MALDITA INFLACIÓN

Era la política: la solución Sergio Massa que no fue

El 6,6% de febrero y el 102,5% interanual desmienten el fundamento central de la transformación del hincha de Tigre en superministro de Economía. Decepción ¿y después?

“Lo que parece haberse agotado es la capacidad de la política de, al menos, moderar la dinámica del mercado”, dice Marcelo Falak en la edición de este miércoles de desPertar, el newsletter de Letra P, y mete el dedo en una llaga sangrante del Frente de Todos. El 3 de agosto de 2022, cuando se le puso la capa de superministro, de Sergio Massa se cuestionó que no es economista -que no tiene conocimientos técnicos profundos de la materia que venía a gestionar-, pero se destacó que es un político hábil y que esa condición lo convertía en la persona indicada para gestionar la crisis y, fundamentalmente, calmar los bríos salvajes de las fuerzas invisibles que forman los precios. ¿Y?

“La inflación es la demostración de la incapacidad de gestión”, dijo Mauricio Macri durante la campaña presidencial de 2015. Después, como presidente, demostraría ampliamente su incapacidad: llevó el 24% que midió la Ciudad de Buenos Aires a fines de ese año -el dato que Cristina Fernández de Kirchner se encarga de recordar en cada uno de sus discursos- al 53,8% que le legó a Alberto Fernández, quien, a su vez, se encargaría de duplicarla.

Como plan impuesto a un jefe del Estado que atravesaba su momento de más dramática debilidad -en privado, los gobernadores le advertían que ni se le ocurriera convertirse en el primer peronista en irse por los techos de la Casa Rosada-, Massa era una solución política, no técnica. De ahí la insistencia del hincha de Tigre en designar como su segundo en el Palacio de Hacienda a Gabriel Rubinstein, persona no grata para su socia CFK, el “ministro que faltaba” -Falak dixit, otra vez-.

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En aquel tiempo, que ya parece haber transcurrido hace un siglo, se ensalzó al líder del Frente Renovador como una figura política con peso específico, primus inter pares de Cristina y del Presidente en el directorio del Frente de Todos, referente de esa avenida del medio fértil en vínculos con todo el arco político y, sobre todo, con el Círculo Rojo, ese lado oscuro de la hiperconcentración que decide cuánto valen las cosas -como señaló Letra P en su informe especial titulado “Los dueños de la comida”, “Veinte empresas deciden qué comen y a qué precio 45 millones de personas”-.

El 6,6% de inflación de febrero y el impactante 102,5% acumulado en los últimos 12 meses convierten a la solución Massa, al menos hasta el momento, en una decepción.

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El fiasco se ve peor todavía cuando se le cuentan las costillas a ese 6,6% y se advierte que, en el desagregado de ese índice, aparece el rubro que golpea con saña a las clases populares: los alimentos y las bebidas saltaron 9,8%.

Más: como señaló este portal, la carne representa entre el 7% y el 13,3% en la conformación de la canasta de productos que conforman el Índice de Precios al Consumidor (IPC) y, según un relevamiento del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), en febrero aumentó un 29%, un salto mensual que no pegaba desde enero de 2020. El Frente de Todos había prometido reponer el asado peronista en la mesa de los domingos.

Cada mes, más injustos

Para planchar la inflación y llegar al paraíso del 3 adelante en abril, Massa ancló su gestión en Precios Justos, un programa de emergencia que, como toda política de control, pone a prueba la capacidad de gestión política de quienes la aplican -se trata de convencer y de acordar-, la supuesta fortaleza del superministro que todavía no fue.

Como escribió Daniela Cosentino en este portal, Precios Justos “muestra dos caras: logra bajar la tendencia alcista de la mayoría de los productos de la canasta básica en las grandes superficies de venta, pero es impotente y casi desaparece para los estratos más bajos de consumo, donde la inflación de alimentos golpea más fuerte, por tratarse de la franja social que compra en almacenes de proximidad”.

¿Quién podrá representarnos?

Aunque es, en términos sociales, un problema aleatorio, porque el fracaso de la solución Massa supone, antes que nada, un drama cada vez más desesperante para la masa asalariada y, todavía más, para las personas que sobreviven en la economía informal, también es un problema electoral serio para el peronismo, que ve derrumbarse a una de sus poquísimas figuras taquilleras, cada vez más despojada de su condición de presidenciable.

En ese escenario de penurias, Alberto Fernández, otra vez recluido en Olivos por problemas de salud y Primer Derrotado en la guerra que le declaró a la inflación -¿alguien se acuerda? Fue justo hace un año-, se aferra a su derecho constitucional a la reelección como un náufrago se sujeta a un tronco en la correntada. Mientras tanto, en la otra orilla, la tropa kirchnerista le ruega a una Jefa aparentemente -conviene no terminar de creerle- empacada en no ser candidata, al menos a presidenta, que no la deje tirada.

En el país de la marmota, también convendría volver a prestarle atención a Daniel Scioli, el goleador que, avisó, está “a disposición” para ir por la revancha; y no sacarle los ojos de encima a Macri, que agita encuestas y todavía no descartó dar pelea para que lo dejen jugar su segundo tiempo.

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