Tres es un número que se repite, por caso, en la interna feroz de la alianza que hoy parece contar con la mayoría de los números de la rifa: Juntos por el Cambio (JxC). Horacio Rodríguez Larreta es el precandidato que, en teoría, más votos podría aportar, pero los sondeos lo ubican cabeza a cabeza con la ultra Patricia Bullrich, con quien mantiene un enfrentamiento ya impropio de dos personas que comparten espacio.
El tercero, claro, es Mauricio Macri, quien "piensa que volvió a ganar espacio y está con ganas de revancha", según le dijo a Letra P alguien que lo frecuenta. Su prescindencia entre sus presuntos socios en el reciente almuerzo de Puerto Madero, en el que volaron las acusaciones y –casi– los platos, lo mostró, más que como un árbitro que se ubica por encima de las reyertas, como alguien que se preserva con la esperanza de encontrar espacio para hacer su propio juego: fútbol, coburbano y Netflix a las 20. Su lastre para eso es, desde ya, el recuerdo de su gestión.
Tanto Larreta como Bullrich ya dijeron que se presentarán a primarias incluso para enfrentar al expresidente. Eso está por verse, pero mucho más si los cálculos se vieran alterados por una ofensiva del Gobierno para dejar en suspenso las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO). Tal escenario, complejo pero no imposible en el Congreso, pondría a la política patas para arriba.
"El Gobierno no quiere suspender las primarias", dijo esta semana, tajante, la vocera Gabriela Cerruti. Sin embargo, el runrún persiste debido a la cancelación de las PASO locales en Salta, por la misma medida y su aparente reemplazo por una ley de lemas en San Juan y por la intención del gobierno de Catamarca de caminar por la misma vereda. Los argumentos para esas movidas recogen opiniones convergentes: las primarias fatigan a la ciudadanía al multiplicar las convocatorias a las urnas y tienen un costo económico que no se justifica por la proliferación de listas únicas, que las convierten apenas en encuestas al 100%.
Ahora bien, ¿qué sectores podrían tener un interés en que las PASO fueran suspendidas a nivel nacional? En primer lugar, el Frente de Todos, en el que el liderazgo excluyente de Cristina Fernández de Kirchner y la ausencia de figuras capaces de disputarle nada –no ya a su nombre, sino incluso su dedo– las harían inútiles. Además, el combo libertario, obsesionado por los costos económicos.
Esa extraña –eventual– alianza tendría, asimismo, un objetivo común: implosionar la interna de JxC.
El escenario de un proceso electoral sin primarias, cabe insistir, es hipotético, pero su potencial disruptivo desata tormentas de ideas en consultoras top. ¿Qué incentivo tendría, en ese escenario, Bullrich para jugarse a todo o nada en una interna con Larreta y/o Macri en la que podría pelear, pero en la que no tendría garantías? Dada la resistencia de la UCR y de Elisa Carrió a abrirle la puerta a Milei y a su previsible inclinación a jugar finalmente con el alcalde, ¿por qué, en un eventual escenario de fragmentación alla 2003, no irse con los votos considerables que tiene para sumarlos al veintipico libertario? Sin embargo, ¿no le pasaría factura romper ya no JxC, sino el PRO, el partido que preside? Esa decisión podría ser costosa para ella, pero hay que recordar que se trata de alguien acostumbrada a comportarse como un partido uninominal, que supo alejarse de su primer amor, el peronismo revolucionario, y más tarde del menemismo, el duhaldismo, la Alianza delarruista, su marca personal Unión por la Libertad y, finalmente, la Coalición Cívica.
Para Bullrich, una posibilidad sería deshidratar la intención de voto libertaria y apropiársela, pero esta resulta llamativamente resiliente en un contexto social de decepción con todo lo visto y en el que un sector significativo se tienta con lo nuevo por ser, simplemente, desconocido.
En el panperonismo prima la idea de que no hay posibilidad de triunfo fuera de la casa común. Ahora bien, si los avatares de la economía reforzaran la semicerteza de derrota que tienen allí muchos y muchas, ¿habría también interés en compartir destino en el llano?
Si tocara, entonces, caminar sin zapatos en ese terreno pedregoso, ¿por qué el cristinismo-camporismo debería compartir la escasez con gente que, a la hora de los votos, suma poco? ¿Querría seguir atado a ese destino el peronismo de las provincias?
Alberto Fernández es, sin sorpresa, un personaje ausente en estas elucubraciones. Para él, es cosa de meses o acaso de semanas reparar en que la narrativa que le queda es la de haber sido un garante estoico de la unidad del peronismo, un presidente que evitó que la pandemia dejara a argentinos y argentinas sin atención sanitaria ni vacunas y, en lo económico, destruyera el tejido productivo. Por lo demás, no será mucho lo que pueda exhibir con orgullo.
Resta tratar el caso de Sergio Massa, quien no dice toda la verdad cuando juega con la idea de que no apunta a 2023, sino a 2027; será lo que se pueda, lo antes que resulte posible.
El desembarco en Normandía para tomar el Palacio de Hacienda fue planeado largamente como el revulsivo capaz de sacudir encuestas que durante demasiado tiempo dejaron de darle esperanzas. Ahora, sin embargo, toca la gestión y, en la coyuntura delicada que atraviesa el país, esta le depara solo dos platos: pollo o choique.
Su paso por Estados Unidos es, claro, el del ministro de Economía de un país necesitado de apoyo. Sin embargo, por su masividad –un virtual traslado del Ministerio de Economía a Washington– es también el road show de un presidenciable que encontró en el embajador Jorge Argüello un magnífico abrepuertas allí donde sus recursos no alcanzan. Si el ministro tiene amigos en la derecha republicana o, más precisamente, en el ala más derechista de ese partido, el diplomático le ha franqueado el acceso a los despachos demócratas más importantes en la relación con la Argentina. Juntos en todas las fotos, lucen casi como un presidente y su canciller.
Pasando la gorra con su imagen plena de energía y ambición, Massa recuperó, al ratificar las metas con el FMI, destrabar los créditos del BID y avanzar en líneas con el Banco Mundial, un colchón de unos 11.000 millones de dólares para las reservas de ahora a las elecciones. No es poco para la emergencia y a fin de recobrar para el peronismo el aura de partido de la gobernabilidad. Su drama, con todo, es que eso no está asegurado y que Juan González, principal asesor del presidente demócrata para América Latina; Jake Sullivan, consejero de Seguridad Nacional; Mike Pyle, sherpa de Biden en el G20 y el G7; David Lipton, número dos del Tesoro; el trumpista Mauricio Claver-Carone y la mismísima Kristalina Georgieva, entre tantos y tantas más, no votan en Argentina.
Aquí lo hacen quienes viven de un salario, sobre todo la clase media empobrecida, a la que siempre le ha hablado el "Señor de los Alivios" y que hoy ve cómo el ajuste se lleva otro pedazo de lo poco que queda de sus ingresos, tal como lo ratificaron los números de julio del RIPTE.
Con magnicidios fallidos y una gobernabilidad en el aire y con PASO o sin ellas, la política gira en el aire. ¿Habrá finalmente té para dos, para tres o para una gran cantidad de candidaturas de baja estatura?