Coco Channel impuso el concepto de que la ausencia de color y de accesorios denota elegancia y que la mujer debe verse antes que su vestido. Bajo esas reglas volvió María Eugenia Vidal: de negro, sin bijou, pelo largo y peinada apenas con un brushing angelical aunque con las uñas pintadas de rojo, ni cortas ni largas. Sentada sobre un sillón blanco en un escenario dominado por el color madera claro, casi nude, resaltó su presencia y lo que dijo y quiso decir delante de una pantalla que acompañó con imágenes cada una de sus palabras. En todas las fotos se la vio sola, en actitud de trabajo o escucha o abrazada por anónimos agradecidos y felices, “la gente” y “los bonaerenses”.
La tendencia impone el makeup no makeup, es decir, un maquillaje que no parece pero se usa. Fue el look Vidal para mostrar a la chica “normal” que no quiso encandilarse con las mieles del poder y que tras dejar la gobernación volvió a vivir a la casa de sus padres, la que dejó al crecer e “independizarse”. Ella misma usó la comparación para la política. “Me di cuenta de que había vuelto a ser María Eugenia”, “logré seguir siendo fiel a mí misma”, escribió y lo reforzó en el prólogo su propio psicólogo, José Abadi, autorizado a romper un secreto profesional. Abadi describió su “tabla de valores e ideales”, su “dolor” y su “angustia ante la idea de que la gente que confió en ella y la eligió pueda sentirla ajena a sus sufrimientos”. La liberó de sus autorreproches y elogió su capacidad para timonear con equilibrio las dificultades de la gestión y hasta el costo que pagó, su divorcio y el tiempo que quitó a sus hijos. El relato tiene final feliz: la vida la recompensó con un nuevo amor, Enrique Sacco, a quien en Instagram le dedicó con palabras amorosas el primer ejemplar del libro.
En “Mi Camino” hay todo una capítulo dedicado a su mayor equivocación (además de la negociación del conflicto docente, un dato no menor), como fue no haber alzado la voz dentro del Gobierno de Cambiemos cuando Mauricio Macri erró las políticas económicas. La pérdida de crédito del expresidente, lo dice textualmente en la página 157, derramó sobre su gestión. Separarse de él le fue difícil, lo narró detalladamente, a diferencia de lo que le ocurrió con su amigo Horacio Rodríguez Larreta, que “entendió” y compartió su crecimiento político.
Aunque con sus buenos modos, cada detalle en el regreso de María Eugenia Vidal apuntó a mostrarla en contraposición a Macri y al ala dura del PRO, pero a diferenciarla del sistema político y recuperar la imagen de mujer que trabaja, madre y política experimentada que reflexiona y no se enoja, que puede dialogar con los distintos y cambiar cuando se equivoca. En resumen, una mujer común capaz de entender a “la gente” y dispuesta a trabajar para resolver sus problemas.
Está claro que Vidal volvió al camino electoral. Siempre políticamente correcta, se negó a responder qué hará este 2021. Los 27.000 contagios por COVID anunciados el día anterior justificaron que esquivara una definición y el Presidente aún no había hecho los nuevos anuncios.
Única protagonista de la escena en la Usina del Arte, tenía planeado invitados jóvenes y no un desfile de diputados, senadores, gobernadores y exgabinetes como ocurrió con el "Primer Tiempo" de Macri. Finalmente, solo hubo íntimos detrás de cámaras y no tuvo que explicar que no hubiera figuras que compitieran, ni mensajes como los que alternó el expresidente con la entrevista pública que le hizo su exministro Pablo Avelluto. En la Usina, todo fue una oda a Vidal pero sin los elogios de figuras como el escritor Mario Vargas Llosas, el cineasta Juan José Campanella o la española Pilar Rahola, que ensalzaron reiterativamente al expresidente.
Vidal fue su propio mensaje. “Cuando fui electa gobernadora me di cuenta de que tenía que tomar las decisiones sola”, describió su propia transformación. Y recordó sus circunstancias: ella versus un viejo sistema con vicios y sindicalistas de la talla de Roberto Baradel y el Pata Medina. Fue ella contra las mafias, la que pasó de “Heidi” a “Leona” y usó los sobrenombres despectivos a su favor.
Sin embargo, no es cierto que haya estado sola en ese libro de regreso. Detrás de su estrategia está Federico Salvai, su exjefe de Gabinete y jefe de tres campañas (de las que sólo perdió una, la última) y Papón Ricciarelli, un publicista y creativo que empezó su carrera nada menos que con David Ratto, el hombre que en el ‘83 hizo la campaña que llevó a Raúl Alfonsín a presidente de la Nación. El libro tiene la pluma de Florencia Grieco y Federico Suárez, la voz de los discursos de gestión y los aportes de otros colaboradores como Hernán Stella.
Acorde a las luchas feministas, recordó que nadie creía que una mujer pudiera ser gobernadora e hizo autocrítica por la falta de paridad en su gabinete. La elección de la entrevistadora, la periodista Eleonora Cole, tuvo el objetivo de mostrar su intención de “reparación”. Además de que la sencillez, precisión y ausencia de palabras empalagosas le aportó el tono justo para que solo se viera a Vidal.
Cada palabra estuvo debatida y pensada por Vidal y su equipo. Por eso, el arranque fue para los propios después de meses sin hablar en público. Por eso, cuestionó la impunidad política e hizo suyo el discurso contra los privilegios y las vacunas VIP.
Pero avisó que no será parte de la grieta y, sin nombrarla, se diferenció de una competidora que comparte con Larreta y que preside su partido, Patricia Bullrich, y del ala más dura del PRO. “Uno puede ser un opositor muy firme sin insultar”, fue uno de los comentarios que dejó escuchar. Se puede ser firme sin pelear por Twitter, agregó un punto a favor suyo y del jefe de Gobierno porteño a quien reprocharon su disposición al diálogo con el Presidente y el gobernador de Buenos Aires. Defendió, además, aquellas fotos del inicio de la pandemia 2020 de “Alberto, Horacio y Axel”; y un tirón de orejas para el Presidente: “Cuando gobernás, no podés darte el lujo de enojarte, menos si tenés el 42% de pobreza”. ¿Lo nombró? No, no dijo que hacía alusión a Alberto Fernández. Finalmente, dio otra señal a propios y ajenos al dejar abierta la puerta para el diálogo hasta con sus peores adversarios.