CINCO MINUTOS, CINCO AÑOS

Todos por el gas: el nombre de Kirchner obra otro milagro de unidad

Fernández, Guzmán, Kicillof y la tropa cristinista de Energía asistirán en Neuquén al inicio de la construcción de un gasoducto clave para el futuro económico.

Primero fue la presentación de un IFE bonsái para paliar los efectos de la disparada inflacionaria sobre las capas más vulnerables de la población, un reclamo social y electoral que el cristinismo ya hacía sonar a los gritos. Este jueves, en Neuquén, será el lanzamiento de las obras del gasoducto Néstor Kirchner, una vieja necesidad que permitirá, con su construcción en dos etapas, el aprovechamiento del gas de Vaca Muerta y un ahorro de dólares fundamental para la maltrecha economía nacional. El Frente de Todos encuentra en la gestión el milagro de la unidad que le resulta tan elusivo en lo programático y en el modo de manejar el poder. Todos por el gas.

 

Al acto, que tendrá lugar al mediodía, acudirán el presidente Alberto Fernández, el gobernador local,  Omar Gutiérrez, y el bonaerense Axel Kicillof. Junto a ellos estarán el jefe de Gabinete,  Juan Manzur, y la plana mayor del “gabinete energético”, de fuerte impronta cristinista: el presidente de YPF, Pablo González; el secretario de Energía, Darío Martínez, y el mayor dolor de cabeza de Martín Guzmán, el eternamente rebelde subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo. El ministro de Economía participará por videoconferencia desde Washington, donde asiste a la Asamblea de Primavera (boreal) del Fondo Monetario Internacional (FMI). Todas las tribus de Todos.

 

El nombre del ducto también resulta unificador, pero, más allá de ese dato simbólico, lo que importa es su impacto sobre una economía que ya no puede darse el lujo de seguir dilapidando la enésima oportunidad de desarrollo que le regaló la naturaleza: el gas no convencional de Vaca Muerta.

 

El acto se realizará en el área Loma Campana, donde comenzó el desarrollo de la cuenca en virtud del acuerdo alcanzado en el segundo gobierno de Cristina Kirchner con la petrolera Chevron. Se dará también a diez años de la estatización de YPF.

 

Pensando más en un plazo de cinco años que en la intratable urgencia de los próximos cinco minutos, el Gobierno se entusiasma al afirmar que se tratará de la mayor obra energética en 40 años. Demandará una inversión de 1.500 millones de dólares en la primera dos etapas para tender un ducto de 558 kilómetros que dentro de un año debería unir la localidad neuquina de Tratayén con Salliqueló, en el oeste bonaerense, y más adelante con San Jerónimo, en el sur de Santa Fe. Ello permitirá transportar 24 millones de metros cúbicos de gas natural por día hacia la zona central, la de mayor consumo, una cifra que impacta cuando se tiene en cuenta que, para cerrar la ecuación energética en el invierno difícil que se avecina, el Gobierno logró hace poco que el presidente boliviano, Luis Arce, confirmara el despacho de 14 millones cada jornada de frío.

 

Inicialmente, el futuro gasoducto permitirá reducir o poner término a la importación de gas natural licuado (GNL), un insumo carísimo que saltó de los ocho dólares por millón de BTU pagados el año pasado a entre 30 y 40 dólares en el contexto de la guerra en Ucrania. El producto resulta de un un proceso oneroso que implica extraerlo en origen, enfriarlo para convertirlo en líquido y envasarlo en garrafas, transportarlo en barco hasta nuestro país, regasificarlo a bordo y, finalmente, inyectarlo en los gasoductos que abastecen al área metropolitana. Por la suba del precio y el aumento del consumo derivado de la reactivación de la economía, el déficit energético ascendería este año a 6.000 millones de dólares que se llevará buena parte de lo que el Banco Central necesitaría atesorar para fortalecer las reservas y reducir las expectativas de devaluación del tipo de cambio oficial.

 

Una vez finalizado, el gasoducto permitiría a la Argentina convertirse en un país exportador en la región –a Brasil y Chile– y hasta al resto del mundo vía GNL, lo que, además de ahorrar divisas por importaciones, generaría nuevas.

 

Las políticas erráticas de los sucesivos gobiernos en lo que refiere a Vaca Muerta –donde duerme la segunda reserva mundial de gas y la cuarta de petróleo no convencionales del mundo– han dado lugar a efectos curiosos, por no utilizar adjetivos más ofensivos. La Argentina importa gas de Bolivia y GNL por barco mientras se olvida de lo que tiene a raudales en Vaca Muerta. Al no tener transporte hasta la región central, el gas propio se subexplota y lo que se extrae se termina exportando a Chile, todo con un saldo de precios ruinoso.

 

Según le dijo a Letra P el consultor Nicolás Arceo, director de la consultora Economía y Energía, "si se pusiera en producción la mitad del potencial de Vaca Muerta, la Argentina podría exportar hidrocarburos, en un plazo mínimo de cinco años y uno máximo de diez, una cifra equivalente en hasta dos complejos sojeros de la actualidad”. ¿Será que hay futuro, carajo?

 

Para eso, tomando como referencia un barril de petróleo de Brent de 100 dólares, harían falta en ese período inversiones de 10.000 millones de dólares por año en extracción y otros 2.000 millones en infraestructura. Dado eso, el país podría exportar unos 35.000 millones de dólares anuales de petróleo y gas hacia 2027, lo que pondría fin al cepo cambiario, producto de la pérdida del autoabastecimiento energético en tiempos de Cristina Kirchner. Con eso, también tocaría el final del drama de las reservas escuálidas, de las restricciones para importar insumos necesarios para la producción industrial, parte del déficit fiscal y hasta el carácter impagable de la deuda nacional, incluido el tramo conflictivo con el FMI.

 

La construcción del gasoducto Néstor Kirchner abrirá un nuevo escenario, que le permitirá al Gobierno abrir una nueva ronda del Plan Gas.Ar, con incentivos para inversiones en petróleo y gas, algo que requerirá alguna forma de exclusión para las compañías interesadas de los rigores de un cepo cambiario que resulta más eficaz para frenar el ingreso de dólares que para detener su salida. Eso ha sido, pasada la negociación con el Fondo, la obsesión de Guzmán.

 

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