LA QUINTA PATA

Mauricio Macri & Javier Milei: la Colonización Avanza y se mira en el espejo español

El pacto tiene destino incierto en el ballotage, pero refuerza un nuevo polo de derecha radical. La fábula de Vox y el PP. El proyecto detrás de los gestos.

Un pacto cerrado entre gallos y medianoches a pesar del rechazo descontado de la vieja alianza. El trasvase de votos de un núcleo duro achicado pero aún relevante. Un protagonismo inédito desde su salida del poder en 2019. La puesta disposición de recursos políticos, respaldos de referentes, cuadros de gobierno y aparatos de fiscalización. Contactos clave para aportar financiamiento y la invalorable militancia de medios y periodistas afines. Eso, al menos, es lo que Mauricio Macri le entrega a Javier Milei llave en mano en pos de un objetivo que podría ir mucho más allá del resultado del ballotage del domingo 19. El expresidente parece sembrar la semilla de una nueva y crecida derecha radical, pretendidamente más prolija y, por eso mismo, acaso más inquietante sea cual fuere el desenlace del proceso electoral.

Mucho se ha especulado sobre las intenciones de Macri al colonizar, del modo en que lo está haciendo, La Libertad Avanza (LLA). Una pregunta que todavía no encuentra respuesta es por qué optó por un modus operandi de ruptura, no solo de Juntos por el Cambio sino del propio PRO, cuando el acuerdo de las partes era estar en desacuerdo para, tras el pase de magia de la neutralidad, liberar a sus referentes para que apoyaran a Milei o a Sergio Massa. Ante la falta de respuestas, cabe basar el análisis en el efecto concreto de lo actuado: Macri quiso fracturar Juntos y su propio partido para deshacerse de palomas molestas.

Ahora bien, ¿qué se mastica en verdad cuando se lleva a la boca la fórmula M&M? Por lo que se ve en estos días, un producto que, siendo lo que es, deje un mal sabor de boca algo menor, tal lo hecho por Macri allá por 2015, cuando edulcoró y llenó de globos un proyecto que terminó en lo que podía intuirse que iba a terminar.

Es por eso que la colonización de LLA implica, aunque se hable de un "apoyo incondicional" y generoso, un pliego de requerimientos que no apunta al fondo ideológico del paleolibertarismo, a fin de adecentarlo como una derecha conservadora que juegue dentro del sistema, sino a hacer de ese paquete uno más presentable o –como se prefiera– menos impresentable. De hecho, hace pocos días calificó a aquel partido de "agrupación no madura y fácilmente infiltrable". ¿Confesión de parte?

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Macri parece seguir el guion que elaboró el Partido Popular (PP) español, una agrupación conservadora que sufrió no uno sino dos desgajamientos tras la crisis de las hipotecas de 2008: por el centro, el del partido Ciudadanos; por derecha, el de los ultras de Vox.

Para rearmar lo que había tenido, el PP se valió tanto de sus referentes centristas como de los más radicalizados. Entre los primeros se ha destacado el líder gallego y último candidato a presidente del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo; entre los segundos, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

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Como referencias de la derecha dura argentina, por caso Patricia Bullrich, Díaz Ayuso alzó la voz contra los confinamientos en la pandemia, además de abrazar muchas de las causas de Vox, proceso que contribuyó a erosionar el "cerco sanitario" que la política española había generado en torno a esa agrupación extremista.

Es más, antes de los comicios del 23 julio, el líder de Vox, Santiago Abascal, prefería a Núñez Feijóo como candidato popular y no a Díaz Ayuso por temer que la segunda diluyera su caudal electoral. El postulante, finalmente, fue el primero, pero eso no impidió que, bajo su conducción, el PP virara a la derecha, rompiera el "cerco sanitario" cerrando pactos de gobierno en comunidades autónomas, asumiera varias de las ideas de Vox y creciera electoralmente a expensas de este.

El 23J supuso la desaparición total de Ciudadanos y un achicamiento de Vox, todo a favor de un PP que se tragó parte importante lo que iba del centroderecha a la derecha.

