NOVENA SECCIÓN

Es la economía, Alberto

Kicillof no rompe, pero advierte: se necesita un rápido y contundente giro en el plan económico. Domínguez, en la mira. Microunidad en el caos con Máximo K.

¿Por qué Axel Kicillof decidió esta semana dejar de lado su estrategia de equilibrista en la interna del Frente de Todos (FdT) y abrazarse sonriente con Máximo Kirchner, su enemigo interno? ¿Qué razones lo llevaron a lanzar un gesto tan claro en la marcha del Día de la Memoria? ¿A quién o a quiénes dentro del oficialismo estuvo dirigido el mensaje político del gobernador?

 

Las preguntas quedaron instaladas desde el jueves pasado, cuando Kicillof sorprendió con una señal contundente en el marco de la movilización para recordar el 46 aniversario del golpe de Estado de 1976: se sumó a la cabecera de la columna de La Cámpora y se puso hombro a hombro con Kirchner, que lo abrazó sonriente, en uno de los días de mayor tensión en la guerra interna de la coalición gobernante.

 

Antes, compartió un acto con la titular de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, donde lanzó un dardo envenenado al asegurar que el Frente de Todos “no necesita” a quienes “no les interesa pelearse con nadie”.

 

El despliegue de mensajes políticos que hizo Kicillof el 24 de marzo plantó dudas con respecto a la continuidad de la línea que eligió para esquivar las esquirlas del enfrentamiento abierto entre la vicepresidenta Cristina Fernández y Alberto Fernández. En las últimas semanas, el gobernador había hecho gala de sus dotes de equilibrista al mostrarse alineado al kirchnerismo en la polémica por el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) pero sin descuidar nunca el vínculo con el Presidente, con quien necesita mantener sintonía política para asegurarse el flujo continuo de fondos y asistencia de la Casa Rosada.

 

Las primeras y apuradas hipótesis daban cuenta de un giro en la estrategia política de Kicillof, de un endurecimiento de su papel en la interna y de un nuevo tiempo en el que el gobernador se mostraría más beligerante con Alberto Fernández, a quien, se sospecha, dirigió esa frase crítica sobre “los que no quieren pelearse con nadie”. Incluso, se habló de una suerte de “armisticio” en su pulseada política con Kirchner.

 

Quienes integran el círculo más cercano a Kicillof sugieren buscar otras claves de interpretación de los gestos del 24 de marzo y aquella foto sonriente y abrazado al líder de La Cámpora.

 

El gobernador está convencido de que, más que intentar cerrar una grieta política que parece insalvable, el gobierno nacional debe hacer un rápido y contundente giro en el plan económico que le permita al Frente de Todos llegar con chances electorales a 2023. Con los indicadores actuales de inflación y la suba descontrolada del precio de los alimentos, la posibilidad de conseguir una victoria en las urnas el año próximo aparece como una quimera.

 

“Es la economía, Alberto”, parece decir Kicillof parafraseando al expresidente norteamericano Bill Clinton en su carrera hacia la Casa Blanca de 1992.

 

Aunque no hará ningún movimiento que implique sacar los pies del plato ni tensar su vínculo con AF, Kicillof apunta a parte del staff del equipo económico del gobierno central, en línea con la mirada de CFK. El ministro de Agricultura, Julián Domínguez, es quien parece estar ahora en el centro de la mira del mandatario bonaerense.

 

Como la vicepresidenta, Kicillof cree que Domínguez es uno de los que están obstaculizando la idea de avanzar en un aumento de la presión impositiva sobre el campo, en abierto enfrentamiento con la mirada que planteó en los últimos días el secretario de Comercio, Roberto Felleti.

 

Domínguez, que este viernes se mostró con el radical correntino Gustavo Valdés y productores de esa provincia, llamó la semana pasada a “no matar a la gallina de los huevos de oro”, en referencia a los sectores agroexportadores.

 

Con gestos y señales como la del jueves pasado, Kicillof saldrá a jugar fuerte en esta interna, con la misma postura que su jefa política: el Gobierno debe aumentar las retenciones a las exportaciones para sostener los precios internos, más allá de las consecuencias que puedan tener esas medidas, y Julián Domínguez aparece como la figura apuntada.

 

¿Significa esto un camino de ruptura en la relación con la Casa Rosada y el albertismo? “Para nada”, subrayan cerca del gobernador. Kicillof no esquivará, como no viene haciéndolo, ninguna posibilidad de compartir actos con Alberto Fernández cada vez que se presente la oportunidad. La semana próxima, por caso, volverá a mostrarse con él.

 

¿Habrá un armisticio con Máximo Kirchner? ¿Dejarán atrás su sorda pulseada interna? Tampoco. Lo del jueves, apuntan en La Plata, puede ser leído como un gesto de “microunidad” en medio de las turbulencias del FdT. “¿Dónde íbamos a estar el 24 de marzo si no ahí, marchando en la calle?”, dicen en el entorno de Kicillof.

 

Guilllermo Cornaglia. Hasta diciembre fue senador por Belgrano.
Rosario Romero, intendenta de Paraná.

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