El peronismo se lame las heridas en público, sin pudor. Este jueves fue el turno de Martín Guzmán con un manifiesto autorreivindicatorio en el que le revoleó la pobreza a Sergio Massa. Al día siguiente, en la función de viernes santo del ciclo Peronismo de saldo, entre el hambre y las ganas de comer, la rompieron Daniel Scioli y Malena Galmarini.
Pintado hasta el cuello de violeta libertario, el exgobernador bonaerense hace más de lo que le piden. En medio del empobrecimiento de las mayorías populares que el peronismo suele jactarse de cuidar, el secretario de Turismo celebró "el boom de Semana Santa".
No conforme con eso, hiperventilado con los aires de la revolución ultraderechista, dijo que el subidón turístico "es fruto de la política de cielos abiertos, mayor desregulación y competitividad aerocomercial que impulsó el Presidente @JMilei, el programa #CuotaSimple que coordinamos con los Secretarios de Industria y Comercio, el compromiso de cuidar a los turistas que firmamos con la Secretaría de Defensa al Consumidor y todo el trabajo que realizamos con el Ministro @GAFrancosOk y el equipo de la Subsecretaría de Turismo".
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¿En qué te han convertido, Daniel?
Algo así se preguntó Galmarini en un diálogo tuitero bien al estilo de estos tiempos de conversaciones digitales, como la que completó Guzmán por esa red social para responderle a Wado de Pedro por una metáfora jeroglífica que había ensayado en la gelatina del streaming.
"Ay, Naniel…", le dedicó una burla la expresidenta de AySA y lo condenó por "cómplice" del "brutal ajuste" que aplica el gobierno del que Naniel se hizo miembro, primero, y fan con el correr de los tres meses y 19 días que lleva la ultraderecha en la Casa Rosada.
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Unidos y fracasados
Aunque la pelea parezca no tener retorno y, además, venga cocinándose desde hace años, Malena y Naniel tienen algo en común: los une el hilo rojo del fracaso.
En 2023, Scioli jugó al fleje con su precandidatura presidencial contra la corriente del entonces Frente de Todos. Estuvo a punto de forzar una interna con el también fallido De Pedro, pero optó finalmente por meter violín en bolsa. Ni él ni Wado: el candidato de Unión por la Patria, camuflaje del todismo piantavotos, fue su enemigo íntimo número uno, Sergio Massa, de quien terminó siendo, en una pirueta para la tribuna, asesor ad honorem. Buches de soda cáusitca tuvo que hacer el exvicepresidente para tragar semejante sapo.
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Sergio Massa y Daniel Scioli.
Galmarini perdió a lo grande la interna de pueblo chico que terminó siendo un gran infierno para ella. Se le paró de manos en Tigre al intendente Julio Zamora. Jugó con los fierros de la campaña nacional (Massa encabezó varios actos en la Miami argentina en su doble rol de ministro-candidato, uno de ellos para presentar la SUBE fluvial). Perdió. No la intendencia, las PASO. Inédito.
Resiliente, con los pergaminos de su derrota bajo el brazo, pidió para sí el control de la campaña presidencial de UP: Massa había salido tercero en las primarias y había que dar un golpe de timón, decía: más Massa era la consigna. El hincha de Tigre también perdió, una caída de la que no consigue levantarse.
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Sergio Massa y Malena Galmarini. PASO 2023, interan upeísta en Tigre.
La devaluación del massismo, que gobernó el gobierno de Alberto Fernández durante el boom inflacionario 2022-2023, padre del borrego libertario que hoy condena Galmarini, se notó en el último congreso del Frente Renovador: con Massa corrido a un costado, asumió la conducción formal de la fuerza Diego Giuliano, solo conocido por Dios.
Letra P recomienda no dejar de prestarle atención al culebrón del peronismo de saldo: promete seguir siendo desopilante, si no fuera para llorrar.