Los extractos de la entrevista que le dio Javier Milei al canal A24 en la noche del jueves se viralizaron en el búnker de Unión por la Patria de la calle Mitre con una velocidad pocas veces vista desde que se inventó internet. Fue como si una app de inteligencia artificial hubiera creado el reportaje -con un libertario errático, iracundo y exaltado- a medida de la estrategia que Sergio Massa ya tenía planificada para su tercera campaña cuando salir primero en las elecciones generales era apenas una quimera. En agosto se votaron partidos y en octubre, ideas; en noviembre serán personalidades. Esa es la tesis massista.
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Desde antes de que el ministro de Economía (de un gobierno cuyo presidente tuvo que bajarse de la idea de buscar su reelección) fuera el candidato de Unión por la Patria, su equipo electoral imaginó que el futuro ocupante de Casa Rosada se definiría poco antes del 10 de diciembre. La campaña, ya formal de UP, fue diagramada sobre tres instancias. Ahora es el turno de la última, la definitiva, la que llaman "el plebiscito".
"Para esta etapa, lo más importante son los atributos de cada candidato. Desde el domingo, Massa mostró un discurso sereno, humilde; sabe que le dieron un voto prestado para ponerle un freno a las ideas de Milei", argumentan cerca del candidato. Desde el principio, el objetivo fue perfilar a Massa hacia el centro del espectro ("la ancha avenida del medio", in memoriam), bajo la expectativa de que la oposición, enfrascada en su propia interna, fuera errática.
Su equipo fue uno de los tantos sorprendidos por el resultado de las PASO, lo cual no modificó la estrategia de polarización que ninguneaba a Juntos por el Cambio, con el convencimiento de que ya estaba partido: para las generales, la idea era poner sobre la mesa las iniciativas libertarias -las más polémicas, como la desregulación del mercado de armas o de órganos- bajo el convencimiento de que su electorado no llegaba a tomar dimensión del alcance de esas ideas en la práctica.
No resultó así, porque el núcleo duro de Milei se evidenció impenetrable, pero el vaso massista medio lleno fue que La Libertad Avanza apenas creció en las generales: 500 mil sufragios. Para el ballotage, que literalmente es un mano a mano, UP desplegará una mirada propositiva con verbo "quiero" que busca destacar al tigrense, después de haber ganado la centralidad del peronismo en las urnas. Clave será el cara a cara del 12N, en el tercer y último debate, esta vez con ellos dos solos. Este lunes, Santiago García Vázquez y Juan Manuel Olmos, por el lado de Massa, y Karina Milei, por LLA, se reunirán con la Cámara Nacional Electoral (CNE) para negociar el nuevo reglamento.
"Se planteará el país que quiere Massa: uno de unidad nacional, con una mayoría, con capacidad de diálogo y que sólo alguien con consensos puede lograr", es el spoiler de lo que vendrá. "¿Cómo puede generar estabilidad alguien que rompe un espacio político", ironizan. La bandera: plantear políticas de Estado, "con los mejores" y siempre con contrapuntos con Milei. Mercado abierto, pero con defensa del trabajo; simplificación tributaria, pero con acuerdo federal; seguridad, pero sin proliferación de armas, y así...
Milei y Macri, más de lo mismo
El pacto de Acassuso obligó a un retoque. Igual, en UP creen que el acuerdo de Milei con Mauricio Macri y Patricia Bullrich les viene como anillo al dedo de su estrategia. No sólo el oficialismo lo llama "el plan moderación", también en el PRO lo bautizaron así. El propio expresidente lo dejó entrever el viernes en radio. "A Javier le he dicho que, como buen liberal, lo primero es convivir con la libertad de expresión. Él no puede enojarse con ustedes cuando critican. Yo jamás me enojé con un periodista ni llamé a un periodista para apretarlo", explicó.
"Macri y Bullrich van a moderar sus ideas, pero no su personalidad, que se le escapa. Después de esa etapa de enamoramiento de la sociedad con el personaje, ahora le van a entrar los golpes, como su pacto con la casta", evalúan en el búnker de Mitre. "Massa quiere estabilizar; Milei, romper" es el mantra repetido.
La primera semana poselecciones mostró a una oposición desordenada (el eslogan de la campaña halcón era "orden") y a Massa abocado a la gestión, con fotos políticas con intendentes y gobernadores pensadas para contrastar con el "desorden" imperante en JxC. El conventillo de JxC hasta logró opacar el desabastecimiento de combustible. Massa se apuró en lograr que el sábado saliera un comunicado de las petroleras en el que eximen al al Gobierno de responsabilidades y prometen una normalización de la situación "en lo próximos días".
La hipérbole massista es concluir que Massa es lo nuevo, frente a lo "viejo" de Macri y Bullrich que ahora cimentan a LLA, un partido nacido al calor de la bronca juvenil por los gobiernos tanto de Cambiemos como del Frente de Todos. "Ahora Milei sale a timbrear, le arman la campaña, es más de lo mismo", se mofan en el comando de UP sobre las últimas salidas del libertario con estética PRO. "Massa pudo unir al oficialismo: no es legado, es futuro. Lo que no pudo hacer hasta ahora fue por la coyuntura", lo definen. El ministro apela a otro justificativo: a partir del 10 de diciembre, el presidente será él.
Acuerdo de cúpulas vs. acuerdo de bases
Durante toda la anterior campaña, Massa mantuvo su teléfono abierto, pero con la app de fotos cerrada. El éxodo paloma de JxC se veía venir a la distancia, pero el ministro dejó en claro desde un principio que no habría acuerdos "de cúpulas", como el incómodo abrazo que compartieron Milei y Bullrich en el estudio de A dos voces. No es ningún secreto la relación del ministro con Gerardo Morales y Horacio Rodríguez Larreta, pero, con la neutralidad de ambos, al candidato oficialista le basta y le sobra. Más mileísta que Milei, le rehúye a los pactos de la política tradicional que una sociedad desencantada puede tildar (con toda razón) de oportunistas.
Con la misma lógica, Massa se rehúsa a anunciar su gabinete. Si bien trascendió que apuntalaría a Roberto Lavagna como líder de sus equipos económicos, nunca usó esa carta. Jugar al misterio con los ministerios le sirve para volver a contraponerse a Milei-Macri y la novela por la letra chica del acuerdo. "Se reparten cargos como caramelos, pero hay que apuntalar la presidencia; en este momento, rodearse de gente te debilita", afirman en UP. Massa ni siquiera se rodeó de Cristina Fernández de Kirchner.
A falta de pases para promocionar, en UP celebran los comunicados que critican más a Milei que a Massa, pero también los apoyos abiertos. El último respaldo por el que se descorchó fue el de Nadia Fernández, vicepresidenta de la Legislatura cordobesa. "No hay lugar a dudas: en esta coyuntura, la mejor opción es Sergio Massa", afirmó. Los 1.784.315 votos que cosechó Juan Schiaretti en las generales son el botín más preciado.
Según los primeros resultados de los focus group que llegaron al comando de UP, la pecera se compone de los sufragios huérfanos de Myriam Bregman (a diferencia de 2015, parte de la izquierda no dijo que eran "lo mismo"), los cordobeses y el "voto blando" de JxC, que sumó 6.267.152 boletas en las urnas. Según estos estudios, entre radicales y larretistas, la respuesta al pacto Macri-Milei fue "desilusión" y "desconfianza", porque no les alcanza el antikirchnerismo como única bandera aglutinadora para una oferta electoral.