NUEVO MAPA POLÍTICO

Desafío opositor en la era Javier Milei: cómo renovarse y no morir en el intento

Varada en la resistencia con aguante y en el intercambio de facturas, no reacciona frente a un contexto inédito. El espejo retrovisor todavía manda.

"Están pasando demasiadas cosas raras para que todo pueda seguir tan normal", cantaba Charly García en Bancate ese defecto mucho antes de la irrupción de Javier Milei en la política argentina, que baila al ritmo del singularísimo líder ultraderechista.

En este escenario novedoso, la oposición sigue groggy: mientras continúe pivoteando entre la resistencia con aguante y el yo te avisé, pero vos no me escuchaste, más le allanará el camino al Presidente en su inédita cruzada anarcocapitalista. Tanto, que hay coincidencia en que lo que más golpea al jefe de Estado, hasta ahora, son sus propios errores, como el de aumentarse su propio sueldo o el de proponer para al cuestionado juez Ariel Lijo para la Corte Suprema; hechos que pegan en el clivaje en el que se apalancó la campaña y gran parte de su gestión: ir contra la casta.

Además de no erosionar al Gobierno, la resistencia o el señalamiento de culpables por parte de la oposición provoca un daño mayor: demora la conformación de una alternativa con cierta inventiva y poder de seducción.

Los referentes y la militancia del gobierno anterior insisten en argumentar que muchas de las medidas tomadas oportunamente correspondían a lo mejor que se podía hacer en ese contexto desfavorable y en que, en todo caso, la falta de valoración por parte del electorado obedeció a la incomprensión lógica por no haberlas sabido explicar adecuadamente. Para sostener esa argumentación, difunden, como sucedió también con el excandidato derrotado Daniel Scioli, las escenas del debate donde advertían los pesares que sobrevendrían en los gobiernos de los finalmente triunfadores. Aunque cierto en la mayoría de los casos, no parece atinado refregárselo a votantes que tomaron una decisión motivados por un conjunto de razones y fundamentalmente sentimientos que no se pueden reducir a un puñado de argumentaciones. Demasiado tarde para lágrimas.

Massa Milei debate presidencial
Sergio Massa y Javier Milei en el debate previo al ballotage del año pasado.

Sergio Massa y Javier Milei en el debate previo al ballotage del año pasado.

Cambia, todo cambia con Javier Milei

Se ha dicho que el mundo está cambiando más rápido que los conceptos y teorías que creamos para entenderlo; que usamos categorías de análisis viejas y que nos desenvolvemos en instituciones anacrónicas que nos desacoplan de las nuevas formas de convivencia y nos deslizan hacia distorsiones y desajustes cada vez mayores. Tanto, que nos encontramos habitando espacios tan disímiles que nos cuesta encontrar puntos de contacto. Una pintura propicia para que, cuando irrumpen diversos acontecimientos, quedemos perplejos.

La falta de innovación y hasta cierta indiferencia frente al agravamiento sostenido de los principales indicadores sociales resultan la evidencia más contundente de esa incomprensión; de la inviabilidad de los mundos paralelos en donde se desconoce al otro y donde falta comprensión del contexto.

Cuando se opera desde instituciones con poca flexibilidad y capacidad de adaptación, cruje el acople entre lo político y lo social. Es una serie de factores que, lejos de ser inocuos, van consolidando un sustrato de bronca, inconformismo e incertidumbre de impredecibles consecuencias. Algunas estamos viendo ahora con mayor claridad y contundencia. Ahí están, otra vez, los sorprendidos donde no hay sorpresas.

Congreso Nacional PJ
¿Arranca o no arranca? El peronismo sigue patinando en el barro de sus internas.

¿Arranca o no arranca? El peronismo sigue patinando en el barro de sus internas.

El triunfo de Milei, pero sobre todo las características de la demanda social que motivó la expresión en las urnas y el paradójico apoyo a decisiones poco agradables y, al menos a priori, claramente desfavorables aun para los propios votantes, dejan al resto de la dirigencia política no oficialista en la necesidad de pensar lo nuevo o, directamente, pensar de nuevo.

Si toda derrota electoral requiere de autocrítica como pasó inicial para la necesaria renovación, la sufrida ante Javier Milei y las características de sus primeros pasos desde el Gobierno la convierten en imprescindible. Más: en esta oportunidad tal vez no alcance con ser profunda, sino que deba ser distinta, en cierto modo disruptiva. Puede que aún sea demasiado pronto, pero no es lo que estaría pasando. Por el contrario, volvemos a escuchar repetidas excusas. Basta un ejemplo clásico:

“No supimos transmitir el esfuerzo que hicimos para revertir condiciones adversas”.

