El Tribunal Oral Federal 2 dio a conocer los fundamentos de la sentencia del 6 de diciembre en la "causa Vialidad", por la que condenó a Cristina Fernández de Kirchner a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. Lo más destacado que tuvieron en cuenta los jueces radica en un decreto de 2009 que habilitó fondos "discrecionales" para realizarle pagos a las empresas de Lázaro Báez, en el ida y vuelta de negocios y dinero entre el empresario y la entonces familia presidencial y en una serie de chats del exsecretario de Obras Públicas, José López. La vicepresidenta y sus abogados sostienen que los fundamentos no son tales –esto es que no hay pruebas concretas– y mantendrán una agresiva, aunque poco esperanzada postura de apelaciones. Por eso ni la prisión ni la inhabilitación rigen por ahora, cosa que acaso no cambie por años.
Más allá del debido debate jurídico, lo nuestro es la política: en la brecha que separa el presente del futuro caen la denuncia de proscripción de la propia CFK y la esperanza de sus incondicionales de que el clamor que atronará en lo sucesivo la persuada de poner su nombre al tope de las boletas peronistas en las próximas elecciones.
Has recorrido un largo camino, muchacha
Cristina disertará este viernes en la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN) sobre "¿Hegemonía o consenso? Ruptura del pacto democrático en una economía bimonetaria: inflación y FMI, crisis de deuda y fragmentación política"; el temario da para que dispare a discreción sobre Alberto Fernández, combustión a la que se sumará su estado de ánimo frente a la judicatura. Para más, este sábado atronará el clamor en un acto en Avellaneda al que no asistirá.
El principal escollo para "Cristina 2023" –este jueves aparecieron afiches para seguir agitando la movida– es, más allá de lo judicial, lo que ella misma dijo tras conocer el fallo condenatorio: "No voy a someter a la fuerza política que me dio el honor de ser dos veces presidenta y una vez vicepresidenta a que la maltraten en un período electoral con una candidata condenada y con inhabilitación. ¡No voy a ser candidata a nada, ni a Presidenta, ni a senadora, a nada! Mi nombre no va a estar en ninguna boleta. Termino el 10 de diciembre y me vuelvo a mi casa".
Más. "Una buena noticia para usted, (Héctor) Magnetto. El 10 de diciembre de 2023 no voy a tener fueros y va a poder dar la orden a sus esbirros de Casación y de la Corte Suprema para que me metan presa. Pero mascota de usted, jamás", agregó entonces. ¿Cómo podría volver atrás después de haber pronunciado semejante actitud de desafío o incluso de coraje? Hacerlo le haría llover sobre su cabeza acusaciones de que arrastra al peronismo tras su nombre vulnerable y que, en realidad, busca los fueros a los que dijo que renunciaría.
Todos tironeados
CFK puede, como ella mismo dijo, volverse a su casa tras el recambio de gobierno pero, de cualquier manera, el panperonismo queda tironeado por su situación político-judicial. Las muestras de solidaridad abundaron en las distintas tribus de lo que acaso abusivamente se puede llamar oficialismo y hasta el Partido Justicialista que preside Fernández pronunció la palabra que había evitado como la peste desde el 6-D: "proscripción".
Hasta el momento, los cada vez menos numerosos aliados del Presidente habían hablado de "inhabilitación", pero habían eludido la palabra que ella prefiere un poco porque, en efecto, no está proscripta y otro poco porque la guerra interna arrecia y no desean darle ni cinco centímetros de changüí.
También Alberto Fernández mandó a reiterar un repudio a la condena que en más de una ocasión señaló por sí mismo. La portavoz Gabriela Cerruti precisó que aquel "sigue sosteniendo la inocencia de la vicepresidenta y está convencido que (Vialidad) es una causa armada para perseguirla, inhabilitarla o aleccionar a otros dirigentes que tomen medidas en favor de las grandes mayorías".
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Los deberes quedaron hechos, pero la relación entre el jefe de Estado y su vice no tiene retorno. Si la segunda puede ser señalada por haberle arrojado piedras al que, se supone, es su gobierno cuando el primero –como él mismo cuenta– más necesitaba su apoyo, a este cabe reprocharle incontinencia verbal y, acaso, objetivos oblicuos. Esto último alude al supuesto off the record contado por El Destape, en el que se habla de un supuesto intento de "terminar con 20 años de kirchnerismo".
Con una llamativa demora, Cerruti desmintió que ese off represente algo dicho por Fernández y aseguró que él mismo "es kirchnerista". De eso no hay duda: Alberto Fernández diferencia "kirchnerismo", del que se siente cofundador, de "cristinismo", al que considera una deriva fallida de aquel. El diablo está en los detalles.
Respecto de los tiros más recientes de Andrés "El Cuervo" Larroque, la vocera optó por el ninguneo: "El Presidente no le responde a un ministro de una provincia".
¿También tú, Bruto?
Como si, más que de ruptura, el peronismo corriera un riesgo de mitosis como el que vivió la Unión Cívica Radical (UCR) tras la crisis de 2001, las líneas de tensión se reproducen al interior tanto del cristinismo como del albertismo.
La foto de un sonriente Eduardo "Wado" de Pedro junto al ceo del Grupo Clarín, Jorge Rendo, levantó ampollas cerca de la vicepresidenta y obligó al ministro del Interior a dar una también tardía explicación. El encuentro fue "casual", aseveró, a la vez que rechazó los cuestionamientos a su concurrencia a Expoagro en base al hecho de que "en 2019 dijimos que hay que disputar el campo y definimos participar de los espacios que tienen que ver con el encuentro de ese sector".
Pese a ello, "entiendo muy bien el daño que hizo Clarín. Yo defiendo el interés del campo nacional y popular y siempre estuve del otro lado: Clarín es el principal opositor", juró lealtad. ¿Le creerán o caerá también bajo la lupa su –¿inexplicable?– alianza con Luis Barrionuevo, quien se ha ufanado públicamente de haber coacheado a testigos en su propia casa para incriminar judicialmente a Cristina?
También hay mitosis en el albertismo. El siempre desconcertante Aníbal Fernández acudió a la Comisión de Seguridad Interior de la Cámara de Diputados para defender las acciones oficiales contra el narcotráfico en Rosario. Allí, fue increpado por Ricardo López Murphy, quien consideró "inaceptable comprometer un cuerpo de combate de nuestro Ejército desarmado para ir a Rosario". "Yo no formé parte de ese tema y estoy más cerca de pensar como usted que de otra cosa", respondió el ministro de Seguridad lavándose las manos. ¿Qué compromiso puede esperarse del funcionario que debe llevar adelante una decisión presidencial si, en verdad, la rechaza tanto como uno de los opositores más enconados? Ah, cierto: el Presidente ya explicó que solo gobierna con la parte que puede de su gabinete.