Los últimos datos del consultor Carlos Fara –encuesta en base a entrevistas telefónicas, 1.000 casos a nivel nacional– arrojan para la sumatoria de las precandidaturas presidenciales de Juntos por el Cambio una intención de voto del 35%, para las del Frente de Todos un total del 30% y para Milei un 27%, con tendencia creciente.
Por otro lado, los resultados provisorios de un sondeo nacional presencial, en proceso de elaboración, de Zuban, Córdoba y Asociados apuntan a un escenario que se acerca a tercios perfectos, con Milei arrimándose ya al umbral del 30%.
La directora de Trespuntozero, Shila Vilker, también habla de "tres tercios con un predominio de Juntos por el Cambio tan frágil que cae dentro del margen de error".
Es claro que al peronismo unificado –definición que sus responsables deberán ratificar en las próximas semanas no sin esfuerzo– le conviene que sean tres los sectores con chances de llegar a un segundo turno en noviembre. De lo contrario, si hubiera una oposición preponderando, la pobreza de los resultados económicos y sociales de la gestión de Alberto Fernández implicaría una derrota segura para el oficialismo.
Si Milei siguiera creciendo, eso sería posible porque la economía del peronismo no dejaría de deteriorarse. Si Milei siguiera creciendo, eso sería posible porque la economía del peronismo no dejaría de deteriorarse.
Cuando Cristina habló de una "elección de tercios" describió un escenario diferente al que había orientado sus cálculos cuatro años atrás, cuando en previsión de unos comicios altamente polarizados optó por fortalecer su flanco centrista sumando a quien había sido su jefe de Gabinete y de quien se había distanciado agriamente en los años precedentes.
Es público que aquella decisión –Alberto al gobierno, Cristina el poder– nunca fue del agrado de Máximo Kirchner. De esa manera, CFK terminó revelando en TV y ante una audiencia de más de un millón de personas casi una conversación de sobremesa familiar.
Según argumentó, entonces "había que asegurar la victoria del peronismo, había que agruparse. Fue una buena estrategia". "Las decisiones tienen que ser juzgadas en su contexto", se defendió, acaso de los dardos del hijo implacable. "Después… depende de la gestión", terminó por desentenderse del fracaso.
https://twitter.com/C5N/status/1659370703714500608
Si lo que prima es el contexto, cabe colegir que un panorama diferente impondría en esta ocasión un diseño también diferente. ¿Ya no hace falta un moderado al frente de la fórmula?
Un día después de las declaraciones de Cristina, Massa se montó al parco elogio que le había dedicado la vicepresidenta: el de ser un hombre que tuvo el coraje de "agarrar la papa caliente" del Ministerio de Economía. Asimismo, tensó la cuerda al máximo en una reunión del Frente Renovador, ante el que insistió con una candidatura presidencial de consenso –se entiende que la suya– y dejó abierta la pertenencia al Frente de Todos, según lo determine el congreso partidario del 10 de junio.
https://twitter.com/Editor_76/status/1659599172251664403
La noción de CFK de una "elección de tercios" que, a diferencia de 2019, hace más necesario “elevar el piso" de votos que "subir el techo" –se entiende que con el concurso de un frontman moderado– puede haber incomodado al jefe del Palacio de Hacienda. El ministro, que no se sube a ninguna candidatura porque no sabe si el agua de la pileta va a seguir demasiado fría, tampoco se baja y trabaja contrarreloj para que el Fondo Monetario Internacional (FMI) le dé lo que necesita para obtener el aval de CFK. Lo demás, la realidad, no hace más que restarle cuando la inflación mensual apunta este mes al 9%... si no más.
Milei es el hombre del momento: Todos los encumbra por presumir que sería un rival más fácil de vencer en un segundo turno; Juntos no sabe cómo bajarlo porque teme que una continuación de su crecimiento termine por relegar a Horacio Rodríguez Larreta o a Patricia Bullrich a un tercer lugar en octubre, esto es a una derrota sorprendente.
Ahora bien, si Milei siguiera creciendo sería porque la economía del peronismo no dejaría de deteriorarse. En tal caso, el ballotage podría contar a las dos fuerzas que se disputan el espacio que va de la derecha hacia la pared.
Decir esto pone bajo una nueva luz la definición de Cristina Kirchner acerca de que la prioridad pasa hoy por subir el piso del voto peronista antes que por incrementar el techo. ¿Será que la vicepresidenta está ponderando, al menos a la misma altura que el mano a mano presidencial de noviembre, la primera vuelta de octubre, en la que se definirán gobernaciones e intendencias que no hayan desdoblado sus calendarios y, sobre todo, la composición futura del Congreso? Eso explicaría por qué quienes la frecuentan describen a una mujer más pesimista sobre el futuro del peronismo que aquella que se vio el jueves en el prime time televisivo, cuando dijo que el triunfo no sería imposible si se lograra volver a enamorar a la sociedad con un modelo que ya dio frutos en el pasado. El recuerdo, valga la digresión, a veces tiene una pizca de idealización.
Letra P empezó a imaginar un auge de la ultraderecha incluso antes de que esta tuviera expresión en los sondeos. La crisis permanente, el deterioro de la calidad de vida generalizado, la caída sin fin de los sectores medios y una sensación de disolución de las normas hacían presumir que la salida, al revés de lo que suele decir la izquierda impenitente, venía en efecto por el lado opuesto. Sin embargo, las campañas electorales tienen dinámicas propias y ningún análisis debería descartar la posibilidad de que la foto del presente no represente debidamente la película del futuro.
Milei no deja de hacer apuestas fuertes; acaso demasiado fuertes.
Eligió como compañera de fórmula a una mujer como Victoria Villarruel, quien no hace más que ratificar en lo político el perfil extremista de la fórmula. De sumar votos moderados, nada. La apuesta es exclusivamente a la rabia y a esperar que sea mayoritaria.
Por otro lado, más allá del ganchero recurso del ataque a "la casta", no deja de fatigar los estudios televisivos y las tribunas de los actos públicos con referencias que nadie entiende a la dolarización, el señoreaje, el déficit cuasifiscal, los pasivos remunerados… Hasta presentó una plataforma rica en detalles que deberían alarmar a quien quiera tomarse la molestia de leerla.
En su rol de presidenciable, por momentos grita menos, sin advertir que ese no es su negocio.
Su armado, por último, ha sido notablemente débil en los comicios provinciales que se han llevado a cabo hasta el momento. Cuando se vote en agosto y en octubre a nivel nacional, con su nombre propio en las boletas, tal vez lamente haber despreciado esa faceta de la política y encuentre con dificultades para fiscalizar sus votos en los confines más alejados o más bravos de una geografía amplia y diversa.
¿Será Milei el portento que tantos y tantas presumen en agosto y en octubre? ¿Será, como imagina el peronismo, el segundo polo con el que confrontará en el ballotage? ¿O, en medio de propuestas de dolarización que amenazan con desatar una hiperinflación, la economía se deteriorará tanto que habría que pensar en una definición presidencial que enfrente a la derecha con la ultraderecha? El futuro es un albur.
La geometría conocida de la grieta no ha desaparecido, pero ha cambiado en la Argentina y la lógica de un juego de tres es absolutamente distinta al de uno que enfrenta solo a dos contendientes.
Todos y todas trazan sus escenarios, dibujos en la arena de una playa ventosa.