Hablar de errores de comunicación no significa en absoluto pontificar que el contenido de lo dispuesto sea injustificado. El país atraviesa un momento crítico y nadie –casi nadie, en rigor– desea que los hospitales empiecen a aplicar los preparativos de triage –"este recibe cama y auxilio respiratorio, este no"– que ya afinan.
Sin embargo, una cosa son las motivaciones íntimas y otra, los efectos políticos de las acciones, por lo que, dado ese déjà vu, no es descartable que una mayoría de argentinos y argentinas angustiados vuelva a mirarlo con mejores ojos. Esa posibilidad se refuerza por el hecho de que la oposición sigue regurgitando su reacción y corre el riesgo de ser vista como oportunista y radical en un momento de emergencia nacional sin precedentes.
La presidenta del PRO, Patricia Bullrich, no dejó pasar un minuto para buscar las cámaras de los canales de noticias que fogoneaban cacerolazos que, pese a los esfuerzos, no pasaron del nicho de siempre.
En ese contexto, varios de los gobernadores de Juntos por el Cambio siguen siendo halcones celosos de las autonomías provinciales en la mesa de dicha alianza, pero se muestran como canarios amarillos, unitarios y friolentos que, cuando les toca gestionar la emergencia, le piden acciones al poder central. Atención: las corrientes de aire muy altas son propicias para aquellas aves rapaces, pero no para las frágiles.
Si la osadía le jugará a favor al Presidente o si, al revés, en esta ocasión el hartazgo por los cuidados vencerá al temor, solo se sabrá cuando pase el ruido extremo de estas horas. Ante ese escenario incierto y políticamente peligroso, el Presidente apostó por reafirmar su autoridad.
Si en algo acertó el mandatario es que la situación es desesperante por la velocidad de los contagios y el virtual colapso de los hospitales y las clínicas privadas del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) y otras partes del país. En lo demás, en buena medida, falló.
El clima era tenso este jueves en la Casa Rosada. Lo más obvio es que el cierre de las escuelas en el AMBA dejó al ministro de Educación, Nicolás Trotta, envuelto en versiones de renuncia, toda vez que apenas horas antes del anuncio presidencial había defendido lo opuesto con ardor.
Otra herida por el juego inconsulto del Presidente es la ministra de Salud, Carla Vizzotti, quien, también el miércoles, hizo una pausa en su obsesiva búsqueda de vacunas para recomendarle a la ciudadanía que haga "lo mínimo indispensable: salir a trabajar y llevar a los chicos a la escuela".
Martín Guzmán, en tanto, se enteró del anuncio en Europa, mientras viajaba de Italia a España en su búsqueda de apoyo para renegociar las deudas con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Club de París. La nueva anormalidad, se supo este jueves, incluye menos actividad –cierre de grandes centros comerciales en el AMBA– y más gasto –REPRO para actividades afectadas y bono especial de 15 mil pesos en la Asignación Universal por Hijo (AUH), por embarazo, asignaciones familiares y categorías A y B del Monotributo–.
Según supo Letra P, la eventualidad de esas erogaciones se discutió la semana pasada en el gabinete económico, donde se barajó en general la idea de que una reasignación de partidas le permitiría al ministro de Economía mantener el corazón fiscal del Presupuesto. El detalle, claro, es otra cosa y más todavía el curso previsible: la pandemia arrecia, los cierres van in crescendo y la cuenta de los gastos crecerá. La emergencia, con todo, podría ser una justificación razonable –igual que el año pasado– para que Guzmán no se ate a la idea de que una desnaturalización de su plan económico signifique su partida.
Trotta, Vizzotti, Guzmán… ¿dónde queda parado el coordinador de todos ellos, el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero? Ese es, sin dudas, otro de los incómodos del día.
El presidente cometió cuatro errores, inexplicables en un mensaje grabado, que pudo haber leído en papel o en teleprompter. Uno, el modo en que presentó el cierre de escuelas cuando todo el discurso oficial inmediatamente previo al anuncio indicaba que estas no son lugares de contagio. Dos, haber atribuido "relajamiento" al "sistema de salud" por haberse dado recientemente a la atención de otras patologías, algo inevitable dado el atraso que sufrieron pacientes con problemas severos el año pasado, pero que llenó las terapias intensivas. Tres, haber mencionado, sin necesidad, a las Fuerzas Armadas. Y cuatro, el uso de fuerzas federales para imponer las restricciones a la circulación nocturna en el AMBA. Entre estos se mezclan errores de comunicación y de concepto.
Si la segunda ola es lo que es, colegios en los que cada vez más docentes y alumnos se contagian son una fuente de preocupación en familias que reciben a esos afectados y que en muchos casos tienen miembros con comorbilidades que los hacen vulnerables al virus SARS-CoV-2 y sus impredecibles mutaciones. Ese punto debió ser explicado y no lo fue.
Asimismo, es claro que Fernández no culpó a los médicos por haber recibido a pacientes con cáncer, problemas coronarios u otros. Sin embargo, fue un gol en contra haber hablado de "relajamiento", algo que molestó a muchos de quienes ponen el cuerpo cada día desde hace un año en una situación en la que no hay triunfo posible. Si lo hubiese evitado, no habría necesitado este jueves salir a aclarar.
La mención al rol de los militares como soporte de los esfuerzos sanitarios resultó innecesaria: era una fija que iba a irritar a las almas sensibles del liberalismo, tanto conservador como progresista, y del libertarismo bolsonarista, este más oportunista. El propio presidente de Brasil no se privó de atacar al gobierno argentino en Twitter, atribuyéndole falsamente la intención de reprimir a los violadores de la veda nocturna con tropas en las calles, lo que forzó al ministro de Defensa, Agustín Rossi, a desmentirlo y a dar una serie de aclaraciones que se pudo haber evitado.
Por último, el despliegue de la Policía Federal, la Gendarmería, la Prefectura y la Policía de Seguridad Aeroportuaria en las calles de la Ciudad y del Gran Buenos Aires es más que espinoso. Implica una intromisión del poder central en la seguridad de distritos que gozan de autonomía sin más que un DNU que la justifique. Axel Kicillof, claro, apoyará la medida, pero esta es ácido puro para un Rodríguez Larreta que esta vez no dejará pasar la ocasión de demostrarle a su ala yihadista que no es un tibio.
Más allá del juego individual del experto en comunicación que Fernández cree ser, la actitud del gobernador bonaerense también irrita a los incondicionales del Presidente. Según estos, el ministro y el viceministro de Salud de la Provincia, Daniel Gollan y Nicolás Kreplak, son los encargados de atizar cada día la idea de un territorio en llamas, sin que Kicillof tome ninguna de las medidas que justificaría semejante emergencia. "Axel los manda a hablar y se sienta a esperar que los costos los pague Alberto", rezongan.
La Argentina se llenó de sombras.