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Fuente: El País.

Roto el tabú del cogobierno y para lograr esa deshidratación, el expresidente de la Xunta de Galicia asumió buena parte del programa que Vox presentó en las últimas elecciones, según dijo la portavoz de este partido en el Congreso de los Diputados, Pepa Millán. Entre esas propuestas, se destacan "el silencio administrativo (N. Del R.: aval para que la ciudadanía avance con trámites que las autoridades no responden), derogar tres normas por cada una que se emite, desterrar el adoctrinamiento en los colegios, acabar con el alarmismo climático y la dictadura de los extremistas en esta cuestión (y) la lucha contra la ocupación" de viviendas.

Pese a esos y otros compromisos, en el Congreso los números no le dieron a Núñez Feijóo y el socialista Pedro Sánchez parecía, al cierre de esta nota, más cerca de lograr una reelección con fórceps gracias al respaldo del nacionalismo catalán y de la promesa de una amnistía para quienes promovieron el proceso independentista de 2017.

Cabe recordar que Vox, que aboga por el centralismo de Madrid y rechaza ese olvido legal, es el alma mater de un texto fundacional de la ultraderecha iberoamericana, la Carta de Madrid, que ha sido firmada por Milei.

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El problema del proyecto "Juntos por la Libertad" es que comienza en medio de una campaña electoral en la que, con Bullrich, el macrismo sufrió una debacle, lo mismo que un programa que, como lamentó Jaime Durán Barba, solo prometió ajuste, dolor y antikirchnerismo. Ese combo valió, al final, menos de un cuarto de los votos.

El programa fallido se muda ahora a la tienda de LLA, colonizando a esa agrupación en medio de las ruidosas quejas de los compañeros y las compañeras de ruta originales de Milei, que sienten que el proyecto pierde su alma anticasta.

Ese artificio no implica solamente un cambio de piel, sino uno de voceros. Salieron las estrellas responsables de los dislates más recientes –los dos Alberto Benegas Lynch, Lilia Lemoine, Ramiro Marra...– y entraron figuras más racionales como Guillermo Francos y Diana Mondino. Por el PRO halcón, Macri y Bullrich.

El problema es que las nuevas voces no están a la altura del desafío.

Francos habla de Milei como si fuera una suerte de Konrad Adenauer, solo que más chistoso. Mondino reinstaló gaffes como "la idea fantástica del mercado de órganos" y el viernes comparó el matrimonio igualitario con la libertad que tiene la gente de no bañarse y llenarse de piojos, so riesgo de que "haya alguien a quien no le guste que tengas piojos". Ante esa posibilidad, advirtió que no hay margen para el pataleo. "No te quejes", pidió, a nada de justificar la discriminación, el bullying y otras formas de la intolerancia.

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Mientras, Milei lee lo que le dan, no se sabe si Macri es un salvavidas de corcho o de plomo y Bullrich se despachó, en fila, con una queja contra la leche caliente de las vacas y con un deseo de que "estalle todo antes del 19".

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Todo eso no obsta –dadas como están de rotas las relaciones entre lo que la dirigencia dice y lo que una parte de la sociedad escucha– para que el 19N termine en victoria o en derrota.

Si ocurriera lo primero, una derecha nueva radical y libre de la UCR y el carrioísmo se instalaría en la Casa Rosada, reconfiguraría el Congreso y realinearía a gobiernos provinciales y municipales de todo el país. Milei al gobierno, Macri al poder sería la fórmula, que, dada su endeblez, llevaría a observar la línea de sucesión compuesta por la apologista de la dictadura Victoria Villarruel y, más abajo, probablemente conversos del PRO.

Ahora bien, si les tocara derrota, ¿qué sería del proyecto de una ultraderecha con globos de colores?

Una parte crucial de esa respuesta radicaría en lo que vaya a ocurrir con la economía, con la inflación, con la pobreza y con el sentimiento de desorden, decadencia y falta de oportunidades que ha amamantado largamente al cachorro ultra.

La responsabilidad de la dirigencia democrática es enorme. Se verá si está a la altura.

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