de cambio.

El ministro de Economía sabe que la evolución del IPC le va cerrando su ventana de oportunidad electoral y que abril y mayo no arrojarán –como pretendía– índices inferiores al 4%. Como último recurso, se aferra a la idea de mostrar, en ese bimestre decisivo –el 24 de junio hay que oficializar las listas–, el inicio de una tendencia de los precios a la moderación. Si lo lograra, podría dejar el Palacio de Hacienda en manos de un equipo de confianza y lanzarse a la campaña; si no, el sueño debería quedar para otra vez.

La Argentina es un país que vive en crisis desde hace demasiado tiempo, pero las fases graves, lacerantes, siempre se desatan por estallidos del tipo de cambio. Así le ocurrió a Macri desde abril de 2018, evento que trajo de vuelta al país al organismo internacional. Lo que en 2019 fue ajuste alla FMI con el ingeniero y Nicolás Dujovne hoy se recrea solo con un cambio de nombres, con Fernández y Massa.

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Si el termómetro que hay que mirar –con la esperanza de que no se rompa– es el dólar, hay grandes motivos para la preocupación. El Banco Central cerró el viernes la peor semana en ocho meses en lo que respecta a pérdida de reservas, ítem en el que la Argentina no tiene nada –nada en serio– que regalar.

El BCRA debió deshacerse ese día de 139 millones millones de dólares, lo que elevó la cuenta negativa a 555 millones en la semana y a unos 1.800 millones en lo que va del año. En tanto, el blue se despertó con brusquedad y el legal "contado con liquidación", verdadero patrón para la toma de decisiones, superó los 400 pesos.

A ese escenario hay que sumar una sequía que, hasta la próxima evaluación, restaría 20.000 millones de dólares a las exportaciones de oleaginosas en relación con la campaña pasada. Esto aporta al estrangulamiento de divisas que afecta la actividad industrial, algo que haría que el moderado crecimiento anual que esperaba el Gobierno se transformara en una recesión importante.

Círculo vicioso

Si la actividad sufre, también lo hará la recaudación impositiva, limitando los ingresos del Tesoro en un contexto de ajuste –quita de subsidios, recorte de gastos– reclamado por el Fondo. De hecho, el reciente anuncio de una renegociación de objetivos y metas con el organismo permitirá reducir en unos 2.000 millones de dólares el mandamiento de acumulación de reservas, pero ratificó la reducción del desbalance presupuestario del 2,4% del año pasado a 1,9% a fin de 2023. ¿Podrían imaginarse condiciones económicas más adversas para que un gobierno busca su ratificación en las urnas?

Por otro lado, ¿qué clase de alivio es que el FMI se conforme con que el Banco Central acumule menos reservas que las previstas? Apenas el módico de que no llegarían de Washington –al menos por ese factor– amonestaciones o cortes del flujo de oxígeno –los dólares para pagar los próximos vencimientos–.

El problema de base es otro: con menos divisas, la capacidad de entregarle a la industria los medios de pago que necesita para importar insumos y equipos se haría menor y, de la mano de esto, un sustento más endeble para el sostenimiento del tipo de cambio oficial.

¿Podría darse una megadevaluación? Solo si el Gobierno no tuviera más remedio, porque eso podría desatar un infierno sin control. Sin embargo, hay que señalar que la proliferación de tipos de cambio diferenciales –los dólares soja, Qatar, Coldplay, malbec…– es elocuente sobre la creciente insuficiencia de la paridad protegida por el cepo. Además, la sequía y ahora también la crisis financiera internacional meten más presión.

La pelea de Todos

El cristinismo protege a "Sergio", pero le pega a lo que hace Massa; el Massa realmente existente dista de ser el presidenciable de los sueños de ese sector y cada vez hay menos argumentos para decir que sea la mejor carta del Frente de Todos.

Dicho esto, vuelve al primer plano la cuestión de las peleas personales y de proyecto… y el vacío en el que giran. La propia vicepresidenta y la dirigencia de La Cámpora no atinan a dar respuestas a la crisis permanente que vayan más allá de consignas como congelar tarifas, planchar el tipo de cambio y romper con el FMI. Lo primero agigantaría un déficit fiscal que no habría cómo financiar con crédito, lo segundo agigantaría las presiones devaluatorias y lo tercero cortaría con inversiones, aportes y créditos de todo tipo, empezando por el de otros organismos multilaterales y siguiendo por los de China. La receta parece perfecta para gatillar el estallido que pretende evitarse.

Mientras, el plan Massa-Fernández no es otro que el acuerdo con el Fondo. Sin posibilidad de apelar a las herramientas mencionadas, ese texto es la única –aunque maltrecha– ancla para las expectativas. ¿A dónde se irían los ímpetus remarcadores de las empresas formadoras de precios si ese papel se hiciera trizas? ¿A dónde el dólar, ese relojito susceptible que mide los decibeles que presagian los estallidos?

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La coyuntura es, en verdad, una aporía. Si, al revés de lo que propone Cristina, el "plan Kristalina Georgieva" apunta a reducir subsidios y subir tarifas y apurar las minidevaluaciones cotidianas del tipo de cambio oficial para evitar que crezca la brecha entre este y los paralelos, ¿qué cabe esperar que pase con la inflación? El programa del Fondo, supuesta ancla para las expectativas, en realidad contribuye a liberarlas.

Si el Frente de Todos se construyó y construyó poder como alternativa al macrismo fracasado, hoy mira resignado cómo la deriva de sus consignas delinean su propia decadencia. Lo que fue en 2019 "poner a la Argentina de pie", se transformó en el 2020 pandémico en "proteger la vida de los argentinos y las argentinas", en 2021 recuperar el crecimiento y en 2022 la "guerra a la inflación".

¿Podrá evitar que el final de 2023 lo encuentre desunido y derrotado?

El ministro de Economía y ¿presidenciable? Sergio Massa.
maldita inflacion: la canasta basica subio 8,3% en febrero, un acumulado del 111% en un ano

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