Por ahora son estas y otras explicaciones similares las que se escuchan en boca de la oposición, como si las argumentaciones fueran más importantes que el intento de entender el contexto. O depositar una vez más el problema en la comunicación, entendiéndola como dimensión separada y supeditada a la decisión política. Algo así como intentar bajarle el precio a los errores cometidos. “Nos faltó comunicar mejor”.

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Máximo Kirchner, diputado de Unión por la Patria.

Máximo Kirchner, diputado de Unión por la Patria.

Pensamiento mágico

Las primeras reacciones no parecen alentadoras. “Esto no va a durar”, “está loco”, “la gente no va a aguantar” y tantas otras cuestiones que se inscriben en el marco de la negación, la resistencia y lo refractario. Más de los mismo. Resistencia en loop. Falta de ideas. Las encuestas muestran que, pese a sentirse perjudicada por las medidas de Milei, una importante porción de la sociedad sostiene su apoyo al Presidente, en gran medida, porque no quiere mirar para atrás.

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Claro que circulan análisis con autocrítica de por qué se llegó a esta situación. Muchos y muy lúcidos y asertivos. Que el Estado no estaba tan presente, que los servicios y derechos no eran tan inclusivos, que los privilegios hacían contraste con los padecimientos o que las condiciones estructurales desmejoraban más allá de los gobiernos de turno. Que las reformas, como las laborales, eran tabú y tantos otros desvíos o asignaturas pendientes. Ese cultivo de la bronca generalizada no solo se expresó en las urnas, sino que, al menos por ahora, banca ajustes sin precedentes.

Es cierto que no ayuda quemar etapas y mucho menos actuar en caliente. Por caso, el peronismo está, como describió Juan Rezzano en un artículo reciente, en modo pase de facturas a cielo abierto. Aun así, no se perciben ni siquiera atisbos de rebelión contra las propias prácticas que provocan hastío. El equivocado es el otro. Hay algunos amagues tan obvios como clásicos: recambio generacional, reversión en la presencia de género, uso de nuevas (y no tanto) herramientas tecnológicas y giros estéticos, exploración sobre otras formas de comunicar, reconfiguración de espacios políticos y poco más. Todas, cuestiones tal vez necesarias pero insuficientes.

Razones y sentimientos

La resistencia nubla la imaginación y la negación bloquea las propuestas.Y se repite una promesa: escuchar más. Hay que decir que, aun suponiendo que esa intención refleje un interés genuino y no sea parte de una simulación estratégica, debe implicar la disposición a abandonar prejuicios y actuar en consecuencia.

Las herramientas de escucha están a disposición desde hace muchos años y, de hecho, se usaron en abundancia durante la campaña y también desde los gobiernos, pero, en cambio, no siempre hubo predisposición a comprender el mensaje de la opinión pública y aceptar que no se trata de imponer los argumentos propios, sino de entender el contexto y tener disposción a aceptar no tener razón. Para decirlo brutalmente, no se trata de tener razón, sino de comprender.

Embed - MALENA GALMARINI en DURO DE DOMAR

Así como muchos creían imposible que Milei llegara a la Casa Rosada, ahora asimilan que pueda ir encontrando un rumbo y que, pese a las enormes dificultades y falencias, finalmente se asiente en el poder. Si gana tiempo es, en gran medida, porque el paisaje que se ve por el espejo retrovisor es menos seductor que lo que se imagina puede haber después de atravesar el desierto, aunque por ahora sea tan solo una ilusión. Si se asienta en el poder, obligará a la oposición a abandonar el pensamiento mágico y ver cómo se convierte en una opción atractiva en lugar de esperar a que la gente advierta que estaba equivocada.

Sobre todo, debe estar dispuesta a aceptar que, si están pasando demasiadas cosas raras, no puede seguir tan normal. Menos aun, pedirles a los demás que se banquen ese defecto.

Daniel Scioli con Javier Milei y su excompañero de andanzas bonaerenses Guillermo Francos.
Agustín Rossi y Jorge Capitanich, en 2013: hace 11 años eran ministro de Defensa y jefe de Gabinete de la segunda presidencia de CFK.

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